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Bush torpedea tratado de armas biológicas
By Patrick Martin
29 agosto 2001
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En el último round entre el gobierno de los EE.UU. y
el resto del mundo, el presidente Bush anunció que rechazaría
el tratado sobre armas biológicas, echando por la borda
siete años de arduas negociaciones. Donald A. Mahley, principal
representante estadounidense en la reunión sobre guerra
biológica celebrada en Ginebra, dijo que el borrador de
210 páginas del acuerdo contenía errores serios
y sustantivos.
El tratado cuenta con el apoyo de casi todos los 55 países
que se reunieron en Ginebra, inclusive Japón, Canadá
y las potencias europeas. Los 143 países participantes
en la Convención de Armas Biológicas de 1972 acordaron
que el borrador del nuevo protocolo estaría listo para
noviembre de este año. El nuevo borrador incluye un mecanismo
de coacción que se limita al tratado actual.
La acción de los EE.UU. recibió duras críticas
internacionales, no sólo por vetar el tratado a última
hora, sino también porque el gobierno de Bush no ofreció
ninguna alternativa. Sin la participación estadounidense,
donde se encuentra el 40% de las compañías farmacéuticas
y biotecnológicas, el borrador del protocolo está
prácticamente muerto.
Un funcionario alemán declaró al Washington Post
que la presión ejercida por la industria química
y farmacéutica ya había mermado las disposiciones
para inspeccionar las plantas sospechadas de producir armas biológicas.
La industria y los ejecutivos siempre quieren limitar las
medidas intrusas. Se oponen a que burócratas vengan a examinar
las plantas, dijo el funcionario. Una de las razones
por las cuales no tenemos un protocolo de peso es que la comunidad
industrialincluyendo la norteamericanase aseguró
que no existiera ningún mecanismoexigente.
Debido a la presión de los industrials estadounidenses,
se hace más difícil para que el protocolo sobre
armas biológicas ordene un investigación internacional
cuando se sospecha que una planta esté produciendo armas
biológicas. Bajo el tratado internacional que prohibe las
armas químicas, los inspectores tienen el derecho de visitar
cualquier planta al menos que se opongan tres cuartos de los países
que participan en el tratado. Pero el tratado de armas biológicas
requiere sólo un voto mayoritario para autorizar una inspección.
La postura del gobierno de los EE.UU. introduce dos criterios
diferentes: uno para los EE.UU. y otro para el resto del mundo.
Los representates estadounidenses se quejaron por un lado que
el borrador del protocolo era muy estrícto, y que exponía
a las plantas biomédicas norteamericanas y los laboratorios
de guerra biológica del Pentágono a ser espiados;
por otra parte, sosteníanque era muy débil y facilitaba
la trampa por parte de países como Irán e Irak.
Un funcionario de los EE.UU. dijo que el procedimiento de inspección
le permitiría a gobiernos extranjeros usar inspecciones
para acosar a los laboratorios de gobiernos comprometidos con
la defensa biológica. También les permitiría
robar secretos industriales. En otras palabras, de acuerdo al
Departamento de Estado, los inspectores internacionales de armas
son espías y provocadoresexactamente lo que el gobierno
de Irak ha estado diciendo acerca de los inspectores de armas
de las Naciones Unidas que cuentan con el respaldo de los EE.UU.
El mismo funcionario dijo que su gobierno había decidido
que el rápido desarrollo de la biotecnología hacía
imposible verificar si los países estaban cumpliendo con
las prohibiciones de armas biológicas. Sin embargo, Washington
ha reclamado repetidas veces que ha detectado operaciones de guerra
biológica en Irak. Esto se inició durante la Guerra
del Golfo, cuando se destrulló una factoría iraquí
que producía una fórmula para bebés. Hace
tres años, bajo las órdenes de Clinton, cohetes
teledirigidos destruyeron una planta productora de vacunas y medicinas
ubicada en la capital sudanesa, Jartum, bajo el pretexto de que
era un laboratorio de armas biológicas controlado por Osama
bin Laden.
El gobierno de Bush también sostiene que el hecho de
que Irán y otros países acusados por los EE.UU.
de desarrollar armas biológicas han aceptado firmar el
tratado prueba que las disposiciones para su cumplimiento son
inadecuadas. Irán tiene un programa ofensivo de armas
biológicas, dijo el funcionario. Irán
no firmaría un documento que le impediría seguir
haciendo trampa.
Esto es obviamente un callejón sin salida. El gobierno
de Bush exige que hay que oponerse al tratado porque Irán
lo está firmando. Pero si Irán rehusa públicamente
firmarlo, Washington diría que tal acción justifica
rechazar el tratado. Eso fue lo que hizo con el Acuerdo de Kyoto
sobre el medio ambiente debido a que China y la India no habían
aceptado reducir la emisión de gases tóxicos que
el tratado requería.
Todos los caminos conducen a Roma, y todos los argumentos del
gobierno de los EE.UU. llevan al rechazo de los tratados internacionales.
No se trata sólamente del protocolo de guerra biológica,
sino de acuerdos internacionales uno tras otro:
El gobierno de Bush rechazó el Acuerdo de Kyoto sobre
el calentamiento mundial inmediatamente después que Bush
asumiera la presidencia. A fines de Julio, 178 países aprobaron
una nueva versión del tratado en una conferencia en Bonn,
donde el único país ausente fue los EE.UU.
El gobierno de Bush se ha opuesto al establecimiento de un
Tribunal Penal Internacional contra el genocidio y los crímenes
de guerra. El Pentágono se opuso vigorosamente a la formación
de tal tribunal. Los serbios y rwandaneses pueden ser arrastrados
ante el tribunal de La Haya, que cuenta con el apoyo de los EE.UU.,
pero los oficiales estadounidensesy presidentesdeben
gozar de la inmunidad.
Bush ha declarado en repetidas ocasiones su intención
de eliminar el Tratado sobre los cohetes teledirigidos antibalísticos
que firmara con Rusia, ya sea por acuerdo recíproco con
Moscú, o al ejercer su derecho de retirarse unilateralmente
con aviso anticipatorio de seis meses.
Bajo el gobierno de Clinton, el congreso, bajo control republicano,
rechazó el Comprehensive Test Ban Treaty, que había
sido ratificado por casi todas las naciones del mundo. Clinton
así afirmaba su derecho sin restricciones de detonar armas
nucleares.
A inicios de Julio pasado, los EE.UU. contundentemente se opuso
a un acuerdo promocionado por las Naciones Unidas para inspeccionar
y reducir el lucrativo comercio internacional de armas, declarando
que violaría la segunda enmienda de la constitución
estadounidense (ofendiendo así a la Asociación Nacional
de Armas).
El Departamento de Estado anunció el 26 de Julio que
los EE.UU. no enviaría delegados a la próxima Conferencia
Mundial Contra el Racismo, que se realizará en Durban,
Sudáfrica, al menos que los organizadores de la conferencia
eliminen dos puntos de la agenda: el debate sobre el zionismo
como forma de racismo, y la cuestión de reparaciones a
las víctimas de la esclavitud y el colonialismo.
Esta litanía no muestra ningún aislamiento,
como sostiene la oposición del Partido Demócrata,
sino una arrogante insistencia por parte de la Casa Blanca, el
Pentágono y el Departamento de Estado que ellos seguirán
mandando a nivel mundial. Se trata de una política reaccionaria
y nacionalista de imponer unilateralmente los deseos de los EE.UU.,
basándose en el concepto exagerado de la supremacía
militar y en la vieja convicción de dominio económico
estadounidenses.
La política unilateral de los EE.UU. tiene un significado
más fundamental. Demuestra cuan futiles son los esfuersos
de poner fin al militarismo, racismo, contaminación ambiental,
etc., por medio de tratados internacionales entre países
capitalistas rivales. Los acuerdos en papel no pueden remediar
los males sociales que son producto de las contradicciones objetivas
del sistema capitalista mundial. Lo que se necesita es la movilización
de la clase obrera a una escala internacional, contra el sistema
de estados-naciones y los intereses de los grandes negocios.
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