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Hacia una nueva apreciación del patrimonio de León
Trotsky y su lugar en la historia del Siglo XX
By David North
8 agosto 2001
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el autor
A continuación sigue el texto de una charla de David
North presentada el 21 de enero, 2001, ante una escuela internacional
organizada por el Partido Socialista por la Igualdad de Australia
en Sydney. David North es presidente de la junta editorial del
WSWS y secretario nacional del Partido Socialista por la Igualdad
de Los Estados Unidos.
Introducción: El Comité Internacional
de la Cuarta Internacional, 1991-2001
Me gustaría comenzar citándoles parte de un artículo
que León Trotsky escribió en 1923:
Los revolucionarios de nuestra época, quienes
sólo pueden vincularse a la clase obrera, tienen sus propias
características psicológicas especiales y cualidades
intelectuales Si es necesario y posible, destrozarán a
la fuerza todo impedimento histórico. Si ésto no
es posible, tratan de encaminarse por otro lugar. Si este desvío
es imposible, los revolucionarios paciente y persistentemente
siguen escarbando y buscando atajos . Son revolucionarios porque
no le temen a la destrucción de los obstáculos o
usar su poder implacable. Conocen el valor histórico de
estas cosas. Se empeñan constantemente en realizar todo
el potencial de sus labores destructivas y creativas, lo cual
significa deducir de toda situación histórica lo
máximo posible parta avanzar el progreso de la clase revolucionaria.
Sólo los obstáculos externosno los
internoslimitan las actividades de los revolucionarios.
Es decir, éstos tienen que capacitarse a sí mismos
para determinar la situación en que se encuentranla
realidad concreta y esencial de todos los aspectos afirmativos
y negativos de su prácticay formular correctamente
la hoja de balance político.
Me parece que esta cita tiene una pertinencia asombrosa si
consideramos el período histórico por el que atravesamos
durante la última década. El 2001 marca el final
de una década que comenzó con la explosión
de la Guerra del Golfo Persa en enero, 1991, año que terminara
con la disolución de la Unión Soviética.
Todos sabemos que estos acontecimientos abrieron para la clase
obrera internacional uno de los capítulos más difíciles
de su historia. No en el sentido en que los 1930 y 1940 fueron
difíciles. Esos fueron años de la crisis capitalista
más extrema y explosiva. Pero creo que tenemos razón
al decir que, durante las décadas anteriores, la consciencia
política de grandes sectores de la clase obrera sufrió
un deterioro espeluznante. Esto fue consecuencia histórica
de la distorsión política, la falsificación
y el oportunismo implacable que, durante las décadas anteriores,
caracterizaron la política de las viejas burocracias estalinistas
y socialdemócratas, las cuales privaron a la clase obrera
de perspectiva y orientación revolucionarias. La clase
obrera quedó desprevenida a nivel internacional para lidear
con los cambios bruscos en la situación política
y con los cambios en la estructura de la economía mundial,
los cuales desenmascararon la ruina total de los programas nacionalistas
de las antiguas organizaciones que alegaban representar los intereses
de la clase obrera.
Durante la última década hubo un deterioro general
de las luchas sociales independientes de la clase obrera. Este
proceso tuvo su paralelo por todo el mundo: la degeneración
y desintegración de las viejas instituciones que sostenían
defender y representar una orientación revolucionaria.
Es casi imposible identificar un partido político de la
izquierda que lograra, durante los últimos diez años,
repeler el impacto corrosivo de este deterioro tan universal.
Pero hubo una excepción: el Comité Internacional
de la Cuarta Internacional.
No puedo negar que las condiciones de la última década
no tuvieran, de varias complejas maneras, un gran impacto sobre
nuestros cuadros. Nuestro movimiento no puede aislarse completamente
de las presiones del ambiente político en el que funciona.
Los camaradas que forman este movimiento añadieron diez
años a sus vidas y tuvieron que solucionar todo tipo de
problema que la acumulación de años le impone a
individuos. Tuvimos que cambiar las formas de nuestras actividades
cotidianas.
Puesto que no existe un movimiento de masas del cual nuestros
partidos podían recibir apoyo y nutrirse, tuvimos que cambiar
dramáticamente ciertas características formales
de nuestra organización. En muchos casos, camaradas que
por años habían trabajado en el campo político
a tiempo completo tuvieron que buscar empleos y capacitarse a
sí mismos para ganarse la vida en un ambiente económico
mucho más difícil que el que había existido
durante el apogeo de la prosperidad post Segunda Guerra Mundial.
Cuando se llega a cierta edad, los cambios plantean muchos problemas.
Pero no creo que, cuando se escriba la historia de nuestro
movimiento, esas experiencias serán las que definan nuestra
tendencia durante este período. Lo que en realidad se verá
es el hecho incontrovertible siguiente: la década de los
1990 representó un verdadero progreso del nivel político
y teórico de nuestro movimiento. Fue durante esta década
que el Comité Internacional surgió y se convirtió,
de muchas maneras, en el reconocido líder del socialismo
internacional.
Si aceptamos la premisa básica que la teoría
revolucionaria le da ímpetu a la práctica revolucionaria,
la época que acaba de acontecer presenció un genuino
florecimiento de la teoría marxista dentro nuestro movimiento
internacional; florecimiento que hizo posible la elaboración
de una nueva perspectiva que se reflejó en la transformación
de ligas en partidos. Basándose en el análisis de
los cambios profundos que se han dado en la estructura del capitalismo
mundial y en el desarrollo de su tecnología, esta perspectiva
llegó a formar la base para la creación de una nueva
forma de organización política, la cual se expresó
con el lanzamiento de la World Socialist Web Site [Sitio
de la Maya Mundial Socialista] en febrero, 1998.
No he visto las últimas cifras, pero la cantidad de
lectores que tenemos ha aumentado exponencialmente durante los
últimos dos años. Recibimos entre millón
y medio y dos millones de visitas al mes, lo cual se traduce a
mucho más de 100,000 lectores al mes. Esta cifra representa
un aumento extraordinario del público internacional del
movimiento trotskista mundial.
Si me permiten dirigirles la atención nuevamente a la
cita de Trotsky, me gustaría enfatizar lo siguiente: aun
durante lo que aparentemente fueron condiciones objetivas menos
favorables, o condiciones objetivas imposibles para los estalinistas
y las que organizaciones radicales y oportunistas, nos fue posible
deducir el material político necesario para desarrollar
el marxismo de manera genuina, y expandir la influencia política
del Comité Internacional de la Cuarta Internacional. Si
eso nos fue posible bajo condiciones en que crisis profundas estremecían
el movimiento de la clase obrera, tenemos toda la razón
para confiar en que una acrecencia súbita de la luchas
de la clase obrera ha de reflejarse, de manera verdaderamente
explosiva, en la expansión de nuestra tendencia política.
Un partido político se pone a prueba durante condiciones
de infortunio político. Nuestro movimiento ha demostrado
enorme creatividad e ingenuidad al identificar y utilizar las
posibilidades inherentes en esta situación objetiva; posibilidades
que ninguna otra organización que alega representar a la
clase obrera ha detectado. Nos hemos valido de esas condiciones
para realizar un adelanto enorme de significado histórico
en la labor del movimiento marxista internacional.
¿En qué, a fin de cuentas, se basa este adelanto?
Desde el punto de vista de la historia reciente del Comité
Internacional, el factor más importante fue la lucha del
CICI contra el oportunismo del Workers Revolutionary Party
desde 1982 en adelante. Esa lucha fue fundamental en resuscitar
los principios fundamentales del trotskismo dentro de nuestra
organización.
Eso, claro, nos presenta un factor todavía más
profundo. ¿Qué, en realidad, era lo que estábamos
haciendo? Estábamos estableciendo, o reestableciendo, aquellos
principios que Trotsky iniciara y desarrollara como base para
la formación del movimiento revolucionario. Esto, claro,
nos conduce al tema principal del informe de hoy: la reconsideración
del patrimonio de Trotsky y su lugar en la historia de la Cuarta
Internacional.
Sesenta años desde el asesinato de Trotsky
Hace más o menos sesenta añosel 21 de agosto,
1940murió un hombre que indiscutiblemente siempre
ocupará uno de los primeros lugares en la historia de la
lucha de la humanidad por su emancipación propia. A medida
que los historiadores, en los años y décadas venideros,
estudien, analicen e interpreten el Siglo XX, la figura de León
Trotsky adquirirá mayor importancia. Ninguna vida reflejó
tan profundamente las luchas, aspiraciones y tragedias del siglo
pasado como la de Trotsky. Si aceptamos de verídico la
asombrosa observación de Thomas Mann que en nuestros
tiempos el destino del hombre se presenta a sí mismo en
términos políticos, entonces se puede decir,
sin miedo a exagerar, que, durante los sesenta años que
Trotsky vivió, ese destino encontró su más
profunda realización. La biografía de León
Trotsky expresa, de la manera más fundamental y concentrada,
las vicisitudes de la revolución mundial socialista durante
la primera mitad del Siglo XX.
Tres años antes de morir, durante cierta conversación
con un periodista estadounidense hostil y escéptico, Trotsky
explicó que su vida no había sido una serie de episodios
confusos y finalmente trágicos, sino que representaba diferentes
etapas en la trayectoria histórica del movimiento revolucionario.
Su llegada al poder en 1917 fue consecuencia del levantamiento
sin precedente de la clase obrera. Por seis años, su poder
dependió de las relaciones sociales y políticas
que ese levantamiento creara. El deterioro de la fortuna política
personal de Trotsky surgió inexorablemente de la diminución
de la ola revolucionaria. Trotsky perdió el poder no porque
era un político menos capacitado que Stalin, sino porque
la fuerza social que formaba la base de su poderla clase
obrera rusa e internacionalse encontraba en retaguardia
política. El agotamiento de la clase obrera rusa luego
de la guerra civil, el poder político creciente de la burocracia
soviética y las derrotas sufridas por la clase obrera europea,
sobretodo en Alemania, fueron, a fin de cuentas, los factores
decisivos que causaron que Trotsky cayera del poder.
Todas las derrotas subsiguientes de la clase obrera internacional
se vincularon al destino personal de Trotsky: la desmoralización
política, resultado de la derrota de la Revolución
China en 1927, le dio a Stalin el pretexto para expulsar a la
Oposición Izquierdista de la Internacional Comunista y
exiliar a Trotsky primero a Alma Ata y, no mucho después,
fuera de la URSS misma. La victoria de Hitler en 1933posible
por la política irresponsablemente criminal del Partido
Comunista Alemán bajo dirección estalinistale
dio ímpetu a una cadena de sucesos que terminó en
los Juicios de Moscú, las catástrofes de los Frentes
Populares estalinistas y la expulsión final de Trotsky
fuera del continente europeo al lejano México.
Fue en Coyoacán, suburbio de la Ciudad de México,
que un agente estalinista asesinó a Trotsky. Su muerte
llegó cuando la orgía sangrienta de las contrarrevoluciones
fascistas y estalinistas llegaba a su apogeo. Ya para esa época
casi todos los camaradas de Trotsky habían sido liquidados
en la Unión Soviética. Sus cuatro hijos ya habían
muerto. Las dos hijas mayores murieron prematuramente a causa
de las privaciones sostenidas durante la persecución de
su padre. Los dos hijos, Sergei y Lev, fueron asesinados por el
régimen estalinista. Cuando Lev Sedov murió en París
en febrero de 1938, era la segunda figura de mayor importancia
en la Cuarta Internacional. Otras personas excepcionales en el
secretariado de la Cuarta InternacionalEdwin Wolf y Rudolf
Klementfueron asesinados en 1937 y 1938.
Ya para 1940 Trotsky sabía que su asesinato era inevitable.
Esto no significa que se había resignado de alguna manera
pesimista a su destino. Hizo todo lo que pudo para evadir y retardar
el golpe mortal que preparaban Stalin y sus agentes en el aparato
de la policía secreta. Pero él comprendía
que la contrarrevolución era lo que formaba la base de
las conspiraciones de Stalin. Yo vivo, escribió,
no de acuerdo a las regla, sino como excepción a
ella. Predijo que Stalin se valdría del estallido
de la guerra en Europa Occidental durante la primavera de 1940
para dar su golpe. Trotsky tuvo la razón.
El primer atentado criminal de importancia tomó lugar
durante la noche del 24 de mayo, 1940, mientras el mundo se concentraba
en la desastrosa derrota del ejército francés a
manos de Hitler. El segundo y exitoso atentado ocurrió
durante la Batalla de Inglaterra a finales del verano del mismo
año.
¿Por qué era Trotsky, exilado y aislado, tan
temido? ¿Por qué fue necesaria su muerte? El mismo
Trotsky ofreció una explicación política.
En el otoño de 1939, varias semanas después de firmarse
el Pacto Stalin-hitler (el cual, a propósito, había
predicho) y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Trotsky
se refirió a una conversación, publicada en un periódico
de París, entre Hitler y el embajador francés Coulondre.
Mientras Hitler se vanagloriaba de que el pacto con Stalin le
daba mano libre para derrotar a los enemigos de Alemania en el
occidente, Coulondre lo interrumpió con una advertencia:
El verdadero vencedor (en caso de guerra) será Trotsky.
¿Ha pensado bien esto? Hitler expresó acuerdo
con el análisis del embajador francés, pero culpó
a sus adversarios de haberle obligado a revelar sus planes prematuramente.
Citando este asombroso informe, Trotsky escribió: A
estos caballeros les gusta dar nombres personales al espectro
de la revolución...Los dosCoulondre y Hitlerrepresentan
el barbarismo que avanza sobre Europa. Al mismo tiempo, ninguno
de los dos duda que la revolución socialista conquistará
ese barbarismo.
Si los imperialistas fascistas y democráticos le tenían
miedo a Trotsky, la burocracia soviética le temía
mucho más. Stalin no había olvidado que las derrotas
sufridas por los ejércitos rusos durante la Primera Guerra
Mundial habían desacreditado al régimen y puesto
a las masas en marcha. Y si la guerra estallase de nuevo, ¿no
existía el mismo peligro, a pesar del pacto con Hitler?
Trotsky, siempre que permaneciera vivo, representaba la alternativa
revolucionaria a la dictadura burócráta, la encarnación
humana del programa, los ideales y el espíritu de Octubre
de 1917. Por eso no se le podía permitir vivir.
Pero aun en muerte, el temor a Trotsky no disminuyó.
Es difícil pensar en otra figura que, no sólo mientras
estuviera vivo sino también décadas después
de morir, haya mantenido la capacidad para asustar a los poderes
en existencia. El patrimonio histórico de Trotsky resiste
toda asimilación y apropiación. A los diez años
de la muerte de Marx, los teóricos de la socialdemocracia
alemana habían encontrado varias maneras de lograr que
sus obras fueran aceptables a una perspectiva social reformista.
El destino de Lenín fue todavía mucho peor: sus
restos fueron embalsamados y su patrimonio teórico falsificado.
Con la bendición de la burocracia, fue convertido en una
religión estatal. Pero esto no pudo ser posible con Trotsky.
Sus obras y acciones fueron demasiado concretas en sus implicaciones
revolucionarias. Además, los problemas políticos
que Trotsky analizó, las relaciones socio políticas
que definió y hasta los partidos que tan precisa, apta
y mordazmente criticó persistieron durante el resto del
siglo.
En 1991, la Universidad de Duke publicó un estudio de
1,000 páginas sobre el movimiento internacional trotskista.
El autor, Robert J. Alexander, considerado por los círculos
académicos como especialista en esta materia, es fervorosamente
anti marxista.
En su introducción, Alexander hace la siguiente observación
asombrosa: Para finales de los 1980, los trotskistas nunca
habían llegado al poder en ningún país. Aunque
el trotskismo internacional no goza del respaldo de un régimen
bien establecidocomo fue con los herederos del estalinismola
persistencia del movimiento en una amplia variedad de naciones,
junto con la inestabilidad de la vida política de la mayoría
de los países del mundo, significa que no podemos descartar
la posibilidad que un partido trotskista, en un futuro no muy
lejano, pueda llegar al poder.[1]
El régimen bien establecido desapareció
no mucho después que se publicara el libro del Sr.Alexander.
La burocracia soviética nunca rehabilitó a León
Trotsky. La historia, como se ha notado con frecuencia, tiene
un sentido irónico sin par. Durante décadas los
estalinistas alegaban que Trotsky había tratado de destruir
a la Unión Soviética; que había formado conspiraciones
con los imperialistas para desmembrar a la URSS. Por eso el régimen
soviético lo había sentenciado a pena de muerte
en ausencia. Pero, a fin de cuentas, fue la burocracia misma,
tal como Trotsky había advertido con tanta anticipación,
que desmembró y liquidó a la URSS. Y en ningún
momento lo hizo sin repudiar, abierta y honestamente, los cargos
con los cuales Trotsky y su hijo habían sido imputados.
Fue mucho más fácil para Gorbachev y Yeltsin firmar
el decreto de muerte de la URSS que reconocer la falsedad absoluta
de todas las acusaciones contra Trotsky.
Sin menospreciar de ninguna manera los cambios económicos
y sociales tan enormes que han ocurrido durante los últimos
60 años, no existe mucha distancia entre nosotros y los
problemas, las cuestiones y los temas que Trotsky trató.
Aún después del colapso de la Unión Soviética,
las obras de Trotsky han mantenido, a nivel extraordinario, su
carácter contemporáneo. Para comprender la política
del Siglo XX y, nada menos importante, para uno poder orientarse
políticamente dentro del complejo mundo al que nos enfrentamos
durante la primera década del Siglo XXI, es imprescindible
estudiar las obras de Trotsky.
Si medimos la grandeza de una figura política por el
alcance y pertinencia perdurable de su patrimonio, entonces Trotsky
debe ir a la delantera de los líderes del Siglo XX. Consideremos
por un momento las figuras políticas que dominaban el mundo
en 1940. Es difícil mencionar los nombres de los dirigentes
totalitarios de la épocaHitler, Mussolini, Stalin,
Francosin decir obscenidades. Lo único que legaron
fue la memoria de sus crímenes abominables. Y en cuanto
a los grandes líderes de las democracias imperialistasRoosevelt
y Churchillnadie puede negar que eran personalidades impresionantes
con grandes talentos dentro de los límites de la política
parlamentaria. Churchill, más brillante que el presidente
estadounidense, era orador de talento y como escritor tenía
cierta capacidad. Pero, ¿podemos en realidad hablar del
patrimonio del uno o el otro? ¿Puede alguien sugerir en
serio que en los discursos y libros de Churchill y Roosevelt (este
último, por cierto, no escribió ningún libro)
se pueden encontrar análisis y revelaciones que contribuyan
a un comprendimiento de los problemas políticos a los que
nos enfrentamos a comienzos del Siglo XXI?
Aun en sus días de gloria, Trotsky se elevaba como una
una torre sobre sus contemporáneos. La influencia de todos
los que he mencionado estaba directamente vinculada aly
dependía delcontrol que ejercían sobre los
instrumentos del poder estatal. Si hubieran estado desligados
de ese poder, casi no habrían merecido la atención
del mundo. Separado del Kremlin y su máquina de terror,
Stalin no hubiera sido más de lo que fue anterior a Octubre
de 1917: una mancha gris.
Trotsky fue privado de todo poder oficial en 1927. No obstante,
nunca quedó indefenso. Le gustaba citar esa oración
famosa del Dr. Stockman, personaje en la obra teatral de Ibsen,
Enemigo del pueblo: El hombre más poderoso
del mundo es el que lucha solo. Esta perspicacia del gran
dramaturgo noruego adquirió forma en la vida del más
grande de los revolucionarios rusos. Trotsky mostró, de
la manera más inspirante y eterna, el poder de las ideas
y los ideales que corresponden ay expresan claramentelos
esfuerzos progresistas de la humanidad y que, por ende, llevan
consigo la fuerza de la necesidad histórica.
Trotsky el escritor
Cuando hablamos de la vida de Trotsky, es difícil resistir
la tentación de consagrarle todo el escaso tiempo que uno
tiene a citar sus obras. Cierto que por lo menos lograríamos
el éxito de brindarle al público una experiencia
estética excepcional. Si podemos dejar a un lado por unos
momentos nuestras simpatías políticas, a cualquier
lector capaz de promulgar opiniones objetivas le sería
difícil negar que Trotsky se encuentra entre los escritores
más grandes del Siglo XX. Han pasado más o menos
30 años desde que leí un libro de Trotsky por primera
vez: la monumental Historia de la Revolución Rusa,
obra monumental. Estoy seguro que no soy la única persona
que todavía recuerda el impacto emocional e intelectual
de su primer encuentro con la prosa asombrosa de Trotsky. Cuando
lo leí en traducción, me puse a pensar sobre la
estatura como escritor que le acordarían los que podían
leer su obra en el ruso original. Inesperadamente se me presentó
una oportunidad para satisfacer mi curiosidad. Asistí a
una charla de un perito de la literatura rusa que había
huido de su tierra natal después de la Revolución
de Octubre. Este no era un hombre de quien se podía espera
la menor simpatía por Trotsky. Cuando concluyó su
presentación, que había consistido de una visión
panorámica de la literatura rusa del Siglo XX, le pedí
su opinión de Trotsky el escritor. Recuerdo intensamente
no sólo su respuesta, sino también el acento espeso
con que la pronunció: Trotsky, dijo, es
el maestro más grande de la prosa rusa desde Tolstoy.
Muchos años después, su opinión encontró
eco en la observación de un estudiante que conocí
durante mi primera visita a la Unión Soviética en
1989: Confesó que leer a Trotsky había sido para
él una experiencia difícil. ¿Pero por qué?
Porque cuando leo a Trotsky, explicó, me
veo forzado a estar de acuerdo con él...¡Y no quiero
hacerlo!
La variedad de temas sobre los cuales Trotsky escribióacerca
del arte, la literatura y la cultura, los adelantos científicos,
los problemas de la vida cotidiana y, claro, la políticacasi
nos deja boquiabiertos. Nosotros, los mortales menores, obligados
a aceptar nuestros muy, muy modestos talentos, nos tambaleamos
cuando tomamos en cuenta la inmensidad de la obra literaria de
Trotsky. Nos preguntamos: ¿cómo le fue posible antes
de la época de los procesadores de palabras y los programas
de computadoras [ordenadoras] para corregir la ortografía?
Quizás parte de la respuesta se encuentra en la asombrosa
agilidad que Trotsky tenía para pronunciar discursos improvisadamente
de manera casi tan hermosa y persuasiva que cuando escribía.
Según los informes, sus dictados eran mejores que los borradores
pulidos de los mejores escritores.
Figura mayor de la literatura del Siglo XX, Trotsky le debía
bastante a los grandes maestros rusos del Siglo XIX, en particular
a Turgenev, Tolstoy, Herzen y Belinsky. La misma persona que escribía
proclamaciones en prosa de índole marcial inflexible y
órdenes de batalla que conmovían a millones, también
escribía prosa de belleza memorable. Tenemos el ejemplo
cuando recordaba cierto momento durante su escape del exilio en
la Siberia.
El trineo se deslizaba suave y sigilosamente, como un
barco sobre la superficie cristalina de un lago. En la oscuridad
que se plegaba, la foresta parecía todavía más
enorme que antes. Yo no podía ver la carretera y casi ni
sentía el movimiento del trineo. Parecía que los
árboles estuvieran hechizados y se dirigían corriendo
hacia nosotros. Arbustos desaparecían. Viejos troncos cubiertos
de nieve se esfumaban; todo parecía lleno de misterio.
El único sonido era el chu-chu-chu-chu rápido y
regular de la respiración de los ciervos. Miles de sonidos,
olvidados hace ya tiempo, llenaban mi cerebro en medio del silencio.
De repente escuché un silbido agudo que provenía
de lo más negro de la foresta. Parecía misterioso
e infinitamente remoto, pero era sólo nuestro Ostyak dándole
órdenes a su ciervo. Entró de nuevo el silencio.
Más silbidos lejanos. Más árboles que silenciosamente
aparecían de la oscuridad para otra vez perderse en ella
[ 1905 (New York: Vintage, 1971), pp. 459-60].
No importaba que tema fuera, lo esencial e implícito
de los escritos de Trotsky siempre era la revolución...una
revolución que se expresa orgánicamente en todos
los aspectos de la vida. A Trotsky le agradaba señalarle
a sus lectores las formas inesperadas que la revolución
tomaba. Al describir el juicio de los diputados del sóviet
[consejo obrero gubernamental] luego de la revolución de
1905, Trotsky saborea el contraste entre la atmósfera oficial,
severa y amenazante, del edificio del tribunallleno de gendarmes
con sus sables al descubierto- y la cantidad infinita de
flores que los admiradores y partidarios de los acusados
revolucionarios habían llevado a la sala de juicio:
Había flores en los ojales de las solapas, flores
en las manos y sobre las piernas, y flores que simplemente llenaban
los bancos para sentarse. El presidente del tribunal no se atrevía
a quitar del medio a estas fragrantes intrusas. Al final, hasta
los gendarmes oficiales y funcionarios del tribunal, totalmente
desmoralizados por el ambiente dominante, le daban
flores a los acusados [ ibid., p. 356].
Creo que fue un escritor no menos que George Bernard Shaw el
que una vez observó que cuando Trotsky usaba la pluma para
cortarle la cabeza a un oponente, no podía resistir la
oportunidad de levantarla y mostrarle a todos que no tenía
sesos. Pero el poder de la polémica de Trotsky estaba en
la manera brillante como desenmascaraba la contradicción
entre los fines subjetivos de este o aquel político y la
evolución objetiva de las contradicciones sociales de la
época revolucionaria. Usando el despliegue indispensable
del proceso histórico como vara de medir, la crítica
mordaz de Trotsky no era cruel. Simplemente tenía la razón.
Del dirigente principal del Gobierno Provisional burgués
en 1917 escribió:
Kerensky no era revolucionario; tan sólo le daba
vueltas a la revolución...Como teórico no tenía
ninguna preparación. Carecía de toda educación
y calaña política. No tenía capacidad para
pensar. En lugar de estas cualidades poseía una susceptibilidad
ligera, un temperamento explosivo y ese tipo de elocuencia que
no afecta a la mente o la voluntad, sino a los nervios [ Historia
de la Revolución Rusa, (London: Pluto Press), p. 201].
Y del dirigente del Partido Social Revolucionario, Victor Chernov:
Hombre bien leído pero no bien preparado, de bastante
conocimiento no integrado, Chernov siempre tenía a su disposición
un sin número de citas que por mucho tiempo afectaron la
imaginación de la juventud sin enseñarles mucho.
Había sólo una pregunta que este locuaz dirigente
no podía contestar: ¿A quién dirigía
y hacia dónde? Las fórmulas eclécticas de
Chernov, ornamentadas con moralejas y versos, por cierto tiempo
unificaron a un público bien variado que en todo momento
crítico jalaba en diferentes direcciones. No es de extrañarse,
pues, que Chernov, satisfecho de sí mismo, contraponía
sus métodos de crear un partido al sectarismo
de Lenín [ Ibid., p. 247].
Y por último, del ex formidable teórico de la
Socialdemocracia alemana: Kautsky tiene un claro y solitario
sendero hacia la salvación: la democracia. Lo único
necesario es que todo el mundo lo reconozca y que se vincule a
él. Los socialistas de derecha tienen que renunciar a la
matanza sanguinaria con que han estado cumpliendo la voluntad
de la burguesía. La burguesía misma debe abandonar
la idea de utilizar sus Noskes y Lugarteniente Vogels para defender
sus privilegios hasta el último suspiro. Por último,
el proletariado tiene que renunciar una vez por todas la idea
de derrocar a la burguesía por medios extra constitucionales.
Si esta lista de condiciones se respeta, la revolución
social se disolverá en la democracia sin ningún
sufrimiento. Para lograr el éxito, lo creemos suficiente
que nuestra tormentosa historia se cubra la cabeza con una gorra
para dormir y aprenda un poco de la sabiduría que Kautsky
tiene en su caja de rapé [ Terrorismo y comunismo,
(Ann Arbor: University of Michigan Press, 1969) p. 28].
Uno podría pasarse el día entero sin ninguna
dificultad citando trozos que expresan el genio literario de Trotsky.
Pero su genio no era simplemente, o principalmente, asunto de
estilo. Existe un elemento, mucho más profundo, que convierte
a la obra literaria total de Trotsky en uno de los éxitos
intelectuales mayores del Siglo XX. Hasta el punto en que la historia
encuentra su expresión consciente a medida que se despliega,
ese proceso se manifiesta en las obras de León Trotsky.
Por lo general, no existe nada más efímero que el
comentario político. La vida media de las columnas periodísticas
mejor escritas por lo regular no duran más que lo toma
beber una tasa de café. Éstas van directamente de
la mesa de desayuno al basurero.
Pero este no es el caso con las obras de Trotsky. Y no me refiero
a sus obras principales, ni a los comentarios que escribió
para los diarios. Las obras de Trotskyy hay que añadir
sus discursosa veces parecen que representan el primer experimento
de la historia para explicar, lo mejor que se pueda, lo que está
haciendo o tratando de lograr. El objetivo fundamental de las
obras políticas principales de Trotskyubicar los
acontecimientos más recientes de la trayectoria mundial
histórica de la revolución socialistase reflejaba
en los títulos que escogía para sus obras: ¿Por
cuál etapa atravesamos hoy?; ¿Hacia dónde
se dirige Inglaterra?; ¿Adónde va Francia?;
¿Hacia el capitalismo o al socialismo?. Lunacharsky
una vez dijo que Trotsky siempre estaba consciente de su lugar
en la historia. Esta era su punto fuerte, la fuente de su resistencia
política contra el oportunismo y todas las presiones. Trotsky
concebía al marxismo como ciencia de la perspectiva.
Aquí tenemos que aclarar un punto en cuanto a esto se
refiere: una de las consecuencias de la destrucción de
los cuadros revolucionarios a manos del estalinismo y de la subsiguiente
erosión del marxismo como arma teórica de la lucha
emancipadora de la clase obrera ha sido aplaudir como grandes
marxistas a todo tipo de gente sin ningún vínculo
a esta lucha: economistas marxistas, filósofos marxistas,
estéticos marxistas, etc. No obstante, cuando éstos
trataron de aplicar su presunto dominio de la dialéctica
al análisis político de los sucesos por los cuales
atravesaban, probaron ser unos incompetentes. Trotsky fue el último
gran representante de cierta escuela de pensamiento marxistallamémosla
la escuela clásicacuyo dominio de la dialéctica
se reveló ante todo en su capacidad para medir cualquier
situación política, proponer una prognosis política
y elaborar una orientación estratégica.
Reevaluando a Trotsky
Quizás la misión más crítica de
la Cuarta Internacional a través de toda su historia haya
sido la defensa del papel histórico de Trotsky contra las
calumnias de los estalinistas. Este deber no sólo tenía
que ver con la defensa de un individuo, sino, a nivel mucho más
fundamental, de todo el patrimonio programático del marxismo
internacional y de la Revolución de Octubre. Al defender
a Trotsky, la Cuarta internacional apoyaba la verdad histórica
contra las falsificaciones monstruosas y la traición de
los principios sobre los cuales la Revolución Bolchevique
se había basado.
Aún así, no obstante su defensa intransigente
de León Trotsky, ¿fue la Cuarta Internacional completamente
leal al patrimonio político e histórico del Viejo?
Tenemos buenas razones para creer, ahora que el siglo en que Trotsky
vivió ha quedado atrás, que una apreciación
más profunda y completa de su patrimonio político
y estatura histórica es ahora posible. Comencemos sometiendo
a otro análisis crítico un famoso trozo en que Trotsky
valora su contribución al éxito de la Revolución
de Octubre de 1917.
El 25 de marzo de 1935, Trotsky anotó en su diario:
Si yo no hubiera estado presente en Petesburgo en 1917,
la Revolución de Octubre todavía habría ocurridocon
la condición que Lenín hubiera estado presente y
al mando. Si Lenín o yo no se hubiera encontrado en Petesburgo,
la Revolución de Octubre no habría ocurrido: los
dirigentes del Partido Bolchevique la hubieran prevenido. ¡De
eso no me cabe la menor duda! Si Lenín no hubiera estado
en Petesburgo, dudo que yo hubiera podido vencer la resistencia
de los dirigentes bolcheviques. La lucha contra el trotskismo
(es decir, la revolución proletaria), habría empezado
en mayo de 1917, y el destino de la revolución hubiera
quedado en duda. Peroy vuelvo a repetirdada la presencia
de Lenín, la Revolución de Octubre de todos modos
habría triunfado. Lo mismo en general también podría
decirse de la Guerra Civil, aunque durante su primera etapa, sobretodo
cuando cayeron Simbirsk y Kazan, Lenín vaci1ó y
entró en dudas. Pero eso fue sin duda un momento efímero
que nunca se lo admitió a nadie excepto a mí...Por
lo tanto, no puedo hablar de la indispensabilidad de mis esfuerzos,
aun cuando nos referimos al período entre 1917 y 1921
[ Diaro en exilio (New York: Athenem), p. 46-47].
¿Es esta crítica válida? En este párrafo,
Trotsky se refiere principalmente a la lucha política dentro
del Partido Bolchevique. Correctamente toma como punto de partida
el significado crucial que tuvo la nueva orientación del
Partido Bolchevique en abril de 1917. El mayor éxito de
Lenín en 1917, sobre el cual el éxito de la Revolución
dependió, fue la de sobreponerse a la resistencia de los
dirigentes Bolcheviques ViejosKamanev y Stalin
en particularen cuanto al cambio estratégico en la
orientación política del Partido Bolchevique.
Aun así, la importancia crucial de esta lucha dentro
del Partido Bolchevique pone en relieve las implicaciones profundas
de las disputas anteriores, sobre la perspectiva política,
que habían ocurrido dentro del Partido Laborista Socialdemócrata
Ruso. Aun si aceptáramos que Lenín desempeñó
un papel crítico en vencer la resistencia de aquellos dentro
del Partido Bolchevique que se oponían a la toma del poder
y al establecimiento de la dictadura del proletariado, él
luchaba contra aquellos que se adherían a la línea
política que hasta ese entonces él mismo había
defendido en oposición a la perspectiva de León
Trotsky.
Cuando Lenín regresó a Rusia en abril, 1917,
y repudió la perspectiva de la dictadura democrática
del proletariado y el campesinado, se entendió ampliamente
que adoptaba -aun cuando no lo admitió abiertamentela
línea política asociada con Trotsky por más
de una década: la Revolución Permanente.
Trotsky y la anticipación teórica
de octubre: la teoría de la Revolución Permanente
Haré un breve repaso de los temas fundamentales a los
que se enfrentaba el movimiento revolucionario ruso durante las
últimas décadas del régimen zarista. Durante
los primeros pasos para orientar la trayectoria estratégica
de la evolución socio política rusa, los teóricos
rusos propusieron tres variantes contradictorias y posibles. Plekhanov,
padre del marxismo ruso, concebía el desarrollo social
ruso en términos de una evolución lógica
y formal en la que el nivel económico dado determinaba
las etapas históricas de desarrollo. El capitalismo, a
medida que reemplazaba al feudalismo, a su vez le cedería
el paso al socialismo una vez que todos los requisitos económicos
se cumplieran. El modelo teórico de Plekhanov presumió
que el desarrollo ruso seguiría la misma ruta histórica
de la revolución burguesa democrática de la Europa
occidental. No existía ninguna posibilidad que Rusia tomaría
una dirección socialista antes que los países al
oeste, pues éstos estaban mucho más adelantados.
Al comenzar el Siglo XX, Plekhanov insistía, Rusia todavía
tenía que llevar a cabo su revolución burguesa democrática,
por lo cual significaba el derrocamiento del régimen zarista
y la formación de las condiciones políticas y económicas
para una revolución social en el futuro distante. En toda
probabilidad, Rusia tenía ante sí muchas décadas
de evolución parlamentaria burguesa antes de su estructura
político-económica poder sostener una transformación
socialista. Durante los primeros años del Siglo XX, este
concepto orgánico del desarrollo ruso era aceptado como
sabiduría por capas bastante amplias del movimiento socialdemócrata
ruso.
Los acontecimientos de 1905es decir, la explosión
de la primera Revolución Rusacreó serias dudas
acerca de la viabilidad del modelo teórico plekhanoviano.
El factor más significante de esta revolución rusa
fue el papel dominante que jugara el proletariado en la lucha
contra el zarismo. Contra el fondo de huelgas generales e insurrección,
las maniobras de los dirigentes políticos de la burguesía
rusa parecían traicioneras y mezquinas. La burguesía
no contaba con un Robespierre o un Dantón. El Partido Cadete
(Demócratas Constitucionales) no tenía el menor
parecido a los Jacobinos.
El análisis de Lenín era más profundo
y de mayor alcance que el de Plekhanov. Lenín aceptaba
que la Revolución Rusa era de carácter burgués
democrático. Pero esta definición formal no resolvía
adecuadamente el problema de las relaciones de clase y del balance
del poder en la revolución. Lenín insistía
que la misión de la clase obrera era la de luchar, a través
de su organización y esfuerzos independientes, por el desarrollo
más amplio y radical de la revolución democrática
burguesa; es decir, por una lucha totalmente intransigente que
destruyera todos los vestigios económicos, sociales y políticos
del feudalismo zarista y, como consecuencia, creara las condiciones
más favorables para el establecimiento de un verdadero
constitucional progresista que permitiera el florecimiento del
movimiento obrero ruso. Para Lenín, lo más central
de esta revolución democrática era la resolución
de la cuestión agraria, por lo cual significaba
la destrucción de todos los vestigios económicos
y jurídicos del feudalismo. Las inmensas tenencias de tierra
de la nobleza constituían una enorme barrera a la democratización
de la vida rusa y al desarrollo de la economía capitalista
moderna.
El concepto que lenín tenía de la revolución
burguesacontrario al de Plekhanovno se limitaba a
prejuicios políticos formales. Desde cierto punto enfocaba
la revolución demócrata burguesa desde adentro.
En lugar de comenzar con un esquema político formalla
necesidad absoluta de una democracia parlamentaria como consecuencia
inevitable de la revolución burguesaLenín
trató de deducir la forma política del contenido
social interno y esencial de la revolución.
Al reconocer las enormes responsabilidades sociales implícitas
en la revolución democrática rusa inminente, Lenín,
en oposición a Plekhanov, insistió que el éxito
no se podía lograr bajo el mando político de la
burguesía. El triunfo de la revolución democrática
burguesa en Rusia se podía garantizar sólo si la
clase obrera luchaba por la democracia independiente de, y en
oposición a, la burguesía. Pero debido a su inferioridad
cuantitativa, la clase obrera, por sí sola, no podía
formar la base mayoritaria de la revolución democrática.
El proletariado ruso, al abogar por un programa intransigente
que resolviera radicalmente las cuestiones agrarias, podía
movilizar bajo su dirigencia al campesinado ruso, que contaba
con millones y millones de gente.
¿Qué forma, pues, tomaría el estado al
basarse en un régimen que surgiera de la alianza revolucionaria
de estas dos grandes clases populares? Lenín propuso que
el nuevo régimen sería una dictadura democrática
del proletariado y el campesinado. En efecto, las dos clases
compartirían el poder estatal y conjuntamente presidirían
sobre la realización más completa de la revolución
democrática. Lenín no ofreció ningún
particular en cuanto al carácter preciso de los acuerdos
para compartir el poder que predominarían dicho régimen.
Ni tampoco definió o describió las formas de estado
a través de las cuales se pondría en práctica
esta dictadura basada en dos clases.
No obstante el radicalismo político extremo de la dictadura
democrática, Lenín insistió que su fin no
era la nueva organización económica socialísta
de la sociedad. Más bien, la revolución, por necesidad,
sería capitalista en términos de su programa económico.
Y tan es así que cuando abogaba por una resolución
radical de las cuestiones agrarias, Lenín le hacía
hincapié a que la nacionalización de las tierras,
dirigida contra los latifundios rusos, era una medida burguesa
democrática, no una medida éocialista.
En sus polémicas, Lenín nunca cedió paso
referente a este tema tan crucial. En 1905 escribió: Los
marxistas están absolutamente convencidos que el carácter
de la revolución rusa es burgués. ¿Qué
significa ésto? Significa, pues, que las transformaciones
democráticas...que se han hecho indispensables para Rusia,
no significa que, por sí solas, van a socavar al capitalismo
o al dominio burgués. Al contrario; por primera vez y de
manera genuina le abren paso al desarrollo amplio y rápido
del capitalismo en dirección europea y no asiática.
Por primera vez permiten que la burguesía gobierne como
clase [Trotsky, Escritos 1939-40, p. 57].
El concepto de Trotsky difería profundamente con el
de los Mencheviques y el de Lenín. No obstante sus conclusiones
diferentes, Plekhanov y Lenín basaban sus perspectivas
sobre un cálculo aproximado del nivel de desarrollo económico
ruso y de las relaciones de fuerzas sociales en existencia dentro
del país. Pero el verdadero punto de partida para Trotsky
no era el nivel económico de Rusia o sus relaciones de
fuerzas clasistas internas. Más bien era el contexto mundial
histórico dentro del cual la atrasada revolución
democrática rusa estaba destinada a desplegarse.
Trotsky analizó la trayectoria histórica de la
revolución burguesa, desde su manifestación clásica
en el Siglo XVIII, a través de sus vicisitudes en el XIX
y, por fin, en el contexto moderno de 1905. Explicó la
manera en que los cambios profundos de las condiciones históricasespecialmente
la evolución de la economía mundial y la entrada
de la clase obrera internacionalhabían alterado fundamentalmente
la dinámica social y política de la revolución
democrática burguesa. Las ecuaciones políticas tradicionales,
basadas en las condiciones que prevalecían a mediados del
Siglo XIX, ya no servían de mucho para lidear con la nueva
realidad.
Trotsky detectó las restricciones políticas de
la formula de Lenín. No era políticamente realista:
no resolvía la cuestión del poder estatal, sino
que lo evadía. Trotsky no aceptó que el proletariado
tendría que limitarse a medidas formales de carácter
democrático. La realidad de las relaciones de clase obligarían
a la clase obrera a ejercer su dictadura política en contra
de los intereses económicos de la burguesía. Es
decir, la lucha de la clase obrera por necesidad asumiría
un carácter socialista. Pero, ¿cómo iba a
ser esto posible dado el atraso de Rusiael cual, considerando
los límites de su propio desarrollo económicoclaramente
no estaba preparada para el socialismo?
Desde el interior de la Revolución Rusa, este problema
parecía que no tenía solución. Pero al verlo
desde afueraes decir, viendo a la Revolución Rusa
desde el punto de vista de la historia mundial y del desarrollo
internacional de la economía capitalista apareció
una solución inesperada . Por ende, ya para junio de 1905,
a medida que la Revolución Rusa progresaba, Trotsky notó
que el capitalismo ha convertido al mundo entero en un organismo
económico y político único. Trotsky
comprendió las implicaciones de este profundo cambio en
la estructura de la economía mundial:
Inmediatamente los eventos que ahora se depliegan adquieren
un carácter internacional y el horizonte se extiende enormemente
. La emancipación política de Rusia, dirigida por
la clase obrera, levantará a esa misma clase a un nivel
desconocido por la historia, le transferirá poderes y recursos
colosales y la convertirá en la iniciadora de la liquidación
del capitalismo mundial, para lo cual la historia ha creado todas
las condiciones objetivas [ La revolución permanente,
New Park, p. 240].
El planteamiento de Trotsky fue un adelanto teórico
asombroso. Así como la teoría de la relatividad
de Einsteinotro obsequio del 1905 a la humanidadfundamental
e irrevocablemente alteró los límites conceptuales
con que la humanidad había comprendido al universo y creó
los medios para abordar problemas que no habían podido
resolverse a través de la física clásica
de Newton, la teoría de Trotsky de la Revolución
Permanente fundamentalmente cambió la perspectiva analítica
con que los procesos revolucionarios se analizaban. Anterior a
1905, al proceso revolucionario se le consideraba como una sucesión
de acontecimientos nacionales cuyos resultados eran determinados
por la lógica de sus estructuras y relaciones socioeconómicas
internas.
Trotsky propuso otro enfoque: comprender que las revoluciones
modernas eran un proceso, esencialmente histórico y mundial,
de la transición de una sociedad clasistaarraigada
políticamente en los estados-nacionesa una sociedad
sin clases desarollada sobre una económica mundialmente
integrada y una humanidad unida a nivel internacional.
No creo que la analogía de Einstein sea tan extrema.
Desde cierto punto de vista intelectual, los problemas a los cuales
los teóricos revolucionarios se enfrentaban al comenzar
el Siglo XX eran similares a los que se enfrentaban los físicos.
Ya se había acumulado a través de Europa datos experimentales
que no podían reconciliarse con las fórmulas establecidas
por la física clásica newtoniana. La materia, por
lo menos al nivel de partículas sub-atómicas, rehusaba
comportarse tal como el Sr. Newton había dicho. La teoría
de la relatividad de Einstein estableció la metodología
conceptual para la comprensión del universo material.
De manera similar, el movimiento socialista se enfrentaba a
una inundación de datos socioeconómicos y políticos
que no podían explicarse dentro de la metodología
teórica que existía. La complejidad de la economía
mundial moderna no aceptaba explicaciones simplistas. Todas las
economías nacionales sentían, a nivel sin precedente,
el impacto del desarrollo económico mundial. Hasta las
economías en desarrollo manifestaban, como consecuencia
de las inversiones extranjeras, ciertas características
bastante avanzadas. Existían regímenes feudales
o semi feudales, cuyas estructuras políticas estaban arraigadas
en los vestigios de la Edad Media, que presidían sobre
una economía capitalista en que la industria pesada tenía
una gran influencia. Y en los países capitalistas subdesarrollados,
tampoco era raro toparse con una burguesía que tenía
menos interés en su propia revolución
democrática que la clase obrera indígena. Estas
contradicciones no podían reconciliarse con preceptos estratégicos
formales cuyo razonamiento presumía la existencia de condiciones
sociales no tan plagadas de contradicciones internas.
El gran éxito de Trotsky consistió en elaborar
una nueva estructura teórica al mismo nivel de las nuevas
complejidades sociales, económicas y políticas.
La propuesta de Trotsky no era nada utópica. Más
bien significaba una profunda comprensión del impacto que
la economía mundial tenía sobre la vida política
y social. El enfoque realista hacia la política y la elaboración
de una estrategia revolucionaria eficaz sólo era posible
si los partidos socialistas aceptaban, como punto de partida objetivo,
el dominio de lo internacional sobre lo nacional. Esto no significaba
simplemente el fomento de la solidaridad proletaria internacional.
Si el internacionalismo proletario no llegaba a entender que sus
bases fundamentales objetivas se arraigaban en la economía
mundial y que su teoría estratégica tenía
que basarse en la realidad objetiva de la economía mundial,
entonces estaba destinado a quedarse en ideal utópico,
esencialmente sin relación alguna al programa y a la práctica
de los partidos socialistas nacionales.
Al proceder de la realidad del capitalismo mundial, y reconociendo
que los acontecimientos rusos dependían objetivamente del
ambiente económico y político internacional, Trotsky
predijo la inevitabilidad del desarrollo socialista de la revolución
en Rusia. La clase obrera rusa se vería obligada a apoderarse
del poder y adoptar, de alguna manera u otra, medidas de carácter
socialista. Pero, al proceder sobre una trayectoria socialista,
la clase obrera de Rusia inevitablemente chocaría con los
límites impuestos por las fronteras nacionales. ¿Cómo
se podía resolver este dilema? Vinculando su destino a
la revolución europea y mundial, de la cual, a fin de cuentas,
su propia lucha era una manifestación.
Este fue el descubrimiento de un hombre que, igual que Einstein,
acababa de cumplir los veintiséis años. La teoría
de la Revolución Permanente de Trotsky hizo que el concepto
de la revolución mundial fuera realista. La época
de revoluciones nacionales había llegado a su fin; o para
ponerlo de manera más precisa, las revoluciones nacionales
sólo podían comprenderse dentro del armazón
de la revolución socialista internacional.
Trotsky y los bolcheviques
Si consideramos las profundas implicaciones del adelanto de
Trotsky, entonces podemos apreciar mejor a los Bolcheviques y
a los Mencheviques. No es mi intención menospreciar de
ninguna manera el significado de la gran proeza de Lenín,
que fue comprender, más profundamente que nadie, el significado
político de la lucha contra el oportunismo político
dentro del movimiento revolucionario y expandir de esa lucha a
todos los niveles administrativos y de trabajo del partido. Pero,
a pesar de cuestiones tan cruciales e importantes como la organización
revolucionaria, la experiencia del Siglo XX le ha enseñadoo
debería enseñarlea la clase obrera que hasta
la organización más firme y sólida, a menos
que se guíe de una perspectiva revolucionaria correcta,
a fin de cuentas puede llegar a convertirse en obstáculo
a la revolución.
La actitud de Trotsky hacia las tendencias del movimiento socialdemócrata
laborista ruso la determinaban sus perspectivas y programa. ¿Hasta
que punto estaba basado su programa político en un análisis
correcto de las fuerzas mundiales que determinarían la
evolución y el destino de la Revolución Rusa? Desde
este punto de vista, Trotsky estaba justificado en criticar el
programa y la orientación del Partido Bolchevique. Permítanme
leerles de un artículo que escribió en 1909, en
el que hace un análisis general de las líneas diferentes
que seguían las varias facciones dentro del Partido Socialdemócrata
Laborista Ruso.
Escribió: Lenín cree que las contradicciones
entre los intereses clasistas del proletariado y las condiciones
objetivas se resolverán cuando el proletariado se imponga
a sí mismo restricciones políticas y que esta restricción
propia provendrá de la consciencia teórica del proletariado
cuando se de cuenta que la revolución en que juega el principal
es burguesa. Lenín traslada la contradicción objetiva
a la consciencia del proletariado y la resuelve por medio de un
ascetismo clasista arraigado no en la fe espiritual, sino en las
tan llamadas fórmulas científicas. Sólo basta
examinar claramente esta interpretación intelectual para
darse uno cuenta de su idealismo desesperado.
La dificultad es que los bolcheviques se imaginan la
lucha de clases del proletariado solamente hasta el momento de
la revolución triunfante, luego de la cual [la lucha de
clases] se desvanecerá temporalmente en la coalición
democrática, para luego aparecer de nuevo en forma pura,
esta vez como lucha directa por el socialismo sólo después
de haber establecido un sistema republicano bien definido. Por
cuanto los mencheviques, quienes parten de la noción abstracta
que la revolución es burguesa y deducen que el proletariado
tiene que subordinar todas sus tácticas a las de la burguesía
liberal para asegurarle a ésta el poder estatal, los bolcheviques
también proceden de una noción igualmente abstractaque
la dictadura ha de ser democrática, no socialistay
deducen que el proletariado, una vez en el poder, va a imponerse
a sí mismo restricciones de carácter burgués-democráticos.
Es cierto que la diferencia entre ambos en cuanto al asunto es
considerable. Mientras que los aspectos anti-revolucionarios del
menchevismo ya son aparentes, los de los bolcheviques sólo
serán una amenaza en caso de la victoria [ nuestras
diferencias].
Esto fue asombrosamente presciente de lo que en realidad ocurrió
en la Revolución Rusa.
Una vez que el régimen zarista fue derrocado, las limitaciones
de la perspectiva de Lenín, en cuanto a la dictadura democrática,
inmediatamente se manifestaron con claridad. Trotsky continuó
[su polémica]: la clase obrera rusa se vería forzada
a tomar el poder y se verá cara a cara con los problemas
objetivos del socialismo, pero, en cierta etapa, el atraso económico
del país prevendrá la solución de estos problemas.
No hay salida de esta contradicción dentro de los límites
de una revolución nacional. Así, pues, Trotsky
claramente identificó que los límites de la perspectiva
de Lenín no se debían solamente a su visión
política, sino que esa visión procedía de
una apreciación nacional, no internacional, del marco en
que la Revolución Rusa se desplegaba.
En 1909 escribió: El gobierno obrero se enfrentará
al problema de unir sus fuerzas con las del proletariado socialista
de la Europa Occidental. Solamente de esta manera podrá
su hegemonía revolucionaria temporál convertirse
en prólogo a la dictadura socialista. Para el proletariado
ruso, la revolución permanente será asunto de autopreservarse
a sí misma como clase. Si un partido obrero no demuestra
suficiente iniciativa para ejercer tácticas revolucionarias
agresivas, si se auto limita a una dieta frugal de dictadura puramente
nacional y democrática, las fuerzas reaccionarias unidas
de Europa no perderán tiempo en hacerle bien claro a la
clase obrerasi es que está en el poderque ésta
tiene que consagrar todas sus fuerzas a la lucha por la revolución
socialista.
Esta fue en realidad la cuestión central. El análisis
político de la forma de poder estatal surgía, a
fin de cuentas, de las diferentes apreciaciones del significado
de lo internacional como factor determinante del resultado político
del movimiento revolucionario. Tenemos que hacer el siguiente
punto al poner en tela de juicio al Partido Bolchevique. Todo
programa, en último instante, refleja la influencia e intereses
de fuerzas sociales. En los países con desarrollo capitalista
subdesarrollado, en que la burguesía es incapaz de defender
consistentemente la misión nacional y democrática
de la revolución, sabemos que parte de esa misión
se le plantea a la clase obrera, que se ve obligada a adoptar
y asumir esas exigencias democráticas y nacionales que
retienen un significado progresista. Han habido muchas ocasiones
durante el curso del Siglo XX en que el movimiento socialista
se ha visto obligado a asumir esas responsabilidades democráticas
y nacionales y a atraer a sus propias filas elementos para quienes
esa misión tiene significado fundamental; para quienes
las aspiraciones socialistas e internacionales de la clase obrera
no tienen tanta importancia. Creo que se puede decir que semejante
proceso tuvo gran influencia sobre la evolución del Partido
Bolchevique. Cierto que Lenín representaba, dentro de la
realidad interna del Partido Bolchevique, la oposición
más firme contra semejantes prejuicios nacionalistas, pequeño
burgueses y democráticos.
Me gustaría leerles un artículo escrito en diciembre
de 1914, luego que estallara la Primera Guerra Mundial.
¿Es el sentido de orgullo nacional ajeno a nosotros,
los proletarios Gran Rusos que tenemos consciencia de clase? ¡Claro
qué no! Amamos nuestro idioma y nuestra patria, y estamos
tratando lo mejor posible para que a sus masas trabajadoras
(nueve décimos de la población) adquieran consciencia
socialista y democrática. Para nosotros es extremadamente
doloroso ver y sentir los atropellos, la opresión y las
humillaciones que nuestro digno país sufre a manos de los
carniceros zaristas, los nobles y los capitalistas. Nos enorgullecemos
de la resistencia a estos ultrajes que sale de nuestro ambiente,
de los Gran Rusos. De ese ambiente han surgido Radischev, los
Diciembristas y los comuneros de los setenta; la clase obrera
Gran Rusa que en 1905 formó un poderoso partido revolucionario
de las masas; y el campesinado de la Gran Rusia, que comenzara
a adoptar la democracia y a derrocar al clero y a los dueños
de tierra...
...Tenemos gran orgullo nacional porque la nación
Gran Rusa también ha creado una clase revolucionaria; porque
también se ha mostrado capaz de darle a la humanidad
grandes modelos para la lucha por la libertad y el socialismo,
y no sólo modelos para las persecuciones, la hileras de
andamios para la horca, los calabozos, el hambre y la escasez
y el temible servilismo a los curas, los zares, los latifundistas
y los capitalistas.[2]
El autor de estas líneas fue Lenín. Sería
injusto leer el artículo como si hubiera sido una concesión
política de Lenín al chauvinismo de la Gran Rusia.
Toda la biografía de Lenín muestra su oposición
inflexible al nacionalismo Gran Ruso. No obstante, este artículo,
con el que Lenín trató de ejercer cierta influencia
revolucionaria sobre estos sentimientos nacionalistas tan profundamente
arraigados en las masas trabajadoras y utilizar estos mismos sentimientos
para propósitos revolucionarios, refleja la susceptibilidad
que [Lenín] tenía no sólo hacia los fuertes
sentimientos nacionalistas en la clase obrera, sino también
en varias secciones de su propio partido. No existe una correspondencia
exacta entre el mensaje que un autor desea comunicar y la manera
en que ese mensaje se interpreta, pues éste sufre cierta
degradación a medida que su público se va ampliando.
Lo más probable es que varios de los sectores menos avanzados
de los trabajadores del partido hayan interpretado la apreciación
de Lenín por las tradiciones revolucionarias de la gran
clase obrera rusa como exaltación de la capacidad revolucionaria
de los Gran Rusos. No obstante su formulación izquierdista,
éste también representa cierto chauvinismo con insinuaciones
políticas peligrosas, como señaló Trotsky
en 1915.
Escribió [Trotsky]: Analizar las posibilidades
de una revolución social dentro de fronteras nacionales
significa caer víctima a la estrechez nacionalista de la
esencia del patriotismo social. Por lo general no se debería
olvidar que en el patriotismo social existe, al ladito del reformismo
más vulgar, un mesianismo nacionalista revolucionario que
considera que su propio estado naciónsea a causa
de su nivel industrial o de su estructura democrática y
conquistas revolucionariasha sido llamado para conducir
a la humanidad hacia el socialismo o hacia la democracia. Si la
revolución triunfante realmente se pudiera concebir dentro
de las fronteras de una nación única y más
adelantada, este mesianismo, en conjunto con un programa de defensa
nacional, tendría cierta justificación histórica
relativa. Pero de hecho esto es inconcebible. La lucha por proteger
la base nacionalista de una revolución con semejantes métodos
termina por socavar a la revolución misma, la cual puede
comenzar sobre suelo nacional, pero no puede completarse sobre
esa base bajo la dependencia económica, militar y política
actual que los estados europeos tienen entre sí. Esto nunca
se nos fue revelado con tanta fuerza como lo ha sido durante la
guerra actual.
Valdría la pena considerar las condiciones bajo las
cuales el mismo Lenín juzgó su perspectiva política.
No cabe duda que su análisis de la economía mundial
bajo el impacto de la Primera Guerra Mundial le facilitó
un conocimiento más profundo de la dinámica de la
Revolución Rusa y, en esencia, lo llevó a adoptar
la perspectiva que por tantos años había sido asociada
con Trotsky.
Cuando Lenín pronunció sus Tesis de Abril,
todos los que estaban en la sala inmediatamente comprendieron
que su argumento era muy parecido al de Trotsky. Inmediatamente
fue acusado de trotskismo. Este hecho nos ayuda a
comprender la inmensidad de la contribución intelectual
de Trotsky al éxito de la revolución ese mismo año.
Ya Trotsky había contribuido el marco intelectual y político
dentro del cual el debate en el Partido Bolchevique podía
avanzar. No cayó como relámpago inesperado. Si la
personalidad de Lenín y su estatura indisputable dentro
del Partido Bolchevique hicieron posible que la victoria de la
nueva perspectiva fuera rápida, también es el caso
que estos conceptos, de los cuales Trotsky había sido pionero,
facilitaron la lucha que Lenín entabló, especialmente
bajo condiciones en que las masas rusas del 1917 se dirigían
a la izquierda.
En cierto sentido, lo que ocurrió en la primavera, el
verano y el otoño de 1917 fue una expresión mucho
más profunda de los sucesos políticos que habían
ocurrido doce años atrás. Me gustaría leerles
un trozo interesante del libro titulado Los orígenes
del bolchevismo, del menchevique Teodoro Dan. Hace la siguiente
observación acerca del 1905:
Las experiencias de los Días de Libertad [el climax
de la Revolución de 1905] fueron tales que amboslos
mencheviques y los bolcheviques fueron casi empujados hacia
el trotskismo. Durante un breve período, el trotskismo,
el cual, para ser justo, todavía no tenía apelación,
por primera y última vez en la historia de la socialdemocracia
rusa se convirtió en su elemento conciliatorio
Es decir, bajo condiciones del movimiento más explosivo
de la clase obrera rusa hacia la izquierda, la perspectiva de
Trotsky adquirió estatura y prestigio inmensos. Esto ya
había ocurrido en 1905, y se repitió de manera más
explosiva, poderosa e histórica en 1917. El triunfo de
1917 fue, en gran parte, el triunfo de la perspectiva trotskista
de la Revolución Permanente. Lo que ocurrió en 1922
y 1923es decir, el principio de la reacción política
contra la Revolución de Octubre y el resurgimiento del
nacionalismo ruso dentro del Partido Bolcheviquecreó
las mejores condiciones para la reaparición de las antiguas
tendencias anti-trotskistas dentro del mismo partido. Es imposible
analizar las tendencias de esa época como si no tuvieran
ninguna relación a las divisiones políticas que
habían existido dentro del partido. Ello no significa que
éstas eran precisamente iguales.
Las tendencias sociales que comenzaron a dominar en 1922-23
eran muy diferentes a las que el bolchevismo usó como base
para su expansión en 1917. El desarrollo del bolchevismo
durante el año revolucionario se basó en la radicalización
explosiva de la clase obrera en los centros urbanos principales.
Las fuerzas sociales que le dieron ímpetu a la expansión
del partido en 1922 y 1923, y que llenaron de preocupación
a Lenín, no fueron, en su mayoría, elementos proletarios.
Provinieron específicamente de las clases medias bajaspara
no decir de los vestigios de la antigua burocracia zaristaen
las zonas urbanas para quienes la revolución había
abierto grandes oportunidades carreristas. Estos elementos consideraban
que la Revolución Rusa había sido, más o
menos, un acontecimiento nacional, no internacional. Ya para principios
del 1922 Lenín comenzaba a hacer sus advertencias acerca
de este fenómeno: el surgimiento de este bolchevismo nacionalista.
Sus admoniciones acerca del desarrollo de estas tendencias chauvinistas
se tornaron más y más estridentes. Como ya sabemos,
esas advertencias, para finales del 1922 y principios del 1923,
tenían su blanco: Stalin, a quien Lenín se refirió
en sus últimos artículos como el individuo que representaba
el resurgimiento del gran abusador Gran Ruso.
La lucha contra el trotskismo fue básicamente el resurgimiento
de la oposición política a la teoría de la
Revolución Permanente dentro del partido. ¿Qué
le previno a Trotsky de declarar esto públicamente? Pienso
que la respuesta ha de encontrarse en las circunstancias extraordinariamente
difíciles que la última enfermedad y muerte de Lenín
crearon. Sospecho que a Trotsky le fue casi imposible expresarse
objetivamente, como habría preferido, acerca de las diferencias
que anteriormente lo habían separado de Lenín. El
único lugar donde esa diferencia encontró una expresión
objetiva y completamente honesta fue en la famosa carta final
de Joffe, donde éste le mencionó a Trosky que a
menudo había escuchado a Lenín decir que, referente
a cuestiones fundamentales de perspectiva, había sido Trotskyy
no élquien había tenido la razón, inclusive
en cuanto a la cuestión de la Revolución Permanente.
Durante 1923 y 1924, trotsky había tratado de inculcarle
a los cuadros del partido Bolchevique una actitud más crítica
hacia el ambiente nacional, el cual consideraba como enemigo principal
de la elaboración de una perspectiva verdaderamente socialista.
Existen muchos trozos en Problemas de la vida cotidiana artículos
brillantesen los que reveló la relación entre
el atraso del ambiente nacional ruso y los grandes problemas a
los cuales la clase obrera rusa se enfrentaba al elaborar los
programas políticos socialistas y al iniciar la socialización
de la vida económica rusa. Sólo mucho después,
hacia el fin de su vida, Trotsky explícitamente declaró
que la lucha contra el trotskismo en la Unión Soviética
tenía sus raíces en las diferencias dentro del Partido
Bolchevique antes del 1917. En 1939 escribió: Se
puede decir que en su totalidad, el estalinismo, elevado a nivel
teórico, surgió de las críticas de la Revolución
Permanente tal como se había formulado en 1905 ( Escritos
1939-1940, p. 55].
¿Cómo se recordará a Trotsky? ¿Cuál
es su significado en la historia del socialismo? Creo que trotsky
será recordadoy seguirá ocupando un lugar
enorme en la consciencia del movimiento revolucionariocomo
el arquitecto teórico de la revolución mundial.
Por supuesto, vivió más que Lenín y se enfrentó
a nuevos problemas. Pero existe una continuidad básica
en todas las obras de Trotsky desde 1905 hasta su muerte en 1940.
La lucha por la perspectiva de la revolución mundial es
el tema decisivo y esencial de toda su obra. A Lenín lo
contiene totalmente la revolución Rusa, pero para Trotsky
ésta fue un episodio de su vida. Claro, fue un episodio
de importancia primordial, pero fue solamente un episodio en la
trama mayor de la revolución socialista mundial.
Trotsky y el marxismo clásico
Un repaso de la obra de Trotsky luego que cayera del poder
tiene mayor alcance de lo que es posible abarcar en una sola charla.
Pero al concluir esta presentación, quiero darle hincapié
a un elemento crítico del patrimonio teórico de
Trotsky: su papel como último y mayor representante del
marxismo clásico.
Al referirnos al marxismo clásico, tenemos en mente
dos conceptos fundamentales: primero, que la fuerza revolucionaria
esencial de la sociedad es la clase obrera; y segundo, que la
misión esencial de los marxistas es trabajar infatigable,
teórica y prácticamente para establecer su independencia
política [de la clase obrera]. La revolución socialista
es el objetivo final de esta sostenida e intransigente labor.
La independencia política de la clase obrera no se logra
por medio de tácticas astutas, sino, de la manera más
fundamental, a través de la preparación, en primer
y último lugar, de su vanguardia política. No existen
atajos. Cómo Trotsky frecuentemente advirtiera, el peor
enemigo de la estrategia revolucionaria es la impaciencia.
El Siglo XX ha sido testigo a las más grandes victorias
y las más trágicas derrotas de la clase obrera.
Hay que asimilar las lecciones de los últimos 100 años.
Nuestro movimiento es el único que ha emprendido esa misión.
En la historia nada se desperdicia ni se olvida. El próximo
resurgimiento de la clase obrera internacionaly el alcance
internacional de ese resurgimiento lo ha garantizado la
integración mundial de la producción capitalistatendrá
que verse con el renacimiento intelectual del trotskismo; es decir,
el marxismo clásico.
Notas:
1. El trotskismo internacional, p. 322, Tomo 21, pp.
103-04
2. Tomo 21, pp.103-04
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