WSWS
: Español
La OTAN y la Guerra Contra Yugoslavia
Por el control del mundo, por petroleo, por oro
By Por el Comité de Redacción del Sitio Socialista
Mundial
29 Junio 1999
Utilice
esta versión para imprimir
Este artículo apareció originalmente en inglés
en Mayo 24, 1999. Para leer la versión original haga click
en http://www.wsws.org/articles/1999/may1999/stat-m24.shtml
Comenzando el 24 de marzo, 1999, las fuerzas militares de la
OTAN, bajo la dirigencia de Los Estados Unidos, castigaron a Yugoslavia
con un bombardeo devastador de 79 días. Con más
de 15,000 ataques, OTAN bombardeó sin tregua las ciudades
y pueblos yugoslavos, destruyendo fábricas, hospitales,
escuelas, puentes, estaciones de abastecimiento de combustible
y edificios del gobierno. Miles murieron y fueron heridos, inclusive
pasajeros viajando en trenes y autobuses de transporte público
y trabajadores en estaciones de televisión y de tele transmisión.
También fueron bombardeados vecindarios civiles, más
en Serbia que en Kosovo.
Nada dicen los que planearon y lanzaron esta guerra de las
futuras consecuencias para Yugoslavia y toda la región
de los Balcanes y Europa Oriental. Gran parte de la infraestructura
social e industrial que se estableciera luego de la Segunda Guerra
Mundial está en ruinas. El río Danubio, vital línea
de vida para una gran región de la Europa Central, está
intransitable. En Serbia, los más básicos requisitos
de toda civilización modernaelectricidad, agua, salubridadfueron
totalmente bombardeados. Tal como en Iraq, sólo se sabrá
la gravedad del daño que causó el bombardeo estadounidense,
británico y francés al fin de la guerra cuando comiencen
a publicarse informes sobre tasas inusuales de mortalidad, sobretodo
entre los niños.
Las acusaciones de genocidio
A manera de justificación, la OTAN y los medios de prensa
dicen que la agresión contra Yugoslavia es un esfuerzo
humanitario para frenar la represión de los albaneses en
Kosovo. El carácter imperioso y cínico de la campaña
propagandista que acompañó al bombardeo refleja,
a su propia manera, las contradicciones transparentes de los argumentos
de la OTAN. La burda comparación entre el presidente yugoslavo
Milosevic y el demonio, los informes contradictorios sobre las
masacres llevadas a cabo por los serbios y sobre el número
de albanokosovares muertos, las incesantes alegaciones de genocidio
y la ametralla de imágenes de televisión de refugiados
sufridos tienen un propósito: cansar, acostumbrar y a intimidar
al público, no convencer por medio del razonamiento lógico.
Los políticos y comentaristas del status quo declaran:
¡El que se oponga a la OTAN apoya el destierro forzado
y el genocidio de los albaneses!
Al tratar de movilizar la opinión pública a su
favor durante el bombardeo de Iraq, el gobierno de Clinton nunca
cansó de repetir la frase, poderosísimas armas
de la destrucción. Sólo bombardeando a Iraq
día tras día, declaraba el gobierno de Clinton,
se podía salvar al mundo del arsenal invisible de Saddam
Hussein, que supuestamente consistía de gases mortíferos,
gérmenes y substancias químicas. En la guerra contra
Yugoslavia, la frase poderosísimas armas de la destrucción
ha sido reemplazada por otro versículo védico de
invocación mística mucho más poderoso y conmovedor:
la limpieza étnica, frase cuyo mérito
principal consiste en evocar al demonio de la Alemania nazi. Según
la OTAN, la limpieza étnica en Kosovo es la
versión del holocausto en los 1990.
Esta comparación es repulsiva pues es engañadora
e históricamente falsa. El holocausto consistió
en la detención de millones de judíos a través
de toda la Europa bajo el control nazi. Estos fueron transportados
a campos de concentración, verdaderas fábricas de
genocidio.
Los nazis asesinaron a seis millones de judíos
indefensos. Esto ofrece un contraste a las dos mil personas
que fueron muertas en Kosovo el año pasado de acuerdo al
propio Departamento de Estado de Los Estados Unidos. (Hemos de
añadir que las denuncias recientes de que 250,000 hombres
albaneses han sido asesinados son en realidad mentiras nocivas
que testigos oculares de periódicos occidentales han contradicho.)
Aún si la cifra total de los muertos en Kosovo se duplicara,
la pérdida de vida todavía sería menoraún
haciendo los ajustes necesarios para tomar en cuenta las diferencias
de las poblacionesque en muchos de los conflictos análogos
que están ocurriendo en otras partes del globo (por ejemplo,
en Sri Lanka o en Turquía). Esta comparación no
significa que queremos justificar indiferencia alguna hacia el
sufrimiento en Kosovo, pero sí revela la índole
impúdicamente engañosa de los pretextos de la OTAN
para justificar el masivo bombardeo de Yugoslavia.
Tenemos que hacerle hincapié a otro punto acerca del
contexto de la violencia en Kosovo. Comenzó ésta
en 1998 con el estallido de la guerra civil entre el Ejército
de Liberación de Kosovo (UCK)movimiento nacionalista
y separatista albanéspor una parte y el gobierno
yugoslavo, que buscaba mantener control de la provincia, por la
otra.
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional se
opone a todo chauvinismo nacionalista. No tenemos la menor simpatía
por el nacionalismo reaccionario del régimen en Belgrado.
Pero es una falsificación grosera de la realidad política
alegar que el año de violencia sectaria que precedió
a la ofensiva de OTAN fue obra exclusiva de los serbios. El UCK,
financiado por dinero proveniente de la venta de drogas y gozando
del apoyo secreto de los consejeros de la CIA, también
llevó a cabo su propia campaña de terror contra
los civiles serbios.
La hipocresía que la OTAN ha mostrado al pintarse de
defensora de la minoría étnica albanokosovar contra
la represión Serbia no tiene nombre. Tomemos en cuenta
a los países miembros de la OTAN que han respaldado y puesto
en práctica campañas de limpieza étnica
mucho más extensas.
Doscientos mil serbios fueron expulsados de Croacia en 1996
con el apoyo de Los Estados Unidos. (Desde ese entonces, Croacia
se ha aliado a los EE.UU. y es de los estados de primera
fila en la guerra contra Serbia.) Durante los últimos
quince años, más de un millón de curdos han
sido desterrado de sus pueblos en Turquía con el apoyo
y la ayuda militar de los EE.UU. Turquía, por su parte,
permanece miembro de la OTAN y participa en el bombardeo de Yugoslavia.
El castigo que Serbia le ha infligido a los albaneses no puede
compararse al salvajismo con que los franceses trataron a Algeria
o Los Estados Unidos a Vietnam.
Si las condiciones políticas lo hubieran dictado, los
medios de prensa estadounidenses habrían presentado la
supresión de la intifadah entre el 1987-91 o las
masacres que ocurrieron en Beirut en 1982bajo los auspicios
de Israelen términos tan inflamatorios como los que
usó referente a los eventos en Kosovo del año pasado.
Al analizar las acusaciones de limpieza étnica,
hay que recordar que los grandes poderes del mundo, durante más
de una ocasión, se han referido a los conflictos étnicos
como pretexto de intervención imperialista, creando situaciones
desastrosas. Uno de los episodios más horripilantes del
Siglo XX ocurrió en 1947 cuando Gran Bretaña, refiriéndose
a los conflictos entre hindúes y musulmanes en la India,
estableció el estado separatista de Pakistán. La
violencia que siguió dicha partición resultó
en un millón de muertos y creó 12 millones de refugiados.
En Yugoslavia, la intervención imperialista ha tenido
el impacto objetivo de llevar la violencia comunal a un nivel
más alto y a ampliar la posibilidad que ésta se
expanda a los países vecinos.
¿Quién es responsable del éxodo
de Kosovo?
La OTAN ahora nos dice que uno de los objetivos principales
de su ofensiva fue lograr que los aproximadamente 800,000 refugiados
albanokosovares regresen a sus hogares en Kosovo. El cinismo de
esta declaración no tiene límites.
Un análisis honesto de la secuencia de eventos que condujo
a la crisis de los refugiados refuta las declaraciones de la OTAN.
El éxodo de las masas comenzó después
del 24 de marzo. El discurso de Clinton en esa fecha, en el cual
explicó la razón oficial de la guerra, trató
casi totalmente con la cuestión de como prevenir
del éxodo. Es más, enfatizó el peligro que
sin el bombardeo de la OTAN, el tamaño de la población
refugiada que existía en ese momento podía aumentar
por diez de miles.
¿Qué fue lo que en realidad sucedió? El
bombardeo, la destrucción de Kosovoque de ninguna
manera fue mínimay el terror que sus habitantes sufrieron,
ayudó a renovar el conflicto entre las fuerzas de Belgrado
y el UCK. No diez, cientos de miles fueron obligados a convertirse
en refugiados.
No todas las consecuencias fueron accidentales. Las grandes
potencias de la OTAN esperaban que su ofensiva aérea capacitara
al UCK a expulsar las fuerzas serbias de la misma manera que los
bombardeos aéreos de 1995 en Bosnia le habían permitido
a las fuerzas croatas y musulmanas emprender la ofensiva para
expulsar a los serbios.
En cuanto a los refugiados mismos, se les ha manipulado de
manera cínica. Una vez que los albanokosovares fueron obligados
a expatriarse como resultado del bombardeo, la OTAN explotó
su difícil situación para lograr que el público
apoyara la guerra. A la misma vez, fue mínimo el auxilio
en los campamentos provisionales. Allí condiciones se tornaron
tan horribles que estallaron motines. Aún así fueron
relativamente pocos los refugiados que los países occidentales
aceptaron.
Varios dirigentes militares de la OTAN admitieronsi bien
sus declaraciones casi no recibieron ninguna atenciónque
la desolación de Kosovo hubo sido ventajosa, dando mucho
más libertad para iniciar el bombardeo total en caso de
una invasión por tierra.
En cuanto al regreso de los refugiados, la pregunta lógica
que debería hacerse es: ¿regresar a qué?
¿Cuantas casas, oficinas, carreteras, puentes y vías
fluviales ha dejado la OTAN en pie?
La función política de la propaganda
En 1937 Aldous Huxley escribía que el objetivo
del propagandista es hacer que los pueblos se olviden que otros
pueblos son humanos. En la guerra actual, la transformación
de los serbios en demonios es proporcional al nivel de violencia
que la OTAN ha lanzado contra el pueblo yugoslavo.
Al concluir el bombardeo, las masacres de la OTAN serán
mucho mayor que las que el gobierno serbio y el UCK habían
llevado a cabo antes de la intervención aliada en Kosovo.
Previo al 24 de marzo, la mayoría de los cálculos
indicaban que la cantidad total de muertos en Kosovo se aproximaba
a los 2 mil durante el transcurso de todo un año de guerra
civil. Entre el 24 de marzo y el 24 de mayo, la cantidad de serbios
y albanokosovares que la OTAN había matado bien sobrepasaba
los mil.
La OTAN, claro, comete errores; Serbia comete atrocidades.
Por lo regular, cada denuncia de la OTAN de los saqueos y asesinatos
perpetrados por los serbios inmediatamente seguía a informes
comprobados sobre las últimas muertes civiles causadas
por las bombas de la OTAN. No obstante, aumentaba la histeria
de los portavoces de la alianza ante cualquier sugerencia que
la medicina de la OTAN es peor que la enfermedad. ¿Hemos
olvidado quien es el verdadero enemigo?
Pregunta interesantísima dado que la categoría
de enemigo se va expandiendo rápidamente. Al
principio se declaró que toda la culpa por el sufrimiento
y las muertes albanesas caía sobre los hombros del régimen
de Milosevic. Unas semanas después , sin embargo, una mancha
aún más venenosa aparece en la guerra propagandista:
que la población serbia entera es la culpable de todo.
De acuerdo a esta nueva línea, el pueblo serbio ha sido
corrompido, es orgánicamente indiferente al sufrimiento
de los albanokosovares, y está obsesionado por un complejo
de víctima que casi no se puede comprender. Según
muchos de los propagandistas de la OTAN, el remedio para esta
enfermedad es una invasión por tierra, la conquista de
Belgrado y la ocupación prolongada. A esto se le llama
misión civilizadora, lo cual recuerda la terminología
el colonialismo del Siglo XIX.
Una guerra imperialista
La propaganda requiere la simplificación. Exige que
las complejidades de conflictos políticos inmensos se barran
debajo de la alfombra. Cabe sólo una respuesta a las preguntas
del público. En la guerra actual, la única pregunta
permisible es: "¿no es necesario ponerle paro a la
limpieza étnica?"
Esta simplificación permite que la prensa pinte de agresor
a Yugoslavia, no a la OTAN. A la alianza, en una inversión
total de la realidad, se la presenta como la promovedora de una
guerra fundamentalmente defensiva en nombre de los albanokosovares.
Para determinar si una guerra es de carácter progresista
o reaccionario, se requiere no que se hagan análisis de
atrocidades selectas que se cometen, las cuales son comunes a
todas las guerras, sino un análisis de las estructuras
clasistas, las bases económicas y el papel internacional
que las naciones participantes desempeñan. Desde este punto
de vista decisivo, la guerra actual que la OTAN desató
fue una guerra imperialista de agresión contra Yugoslavia.
El núcleo de la OTAN consiste de Los Estados Unidos
y varias naciones europeas; es decir, de los países capitalistas
más avanzados del globo. Allí la política
es expresión de los intereses del capital financiero, el
cual se basa en las sociedades anónimas transnacionales
y en las instituciones bancarias. La existencia de las clases
gobernantes en estos países depende de la expansión
del capitalismo por todo el mundo.
En términos científicos, llamamos imperialismo
a una etapa histórica bien concreta del desarrollo del
capitalismo como sistema económico mundial. Denota tendencias
objetivas fundamentales en la evolución del capitalismo
que aparecieron hacia los finales del Siglo XIX y principios del
XX. Entre las más importantes se encuentran la supresión
de la competencia libre como resultado del desarrollo de empresas
monopolistas enormes; el dominio creciente de grandes instituciones
bancarias (el capital financiero) sobre el mercado mundial; el
ímpetu del capital financiero y monopolista en los países
donde se desarrolló con mayor fuerza (Europa, Norteamérica,
Japón) a quebrar las fronteras nacionales y a apoderarse
de los mercados, materias primas y nuevas fuentes de mano de obra
a través de todo el globo.
El imperialismo goza de una relación rapaz y parasítica
con los países en desarrollo. A razón de su preeminencia
económica y puesto que utiliza como vehículo a instituciones
financieras enormes, tales como el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y el Banco Mundial (BM), el imperialismo puede dictarle
política a las naciones menores que dependen en esas organizaciones
para obtener crédito. Debido a que dominan el mercado mundial,
los poderes imperialistas hacen que los precios de las materias
primas bajen. Así mantienen a estos países en la
pobreza. ¡Cuánto más se vean obligados estos
países obligados a pedir prestado, más pobres y
dependientes se volverán!
Por último, estos países débiles viven
con el miedo perpetuo de un bombardeo militar. Que se les llame
democracias en desarrollo o se les tache de naciones
pillas depende, a fin de cuentas, de su ubicación
en los planes estratégicos que el imperialismo mundial
va desarrollando. Iraq, que había recibido el apoyo de
Los Estados Unidos en su guerra contra Irán en los 1980,
se convirtió en objeto de odio cuando se opuso a planes
que fortalecerían el control estadounidense sobre las reservas
de petróleo del Medio Oriente.
Lo mismo sucede ahora con Serbia. Durante los 1980, Washington
favoreció a Slobodan Milosevic, pues éste había
iniciado una política procapitalista y desmantelado la
industria estatal yugoslava. En los 1990, las reglas del juego
cambiaron y Serbia se convirtió en un obstáculo
contra los planes imperialistas. A la lista de los Más
Odiados del imperialismo se añadió el nombre
de Milosevic al de Saddam Hussein. La opinión que el imperialismo
tiene acerca de cualquier país puede cambiar súbitamente
debido a que, tal como dijera el Primer Ministro Palmerston sobre
el Imperio británico, éste ni tiene amigos permanentes
ni enemigos permanentes; sólo tiene intereses.
Yugoslavia no es una potencia imperialista. Es una nación
pequeña y relativamente subdesarrollada que ha perdido
terreno durante los 1990 debido a la secesión de cuatro
de sus seis ex repúblicas. No cabe duda que el papel de
Milosevic en este proceso fue completamente reaccionario. Su explotación
del nacionalismo serbio no podría contrarrestar a la política
chauvinista de Tudjman en Croacia, Izetbegovic en Bosnia y Kucan
en Eslovenia. Pero de ninguna manera fue Milosevic el instigador
de este proceso. Lo que hizo fue adaptarseigual que otros
tantos canallas ex stalinistas de la Europa Orientala las
tendencias sociales centrífugas que el restablecimiento
de las economías capitalistas había desatado. En
esto las potencias imperialistas desempeñaron un papel
principal, exigiendo que las industrias nacionalizadas se desmantelaran
e imponiendo una política de austeridad que fue exacerbando
las tensiones étnicas que ya estaban hirviendo. La presión
económica a la cual Yugoslavia fue sometida echó
las bases objetivas para la desintegración de un estado
balcánico unido. A partir del 1991, la intervención
política de los poderes grandes garantizó la disolución
de Yugoslavia. Aunque ya se había predicho que la desintegración
de Yugoslavia terminaría en la violencia, Alemania le dio
ánimo a que ésta ocurriera cuando reconoció
de manera abrupta la independencia de Croacia y Eslovenia en 1991.
Por otra parte, Los Estados Unidos, aún de manera más
precipitada e imprudente, aprobó la secesión de
Bosnia en 1992.
Yugoslavia ni siquiera es una nación capitalista de
estatura regional. No posee conglomerados multinacionales. Su
capital financiero no desempeña ningún papel importante
fuera de sus fronteras. La burguesía serbia, si es posible
identificarla, sólo se forma recientemente de los elementos
que rodean a Milosevic. Estos elementos se enriquecen con el saqueo
de la propiedad estatal cuando se desmantela ese país.
Comparar a Serbia con la Alemania Nazi y a Milosevic con Hitler
es una amalgama ignorante y engañosa. El análisis
político objetivo no consiste en lanzar epítetos.
La transformación de ese cabo austríaco de voz estentórea
y bigote estilo Carlitos Chaplin en la encarnación más
monstruosa de la reacción mundial dependió de prerrequisitos
objetivosi.e., de los enormes recursos de la industria alemana.
Hitler dirigió un poder imperialista agresivo que deseaba
lograr la hegemonía del capitalismo alemán en toda
Europa. Antes de frenar a la sangrienta ofensiva de Hitler, las
conquistas alemanas se extendieron del Canal de la Mancha hasta
las montañas del Cáucaso, incluyendo la región
balcánica y Yugoslavia. Las ambiciones militares de Hitler
reflejaban el apetito económico de Siemens, Krupp, I.G.
Farben, Daimler-Benz, Deutche Bank y otros grandes conglomerados
alemanes.
Si no fuera por las trágicas consecuencias relacionadas
a esta distorsión de la realidad histórica, la comparación
de Serbia con la Alemania nazi y de Milosevic con Hitler causaría
risas. Para empezar, Serbia no busca la conquista de territorios
extranjeros sino afianzarse al territorio que internacionalmente
ha sido reconocido como perteneciente a sus fronteras. Y en cuanto
a Milosevic, la mayor preocupación de este Hitler
ha sido la de agarrarse como mejor pueda a una pseudo federación
cuyas fronteras han ido disminuyendo año tras año.
En resumen: esta guerra consiste de una coalición compuesta
de los países imperialistas grandes contra una nación
pequeña en desarrollo. Es de carácter neocolonialista
y pisotea la soberanía yugoslava. Su objetivo consiste
en establecer algo parecido a un protectorado bajo la tutela de
la OTAN, el cual lo más probable se parecerá al
régimen de la OTAN-FMI que gobierna a Bosnia.
Más allá de la propaganda: ¿por
qué se está llevando a cabo esta guerra?
Una vez que a esta guerra se le arrancan las alegaciones fraudulentas
de los portavoces de la OTAN y las falsificaciones de los medios
de prensa, ¿qué queda? Una guerra despiadada de
países imperialistas poderosísimos contra una pequeña
federación; guerra cuyas justificaciones oficiales de masacres
son nada más que una pantalla de humo. Sin la descabellada
e histérica propaganda sería mucho más difícil
prevenir que el público investigara las razones verdaderas
por las cuales los poderes imperialistas han tomado el camino
del bombardeo militar.
Al comenzar este siglo, Rosa Luxemburgo notó que el
capitalismo es el primer modo de producción que tiene el
arma de la propaganda en masa a su alcance. El humanitarianismo
era durante su época lo que todavía es hoy: una
cubierta para tomar a la fuerza lo que se le codiciaba a los países
más débiles. Las misiones civilizadoras
de los EE.UU., Inglaterra, Francia, Bélgica y Holanda tenían
como propósito verdadero asegurar las materias primas valiosas,
los mercados y la ventaja geopolítica sobre los rivales
principales. Así pues, hoy el ataque contra Yugoslavia
tiene como objetivo asegurar los intereses materiales de los poderes
imperialistas.
En pocas palabras, las potencias occidentales toman posiciones
con el objeto de explotar las reservas abundantes de minerales
que Kosovo tiene. Estas incluyen depósitos cuantiosos de
plomo cinc, cadmio, plata y oro. También se calcula que
Kosovo posee aproximadamente 17 billones de toneladas de reservas
de carbón. Pero en realidad esto sólo representa
unas cuantas monedas para los cálculos imperialistas. Las
ventajas materiales inmediatas que se le podrían sacar
a Kosovo se achican en comparación con el potencial mucho
mayor para el enriquecimiento que tienta desde regiones más
lejanas hacia el este, donde las potencias de la OTAN han fomentado
inmensos intereses durante los últimos cinco años.
Es asombroso que tan poca atención se le haya prestado
a los vínculos que existen entre esta guerra y las ambiciones
estratégicas mundiales de EE.UU. y los otros poderes de
la OTAN.
La OTAN y el colapso de la URSS
Así como a fines del Siglo XIX la evolución del
imperialismo fue testigo de los esfuerzos de los grandes poderes
por repartirse el mundo, el desmantelamiento de la URSS ha creado
un vacío en el poderío de Europa Oriental, Rusia
y el Asia Central que hace inevitable una nueva división
del mundo. El significado principal de Yugoslavia en esta crítica
coyuntura es que ésta queda en la periferia occidental
de un territorio vasto que las principales potencias mundiales
desean ocupar. Es imposible que los EE.UU., Alemania, Japón,
Francia, la Gran Bretaña y otros poderes se queden con
los brazos cruzados mientras esta región comienza a abrir
sus puertas. Se está desarrollando una lucha por el acceso
a la región y por el control de sus materias primas, de
su mano de obra y de sus mercados que será mayor que la
rebatiña por Africa del siglo pasado.
Este proceso expresa las necesidades más exigentes del
sistema capitalista. Las compañías transnacionales
de hoy día miden el éxito en términos internacionales.
General Motors, Toyota, Lockheed Martin, Airbus y hasta la Coca
Cola no pueden pasar por alto ningún mercado. Estas enormes
operaciones compiten a través de los continentes para lograr
su dominio. Para ellos, la penetración de una sexta parte
del globo que recientemente ha abierto sus puertas a la explotación
capitalista es asunto de vida o muerte.
La integración de esta región en sistema mundial
capitalista de producción y comercio es el problema de
mayor importancia que enfrenta la burguesía internacional
actual. Es fundamental para la supervivencia del capitalismo en
el Siglo XXI. Solo hay que preguntarse: si a principios del Siglo
XX al capitalismo le fue necesario dividir y organizar al mundo,
¿cuánto más dispuesto estará hoy cuando
todas las operaciones capitalistas son de carácter internacional?
Los Estados Unidos es el país que más agresivamente
está explotando la destrucción de la URSS. Esto
se explica, por lo menos parcialmente, por las restricciones históricas
que la URSS le impuso a los EE.UU. El capitalismo estadounidense
alcanzó su superioridad relativamente tarde, durante la
Primera Guerra Mundial. El mismo año1917que
los EE.UU. ingresó a la guerra, la victoria de la Revolución
de Octubre en Rusia le abrió el paso al establecimiento
de la Unión Soviética. Por siete décadas,
una de las consecuencias objetivas de la existencia de la URSS
fue que una enorme parte del globo estaba cerrada a la explotación
directa del capitalismo estadounidense.
Las exigencias de Los Estados Unidos para otra vez obtener
acceso a este territorio, a sus materias primas y a su labor humanapara
recuperar lo que se había perdidoconstituían
el contenido de fondo de la política de la Guerra Fría
en Washington. La campaña para detener la expansión
comunista, despojada de exageraciones y falsificaciones,
representaba una ambición toda poderosa para alargar los
garfios de los bancos y del poder corporativo estadounidenses
en la Europa Oriental y Rusia y así lograr la extracción
de las ganancias. Los eventos de 1989-91 desataron las manos del
capitalismo estadounidense en esta arena.
Para reintegrar al territorio de la ex URSS al capitalismo
mundial, las gigantescas compañías anónimas
transnacionales han absorbido billones de dólares en materias
primas valiosas que son vitales para los poderes imperialistas.
Las reservas de petróleo mayores del mundo se encuentran
en las ex repúblicas soviéticas con fronteras en
el Mar Caspio (Azerbaidján, Kazakstán, Turkmenistán).
Estos recursos ahora se están dividiendo entre los países
capitalistas principales. Es este el combustible que le está
dando ímpetu al nuevo militarismo y que por obligación
forzará a los poderes imperialistas a conducir nuevas guerras
de conquista contra opositores locales y conflictos crecientes
entre sí mismos.
Ahí está la clave para comprender la belicosidad
de la política estadounidense durante la última
década. El bombardeo de Yugoslavia es el último
en una serie de guerras de agresión que se esparcen por
todo el globo. Aunque hayan tenido ciertas motivaciones regionales,
estas guerras han sido la respuesta estadounidense a las oportunidades
y los incentivos que la desaparición de la URSS ha ocasionado.
Washington considera que su poderío militar es la carta
de triunfo que puede utilizar para prevalecer sobre todos sus
rivales en la lucha venidera por los recursos.
Petróleo en el mar Caspio y el debate
sobre nueva política exterior
La región del mar Caspio contiene uno de los más
grandes yacimientos de petróleo y gas aún no explotados
en el mundo, dijo un ejecutivo de la Exxon en 1998. Añadió
que la región podría estar produciendo hasta 6 millones
de barriles de petróleo diarios en el año 2020.
Calculaba que para ese entonces las compañías petroleras
habrían invertido entre $300 a $500 mil millones para explotar
esas reservas. Según el Departamento de Energía
de los EE.UU., la región contiene reservas de 163 mil millones
de barriles y hasta 337 billones de pies cúbicos de gas
natural. Si estos cálculos llegaran a ser correctos, la
producción de petróleo en la zona sería comparable
a la de Irán e Irak.
Analistas occidentales también creen que la región
del Mar Caspio tiene posibilidades de ser una de las principales
productoras de oro. Kazakstán, con 100,000 toneladas, cuenta
con la segunda reserva más grande del planeta. En esa región
ya operan compañías mineras de los EE.UU., Japón,
Canadá, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelandia
e Israel.
Cada uno de los grandes países capitalistas y varios
poderes regionales en desarrollo aspiran explotar estos recursos.
Las grandes potencias capitalistas son muy conscientes de los
imperativos objetivos de intervenir, expandir su influencia y
asegurar sus propios intereses a costa de sus rivales. Esta necesidad
está siendo articulada en las principales publicaciones
de política, en editoriales y audiencias gubernamentales.
En esta materia, el debate dentro de la elite dirigente de
los EE.UU. tiene un alto significado. Desde 1991, prominentes
estrategas norteamericanos vienen discutiendo intensamente cual
debe ser el nuevo lugar de los EE.UU. en asuntos mundiales. En
ausencia de la Unión Soviética, muchos han concluido
que Estados Unidos se encuentra en posición de ser jefe
en un nuevo mundo unipolar, en el cual goza, por lo
menos en el presente, de un dominio indiscutible. Lo que los estrategas
debaten no es tanto si esta ventaja debe ser usada, sino cuando
debe ser usada.
Cabe analizar un artículo escrito por Zbigniew Brzezenski,
el ex jefe de Seguridad Nacional bajo el presidente Carter. Apareció
en la edición de Septiembre/Octubre de 1997 de la revista
Foreign Affairs. Se titula Una Geoestrategia para
Asia.
"Hay pocas posibilidades en la generación que viene
que algún otro país amenace el status americano
de principal potencia," escribe Brzezinski. Ningún
estado puede igualarse a los EE.UU. en las cuatro dimensiones
claves de podermilitar, económico, tecnológico
y culturalque confieren poder político global.
Según Brzezinski, habiendo consolidado su poder en el
Hemisferio Occidental, los EE.UU., debe de hacer todos los esfuerzos
para penetrar los dos continentes de Europa y Asia.
El surgimiento de Norteamérica demanda imperativamente
la elaboración de una estrategia amplia e integral para
Eurasia.
Después de los EE.UU., escribe Brzezinski,
en la región se encuentran las seis mayores economías
y poderes militares, así como también todas las
potencias nucleares con excepción de una. Eurasia cuenta
con 75 porciento de la población mundial, 60 porciento
del producto bruto mundial, y 75 porciento de los recursos de
energía. Colectivamente, el poder potencial de Eurasia
eclipsa al de los EE.UU.
Eurasia es el supercontinente axial del mundo. La potencia
que domine Eurasia ejercerá una influencia decisiva sobre
dos de las tres regiones económicas más productivas,
Europa Occidental y Asia Oriental. Una mirada al mapa también
sugiere que un país dominante en Eurasia casi automáticamente
controlaría el Medio Oriente y Africa.
Con Eurasia al centro del tablero de ajedrez geopolítico,
no es necesario elaborar políticas separadas para Europa
y Asia. Lo que ocurra con la distribución del poder en
el continente de Eurasia será de importancia decisiva para
el legado histórico y dominio global de estadounidense.
En verdad, Brzezinski no anticipa que EE.UU. domine pos si
solo a Eurasia. Visualiza que la mejor manera de asegurar los
intereses norteamericanos es jugando un papel dirigente a la vez
que facilita un balance entre las principales potencias amigas
de los EE.UU. Brzezinski añade una condición importante:
En una Eurasia volátil, la tarea inmediata es asegurar
que ningún estado o combinación de estados gane
la habilidad de expulsar a EE.UU ni de reducir su rol decisivo.
Para el ex jefe de Seguridad Nacional ésta sería
una "benigna hegemonía norteamericana."
En la opinión de Brzezinski, la OTAN es el mejor vehículo
para lograr tal resultado. A diferencia de los lazos entre
los EE.UU. y Japón, la OTAN representa la influencia política
y el poder militar norteamericanos en el territorio eurasiático.
Bajo condiciones en que sus aliados europeos aún son altamente
dependientes de la protección norteamericana, cualquier
expansión de la influencia política de Europa es
automáticamente una expansión de la influencia norteamericana.
Igualmente, la habilidad de los EE.UU. de proyectar su influencia
y poder depende de sus estrechos lazos transatlánticos.
Una Europa más amplia y una OTAN más grande
servirán los intereses a corto y largo plazo de la política
norteamericana. La influencia norteamericana se puede expandir
con una Europa más amplia. Al mismo tiempo el ensanchamiento
europeo no crea simultáneamente una Europa tan integrada
políticamente como para representar una amenaza contra
EE.UU. en materias de importancia geopolítica, particularmente
en el Medio Oriente.
Como estas líneas sugieren, el papel de la OTAN en Yugoslavia,
donde ha intervenido militarmente por primera vez desde su creación,
claramente es visto en los círculos dirigentes norteamericanos
como un paso hacia el fortalecimiento de su posición mundial.
A la vez, la inclusión en la OTAN de Polonia, Hungría
y la República Checa es, en efecto, la expansión
de la influencia norteamericana en Europa y el mundo.
La perspectiva particular de Brzezinski en esta región
no es del todo nueva. Ahora resurge, en una forma útil
para los EE.UU. bajo las condiciones actuales, la tradicional
estrategia geopolítica del imperialismo británico,
que por mucho tiempo buscó asegurar sus intereses europeos
jugando un rival contra otro.
La primera estrategia eurasiática moderna
para la dominación mundial fue elaborada en Gran Bretaña.
Anticipándose a Brzezinski, el estratega imperialista Halford
Mackinder, en un ensayo de 1904 titulado El Pivote Geográfico
de la Historia, mantenía que Eurasia y Africa, que
colectivamente llamaba la isla mundial, tenían
un significado decisivo para lograr la hegemonía mundial.
De acuerdo a Mackinder, las barreras que habían impedido
la formación de imperios mundiales, particularmente las
limitaciones de transporte, ya habían sido considerablemente
superadas a comienzos del siglo 20. Las condiciones surgían
para una lucha entre las grandes potencias en su afán de
lograr, cada una, hegemonía mundial. La clave, pensaba
Mackinder, estaba en el control del corazón
de Eurasiaenmarcada aproximadamente por los ríos
Volga y Yang Tse, el Artico y la cordillera del Himalaya. Esbozaba
su estrategia de la siguiente manera: Quien domine Europa
Oriental controlará el corazón; quien domine el
corazón controlara la isla mundial; quien domine la isla
mundial controlará el mundo.
A pesar de presuposiciones axiomáticas que luego fueron
criticadas por comentaristas burgueses, los escritos de Mackinder,
como los de Brzezinski hoy, fueron estudiados cuidadosamente por
los principales políticos de la época. Ejercieron
una gran influencia en los conflictos entre las grande potencias
que definieron la primera mitad de este siglo.
Debido a razones de estrategia mundial y de control sobre recursos
naturales, los EE.UU. está determinado a consolidar su
rol dominante en la antigua esfera soviética. Si cualquiera
de sus adversarioso combinación de ellosfuera
a amenazar su supremacía en la región, haría
peligrar la hegemonía de los EE.UU. en asuntos mundiales.
Los círculos políticos norteamericanos están
muy conscientes de este hecho.
Washington planea un dominio político
en Asia Central
El Comité de Relaciones Internacionales de la Casa de
Representantes ha iniciado una serie de audiencias sobre la importancia
estratégica de la región caspia. En una reunión
en Febrero de 1998, Doug Bereuter, el presidente del comité,
abrió la sesión recalcando los conflictos entre
las grandes potencias sobre Asia Central durante el Siglo 19,
llamados en ese entonces el gran juego.
En disputas imperialistas históricas, notó Bereuter,
Rusia y Gran Bretaña se confrontaron en una larga lucha
por poder e influencia. Añadió que cien años
después, el colapso de la Unión Soviética
ha creado un nuevo gran juego, donde los intereses de la
compañía East India Trading Company han sido reemplazados
por los de Unocal, Total, y muchas otras organizaciones y compañías.
Los objetivos de los EE.UU. para con los recursos energéticos
de la región, continúa, incluyen fomentar
la independencia de las naciones y sus lazos con el occidente;
Quebrar el monopolio de Rusia sobre las rutas de transporte de
petróleo y gas; Asegurar el abastecimiento de energía
para el occidente a través de la diversificación
de proveedores; Favorecer la construcción de oleoductos
de este a oeste que no pasen por Irán; y negarle a Irán
su influencia sobre las economías de Asia Central.
Tal como indican los comentarios de Bereuter, Washington, en
defensa de sus intereses, anticipa severos conflictos con las
potencias de la región. Inicialmente ocurrieron graves
roces en ganar acceso al petróleo de la región caspia.
Ahora surge un mayor conflicto con relación al transporte
del petróleo a los mercados occidentales.
Aunque ya se han firmados contratos valorizados en decenas
de miles de millones de dólares, las compañías
petroleras de occidente no se han puesto de acuerdo en como transportar
el petróleo. Por las razones citadas por Bereuter, Washington
insiste en encontrar un camino entre oriente y occidente que evite
pasar por Irán y Rusia.
Esta es una materia de preocupación en los círculos
más altos del gobierno norteamericano. En el otoño
de 1998, el secretario de energía Bill Richardson le dijo
a Stephen Kinzer del New York Times, Estamos tratando de
empujar a los nuevos países independientes hacia el occidente.
Los deseamos dependientes de los intereses comerciales y políticos
occidentales en lugar de que vayan en la dirección opuesta.
Hemos hecho una inversión política sustancial en
la región caspia y nos es muy importante que tanto el mapa
del oleoducto como la política regional resulten bien.
Un grupo de estrategas ha argumentado a favor de una política
norteamericana más agresiva en la región. Uno de
ellos, Mortimer Zuckerman, el editor de US News & World Report,
advierte en su columna de Mayo de 1999 que los recursos de Asia
Central pueden recaer bajo el control de Rusia o de una alianza
dirigida por Rusia. Para él ese resultado sería
una pesadilla. Escribe, Más vale que
nos demos cuenta del peligro, o algún día las verdades
en las cuales basamos nuestra prosperidad dejaran de ser verdades.
La región de influencia Rusael puente entre
Asia y Europa al este de Turquíaes muy codiciada
por el potencial enorme del petróleo y gas del Mar Caspio,
valorizado en $4 billones, capaz de darle a Rusia tanto riquezas
como oportunidades estratégicas." Zuckerman sugiere
que el nuevo conflicto sea llamado el juego más
grande. Ese término superlativo es adecuado porque
el conflicto de hoy tiene consecuencias mundiales y no sólo
regionales. Si Rusia, brindara apoyo nuclear a un posible nuevo
consorcio petrolero que incluya Irán e Irak, muy bien podría
manipular los precios, suficientemente para fortalecer a los productores.
El Occidente, Turquía y Arabia Saudita se sentirían
amenazados. En palabras de Paul Michael Wihbey, en un excelente
análisis para el Instituto de Estudios Avanzados de Estrategia
y Política, el escenario de pesadilla de los años
70 reaparecería con fuerza vengadora.
Sin pelos en la lengua, el director de una agencia de inteligencia
norteamericana habló de las implicancias militares de los
nuevos intereses norteamericanos en la región. En un documento
de 1998, Frederick Starr, el jefe del Instituto del Asia y Cáucaso
Central de la universidad Johns Hopkins, indicó que la
mitad de las naciones de la OTAN tiene un gran interés
comercial en la región caspia. Luego añadió
que de ser necesario, el botín económico
potencial de la energía del Caspio demandaría la
participación de las fuerzas militares de occidente para
proteger dicha inversión.
La perspectiva de un conflicto militar entre uno o más
de los miembros de la OTAN y Rusia no es simple materia de especulación.
Starr escribe: Ningún país desea tanto ser
miembro de la OTAN como el país rico en recursos energético,
Azerbaidjan. En ningún otro momento la posibilidad de conflicto
en la Federación Rusa es tan grande que cuando se trata
de la exportación de recursos de ese país.
En 1998 Azerbaidjan participó en todos los 144 ejercicios
de Alianza para la Paz de la OTAN.
El pretexto de guerra en la presente campaña contra
Yugoslavia podría ser utilizado de nuevo sin dificultad
si los círculos militares dirigentes de los EE.UU. decidieran
intervenir en Asia Central. Existen conflictos étnicos
en casi todos los países de la región. Las tres
naciones a través de las cuales Washington quisiera ver
pasar el oleoducto son un buen ejemplo. En Azerbaidjan, continúan
más de una década de conflictos militares con la
población armenia. En la vecina Georgia se han visto esporádicos
enfrentamientos entre el gobierno y el movimiento separatista
de Abjasia. Finalmente, Turquía, que va a tener un términus
del oleoducto, viene llevando una larga campaña de represión
contra la población minoritaria curda, que predomina precisamente
en aquellas regiones del sudeste del país por donde pasaría
el oleoducto que los norteamericanos favorecen.
El gobierno yanqui tiene todo eso en la mente. En un discurso
ante los editores de periódicos norteamericanos el mes
pasado, Clinton declaró que los problemas étnicos
de Yugoslavia no eran únicos. Gran parte de la ex
Unión Soviética tiene problemas similares,
dijo, incluyendo Ucrania y Moldavia, el sur de Rusia, las
naciones del Cáucaso, Georgia, Armenia y Azerbaidjan, las
nuevas regiones de Asia Central. Con la apertura de estas
regiones, señaló Clinton, el potencial de
conflicto étnicos se ha convertido, tal vez, en la principal
amenaza contra uno de nuestros intereses más apreciados:
la transición de los ex países comunistas hacia
la estabilidad, prosperidad y libertad.
Una serie de guerras por venir
La actitud agresiva de los EE.UU. en relación con su
intervención en Yugoslavia y la perspectiva de nuevas intervenciones
norteamericanas en la región caspia no serán bien
recibidas por el resto del mundo.
Muy bien se ve que las posibilidades de un conflicto con Rusia
en realidad han crecido en el curso de los últimos 10 años.
También ha crecido la posibilidad de un conflicto entre
los EE.UU. y otras potencias europeas. La burguesía europea
no se quedará contenta en aceptar para siempre un rol subordinado
a los EE.UU. Cuanto más ventaja saca Estados Unidos más
se erosiona la posición europea. Inevitablemente, surgirán
conflictos sobre la manera de repartir las ganancias de Asia Central
y Europa Oriental entre EE.UU., Alemania, Francia, Gran Bretaña
e Italia.
Recientemente, políticos y comentaristas europeos protestaron
contra la creciente participación de los EE.UU. en asuntos
de seguridad europea y su campaña de expandir la OTAN.
¿Qué pensarán los europeos de los planes
delineados por Brzezinski, para una masiva ampliación de
los poderes norteamericanos en Europa y Asia?
Las tensiones ya son visibles. La intervención militar
en Yugoslavia ocurre después de un año de crecientes
tensiones comerciales transatlánticas. Más aún,
las potencias europeas vienen buscando, desde hace mucho tiempo,
una manera de minar el rol hegemónico de los EE.UU. en
el comercio mundial. Con ese propósito establecieron una
unión económica y crearon el Euro para competir
con el dólar como reserva monetaria mundial. Es más,
la principal potencia detrás de la unión monetaria,
Alemania, tiene un enorme interés comercial en Europa Oriental
y Rusia. La perspectiva de un conflicto rusonorteamericano e inestabilidad
en Moscú pone en peligro la posición de Alemania.
También pueden agravarse los conflictos entre los EE.UU.
y Japón. Esta nación, que es uno de los principales
importadores de petróleo, tiene sus propios intereses en
la región caspia, además de muchas disputas comerciales
con Estados Unidos. En cuanto este último considere que
para triunfar en Asia debe aumentar su presencia militar, los
círculos gobernantes japoneses presionarán por poner
fin las restricciones de postguerra sobre el tamaño y alcance
de sus propias fuerzas armadas.
Un conflicto entre los EE.UU. y China es inevitable. China,
país históricamente oprimido, no es una potencia
imperialista. Sin embargo, ha avanzado mucho en su camino hacia
la restauración del capitalismo. Aspira convertirse en
una gran potencia económica regional.
La actual histeria antichina en la prensa yanqui revela la
vehemente oposición de grandes sectores de la elite dirigente
norteamericana a tal eventualidad. La expansión de la influencia
norteamericana en Asia Central es una amenaza directa e inmediata
contra China. Entre otros factores, la expansión de la
economía china depende directamente de su acceso al petróleo.
Se espera que sus necesidades por petróleo se dupliquen
para el año 2010, lo cual obligaría a China a importar
el 40 porciento de lo que necesita. En 1995 China importaba el
20 porciento del petróleo que consumía.
Por esta razón, China ya ha expresado interés
en un oleoducto para transportar hacia el oriente el petróleo
de la región del Caspio. En 1997 firmó un acuerdo
por $4.3 billones para asegurarse el 60 porciento del petróleo
de Kazakstán. Sin duda, Estados Unidos tratará de
sabotear la actividad de China en la región.
Alrededor de todo el mundo, los gobiernos temen que puedan
convertirse en nuevos blancos de una intervención militar,
si se oponen a las demandas de los EE.UU. La lista de enemigos
de Estados Unidos no está limitada a países menos
desarrollados. Tanto París como Berlín deben estar
altamente preocupados sobre la intervención norteamericana
en Europa y que el Pentágono tenga planes de guerra contra
Francia y Alemania que pueda implementar con rapidez.
La división de la región de Asia Central, de
importancia estratégica y rica en recursos naturales, entre
las grandes potencias imperialistas no será pacífica.
Tampoco lo será el proceso de su incorporada a la estructura
del capitalismo mundial. Como escribió Lenín en
1915, hablando de la división de los países coloniales:
Para el capitalismo la repartición de esferas de
influencia, intereses, colonias, etc., es sólo concebible
basándose en cálculos de la fuerza de los
participantes, su fortaleza económica, financiera, militar,
etc. Y la fortaleza de los participantes en la división
no cambia hacia un grado igual, porque el desarrollo parejo de
diferentes proyectos y ramas de industrias, o países es
imposible bajo el capitalismo. Hace medio siglo, Alemania era
un país miserable e insignificante comparado a la Gran
Bretaña de la época; lo mismo era cierto para Japón
al compararlo con Rusia. ¿Es concebible que en los próximos
10 o 20 años no cambien las relaciones de fuerza
de las potencias imperialistas? Eso está fuera de la cuestión."
Si actualizamos evaluación de Lenín sustituyendo
las potencias de hoy con las de 1915, se plantea la pregunta:
¿Podrán los EE.UU., Europa y Japón ponerse
de acuerdo pacíficamente cuando llegue el momento de repartirse
los multibillonarios contratos petroleros y de construcción,
la elaboración de acuerdos comerciales y el establecimiento
de pactos militares? Es imposible responder afirmativamente a
esta pregunta.
Las principales potencias también tratarán de
sacar ventaja de conflictos locales. En vez de amenguar, se acelerará
la tasa de crecimiento de antagonismos locales, durante el proceso
de integración de Asia Central al sistema global de producción
y comercio. Con el aumento del financiamiento occidental de grandes
proyectos petrolíferos, aumentará lo que está
en juego en los conflictos étnicos regionales. La pelea
se intensificará aún más cuando el control
territorial vaya acompañado de miles de millones en exportación
de petróleo.
Los conflictos en la región de Abjasia en Georgia paralizaron
más de una vez la construcción del oleoducto. Más
importante aún, la penetración del capital occidental
ha sido acompañada por medidas de austeridad demandadas
por el FMI. Estos cambios han contribuido al empobrecimiento de
la gran mayoría de los pueblos de Asia Central, a la vez
que han enriquecido a unos pocos. Como Rusia, las repúblicas
en la región caspia y del Cáucaso han visto el surgimiento
de una pequeña capa de ricos nuevos kazaks
y nuevos azeris, la vez que viene cayendo la riqueza
y producción general desde 1991.
Estos desarrollos presagian una nueva división del mundo,
que será decidida entre los grandes países imperialistas
con sus ejércitos. Los próximos conflictos militares
ocurrirán en lugares aún más explosivos que
los Balcanes. Todos los principales protagonistas tienen armas
nucleares, creando la posibilidad de un tercer gran conflicto
imperialistas en menos de cien años. La destrucción
y la pérdida de vidas humanas potenciales serían
aun a escala mucho mayor a la de los dos primeros conflictos combinados.
Las consecuencias del bombardeo de Yugoslavia
Este es el significado de la actual acción militar contra
Yugoslavia y del crecimiento del militarismo en general. Kosovo
es un campo de prueba para las guerras que surgirán en
la región de la ex Unión Soviética.
A la vez, la guerra es una expresión de las inmensas
contradicciones en los países imperialistas. Las tensiones
sociales se han incrementado con la guerra. La historia del siglo
20 demuestra que los períodos de rapacidad imperialista
son acompañados por el incremento de conflictos sociales
en los centros metropolitanos del imperialismo.
La estructura social norteamericana y de Europa Occidental
está expuestas a intensas contradicciones de clase. En
las últimas dos décadas ha ocurrido una profunda
polarización material en estos países. Una pequeña
capa goza de una riqueza nunca sin par en la historia. El resto
de la población vive expuesto a varios grados de tensión
y ansiedad económica. Una capa considerable vive en condiciones
de extrema pobreza. Todos los signos indican que esta tendencia
continuará, aún más, que se acelerará.
Dada su desarticulación política los conflictos
sociales han tomado una forma maligna. La sociedad norteamericana
da la impresión de estar al borde de un colapso nervioso.
La vida pública es interrumpida por violentas explosiones
de escolares que han dejado al país en un estado de semishock.
Con excepción de declaraciones banales, los funcionarios
y expertos no han podido explicar el porqué de estas violentas
explosiones de comportamiento antisocial. A su manera, sin embargo,
estos hechos delatan la brutalidad de la vida contemporánea
norteamericana y la supresión de los antagonismos que yacen
debajo de la superficie.
Este punto sugiere una motivación adicional al bombardeo
de Yugoslavia. El padre de la política imperialista de
fin del siglo pasado, Cecil Rhodes, notó el beneficio sociopsicológico
de una agresión imperialista. Esta sirve de válvula
de escape para las presiones sociales acumuladas en los propios
países imperialistas. Al margen de los intereses económicos
directos e indirectos en el conflicto actual, la burguesía
norteamericana ve la oportunidad de dirigir frustraciones reprimidas
y desesperación hacia un blanco externo.
A la vez, reconoce las limitaciones de esta táctica
y ya está planeando cambios a su política interna
que correspondan a sus ambiciones imperialistas. El país
continuará desarrollándose como una ciudadela tecnológica.
El grueso del gasto público será dedicado a objetivos
militares externos. Los programas sociales serán reemplazados,
en una medida cada vez mayor, por represión doméstica.
Esta política ocurrirá en todos los grandes países
imperialistas.
También peligran los derechos democráticos. La
actitud actual de la elite dirigente con relación a este
punto ha salido a la luz durante la presente guerra. El bombardeo
de Serbia y su amenaza de cerrar red del Internet contradicen
las garantías legales y declaraciones públicas de
la OTAN.
Es una frustración para los funcionarios gubernamentales,
los círculos militares y los medios de comunicación,
que la mayoría de la gente en los países de la OTAN
no se contagie con la fiebre de guerra. El sentimiento general
del público es uno de perplejidad y desconcierto. Esto
se debe a que las masas han sido abandonadas políticamente
por sus viejas organizaciones. El descontento popular no se ha
coagulado en una oposición contra la guerra.
La guerra ha revelado la total bancarrota de partidos que en
épocas anteriores se presentaban como los defensores de
la clase obrera y del socialismo. Tanto la socialdemocracia como
los partidos laboristas y stalinistas han salido no sólo
a apoyar, sino a dirigir esta guerra. Eso no sorprende a los observadores
más experimentados.
Desde hace mucho tiempo estas organizaciones vienen demostrando
su sumisión política a los mercados y grandes empresas.
Ya están integradas en el aparato imperialista. La guerra
sólo revela que el proceso de decadencia política
ha sido completado. Partidos que, sin ser alternativas socialistas
al imperialismo, en una época representaban un obstáculo
para las demandas económicas capitalistas, ahora adquieren
el aspecto de los partidos burgueses de ultraderecha.
La guerra ha iluminado otro aspecto del paisaje político:
la ausencia de una intelligentsia crítica y dispuesta al
sacrificio. Ninguno de los expertos académicos critica
a los argumentos y pretextos que han servido para justificar la
guerra. Al punto que se han escuchado voces en contra de la guerra,
han venido como regla de la derecha, la cual demandaba una política
aún más agresiva. Han desaparecido, hasta de la
memoria, los días de protestas y actividades en los campus
estudiantiles.
¿Cómo surgió esta situación? Se
puede aprender mucho de una transformación política
análoga que ocurrió a principios del siglo 20. Una
capa importante de la burocracia laboral y de la socialdemocracia
dio su apoyo político a la burguesía de su propio
país a inicios de la guerra en 1914. Líderes políticos
y partidos que oficialmente habían adoptado posiciones
oponiéndose a la guerra, abandonaron sus principios, votaron
a favor de presupuestos de guerra, e insistieron que la clase
obrera defendiera al estado burgués. Las consecuencias
catastróficas de esta decisión, que recayó
con más fuerza sobre el proletariado europeo, son bien
conocidas.
Para Lenín, la explicación material de este fenómeno
era el proceso de corrupción en manos del imperialismo
de un segmento de los líderes sindicales y de la socialdemocracia.
La brutal explotación de las colonias y el robo de sus
recursos le permitía a la burguesía europea compartir
parte de su botín con esos líderes de la clase obrera
si estos se subyugaban al imperialismo.
Una situación análoga ocurre hoy en día.
Un sector de aquellos que fueron radicalizados por las experiencias
de Vietnam, por los acontecimientos de Mayo Junio de 1968 en Francia
y por la militancia obrera de fines de los 1960 e inicios de los
1970, abandona durante las últimas dos décadas su
oposición al imperialismo y se incorpora a la vida de la
clase media. Algunos de estos exradicales se enriquecen jugando
a la bolsa de valores en la década actual. Este fenómeno
causa un dramático realineamiento de sus políticas.
De estas filas salen algunos de los más fervientes promotores
de la presente guerra.
Este proceso de enriquecimiento, por supuesto, no se ha limitado
a quienes participaron de políticas radicales. Como notamos
anteriormente sólo se ha enriquecido un pequeño
grupo, en términos porcentuales, pero éste representa
un significativo número de individuos. El un porciento
más rico de la población de EE.UU. es dueña
del cuarenta porciento de la riqueza. Esta cifra describe de un
extraordinario nivel de vida para dos y medio millones de personas.
Junto con ellos otro diez a veinte porciento de la población
que visto crecer sus fortunas en los últimos veinte años.
Se pueden citar cifras similares para los otros grandes países
capitalistas.
De esta capa de ricos salen los líderes políticos
de todos los partidos oficiales, de los medios de comunicación
y no pocos académicos. La acumulación de riqueza
proporciona tanto el cemento político para la guerra como
las demandas para expandir la guerra.
El auge de Wall Street, sin embargo, ha sido un proceso con
dos caras. El astronómico aumento de valores demanda la
adopción de un nuevo régimen de austeridad, flexibilidad
laboral, (i.e. inseguridad laboral) y aumento de la explotación
de las masas trabajadoras en los centros imperialistas y alrededor
del mundo.
Así como la cosecha de nuevos ricos en los 1980
y 1990 crea una nueva base para el imperialismo, también
produce una gran audiencia para un movimiento anticapitalista
y antiimperialista dentro de la clase obrera internacional. El
crecimiento del proletariado mundial, la caída de niveles
de vida en la mayoría de países avanzados, el empobrecimiento
de Asia, Africa y América Latina y la falta de perspectivas
para la juventud están creando, objetivamente, un movimiento
de cambio revolucionario.
Se han creado las condiciones para la transformación
de este potencial objetivo en una fuerza política conscientizada.
Lo que se necesita hoy, sobre todo, es la lucha por el socialismo
dentro de la masa obrera y entre los intelectuales y la juventud
para formar el núcleo de luchas revolucionarias por venir.
Se debe aclarar la confusión del marxismo con su antítesis
reaccionaria, el stalinismo, a través de la educación
política. Se debe luchar contra todas las ideologías
que directa o indirectamente trabajan para mantener el sistema
actual.
La más alta expresión de todos esos consiste
en la construcción de un partido socialista unido de toda
la clase obrera internacional. Este es el objetivo del World
Socialist Web Site, la voz del Comité Internacional
de la Cuarta Internacional.
Regresar a la parte superior de la página
Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved |