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: Español
Tercer Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos
Aires
El cine necesita una perspectiva nueva
Por David Walsh
7 Junio 2001
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Esta es la primera parte de una serie de artículos
sobre el tercer festival anual de cine independiente celebrado
en Buenos Aires del 9 al 29 de abril.
Buenos Aires es una ciudad extraordinaria, pero el festival
que recientemente se celebró en esta capital reveló
los mismos problemas generales ya encontrados en Toronto, Berlín,
San Francisco, Londres, Singapur y demás lugares. La seriedad
misma con que las películas en Buenos Aires fueron escogidas
le hace hincapié al hecho que, en la realidad, el cine
ha llegado a un callejón sin salida a nivel internacional.
Esto no significa que no haya artistas creando obras serias y
sinceras (por ejemplo, La plataforma, del chino Jia Zhangke;
Peppermint Candy [ Dulce de menta], de Chang-Dong
Lee, de Corea del Sur; Durian Durian, de Fruit Chan, de
Hong Kong; y El círculo, del iraní Jafar
Panahi). Pero sí que hay que aclarar algo: hasta estos
directores son muy limitados, lo cual quizás sea lo más
revelador de las dificultades actuales.
Sólo podemos llegar al origen de este callejón
sin salida de la realidad actualy quizás obtener
alguna idea de como escaparlosi consideramos varios temas
de interés social e histórico.
Hay aquellos que sugieren, más o menos superficialmente,
que el estancamiento del cine se debe principalmente al dominio
que los grandes conglomerados, con sus agendas sociales e ideológicas,
le tienen al cine comercial. No cabe duda que la época
de presupuestos de $150 millones no conduce ni a la iconoclasia
ni a la verdadera experimentación. Pero es demasiado fácil
culpar a Hollywood de todo esto.
Sería otra cosa si el cine artístico independiente
de Los Estados Unidos, Europa y el Japón estuvieran produciendo
obras oposicionistas, estimulantes y verdaderamente le llevaran
la corriente contraria al peso muerto del cine comercial. Pero
de ninguna manera es este el caso. En realidad, el producto del
tan llamado cine independiente de Los Estados Unidos, por ejemplo,
es mucho más débil que el de los estudios mayores.
Por lo menos estos últimos muestran ciertas capacidades
tecnológicas y, ocasionalmente, cierto talento en la argumentación
de los libretos. El hecho es que, en años recientes, gran
cantidad de individuos ha tenido los recursos y la facilidad para
producir películas independientes de los estudios; sin
embargo, han dicho poco de valor.
No hay nada más doloroso que los esfuerzos de un amateur
estadounidense de la clase media, de treinta años de edad,
a quien nunca le haya pasado un pensamiento serio por la mente
o no haya participado en ninguna lucha seria. La situación
en Europa no es más prometedora. Varios directores franceses
han llevado el ensimismamiento a nuevos apogeos (Assayas, Ozon,.
Carax, Jacquot, Kahn, etc.). Otros, que no tienen nada que decir,
es especializan en filmar escenas de sexo ( Romance, Baise-moi,
Intimacy, etc.). Aparentemente, a este cine ya se le ha
llegado a conocer como el cine del cuerpo. El cine
italiano y el alemán guardan gran silencio y el español
y el escandinavo (grupo Dogma, el islandés y el
finlandés, etc.) han recibido más elogios de lo
que merecen.
Lo mejor que se puede decir de los realizadores de cine ex
soviéticos y de la Europa Oriental es que continúan
confusos y desorientados (o por lo menos lúgubres). Los
japoneses, enfrentándose a la creciente inestabilidad económica
y política, siguen filmando películas amaneradas
y carentes de naturalidad en varios géneros, o que son
senciallamente triviales y que, a mi parecer, no perdurarán.
El cine argentino (del cual hablaremos separadamente), que naturalmente
recibió atención en Buenos Aires, demuestra las
mismas tendencias generales de sus contrapartes internacionales.
La mayoría de las personas que participan en la industria
cinematogáfica ni siquiera están conscientes que
existe un gran abismo entre el contenido de sus obrasque
principalmente trata los dilemas, digamos no muy intrigantes,
de sectores de las clases media y altay, por otra parte,
los extraordinarios acontecimientos de la década anterior
y la realidad convulsiva a la cual se enfrenta una gran mayoría
de la población mundial.
Los realizadores de películas han ignorado casi por
completo muchos eventos cruciales de nuestra época. Ejemplos:
el desplomo de la Unión Soviética, la guerra del
Golfo Persa, los orígenes históricos del conflicto
de los Balcanes (y no simplemente informes impresionistas del
barbarismo), la catástrofe social en África, Latinoamérica
y gran parte de Asia, la decadencia de los movimientos sindicalistas
obreros tradicionales, la expansión explosiva de la desigualdad
social, las consecuencias de la economía internacionalizada
(globalizada)y mostrado una extraordinaria falta
de interés en los problemas humanos relacionado a todo
ello.
El artista no puede de ninguna manera significante escapar
su época. El espíritu de toda época,
como sugirió Trotsky, se manifiesta en todas las personas,
en aquellos que conscientemente tratan de comprender y encarnar
las realidades [de esa época] y también en aquellos
que tratan de luchar contra esas realidades o buscar la manera
de escaparlas. El hecho que la tendencia dominante del cine no
hace ningún esfuerzo para enfocarse sobre un análisis
serio de la vida social nos provee bastante información
acerca de la época actual y de los sectores de la población
que, durante los últimos años, le han sacado buen
provecho a la prosperidad de la industria de los espectáculos
y a la bolsa de valores.
Una gran cantidad de intelectuales se ha ido a la derecha.
Hay cantidades crecientes de intelectuales y artistas que están
pensando lo impensable. Es decir, que se están acomodando
al, o preparando el campo para acomodarse con, el sistema actual.
El decaimiento del espíritu de oposición dentro
de ciertas capas ha sido un proceso prolongado que ha traversado
varias décadas. Ahora comienza a asomarse la fruta maligna.
Un ejemplo completamente odiable es La reina, de Werner
Schroeter, veterano de la contracultura alemana. Aunque nunca
ha sido exponente de la política radical, ha realizado
un documental acerca de la vida y obra de la actriz alemana, Marianne
Hoppe. Hoppe se quedó en Alemania bajo los nazis, donde
siguió su carrera. Aparentemente hizo películas
nacionalistas y pro guerra, entre otras tantas. Casi ni ofrece
disculpas por su comportamiento. Limita su explicación
a que no se podía tener valor...me reprocho a mí
misma. Dice: Me quedé, pero por lo menos no
fui amable con ellos [los naziz].
Durante toda la película, Hoppe y otros continúan
dirigiéndose a un tal estimado Gustaf La fotografía
de un viejo programa de teatro revela que éste no es más
nadie que Gustaf Gründgens, que en 1936 fuera la inspiración
de la novela deKlaus Mann, Mefisto (y de la película
de Istvan Szabo en 1981). Bajo los auspicios de Herman Göering,
Gustaf Grundgens, que había sido miembro del Partido Comunista,
tuvo una carrera triunfante en la Alemania nazi y ha llegado a
simbolizar el artista o intelectual quecolaboró con el
fascismo para avanzar su carrera. Hoppe no fue amable
con los nazis. Lo fue sólo con los que fueron amables
con los nazis. Dudo que esta película, tan completamente
vergonzoza, ofenda a nadie. Ofenderse y protestar están
fuera de moda. Parece que la insignia del momento es: Vivamos,
dejemos a los demás vivir, y sigamos con nuestras carreras.
Esto ha de tener un significado especial en la Argentina, donde
la dictadura militar asesinó aproximadamente 30,000 personas
entre 1976 y 1983. ¿Causaría hostilidad una película
que justifique las acciones de un actor/actriz que avanza su carrera
mientras miles son raptados y torturados? Me gustaría pensar
que sí.
Después de la reconciliación, de Anne-Marie
Miéville, aunque no tan despreciable como la de Schroeter,
es una película significante. Miéville ha estado
trabajando con el director francés, Jean-Luc Godard, con
quien está casada, desde mediados de los 1970. La película
consiste de una conversación entre cuatro personas. Es
pretenciosa y sufre de un palabrerío enorme. Los protagonistas
son una pareja casada. Los actores son Miéville y Goddard.
Es una película llena de joyas epigramáticas:
Desconfíe del contador del narrativo, no del narrativo
mismo; Hablar acerca de la conversarsión sólo
puede ser una entrevista; Es mejor desistir cuando
uno sabe lo que va a suceder; y etc. Es en un esfuerzo miserable,
pomposo, aburridor. Puede que el tema de la película sea
la reconciliación personal, pero no se le puede ignorar
título tan insinuante. En cierto momento alguien dice,
Habíamos anticipado algo.... ¡Efectivamente!
Gran parte de esta generación se ha reconciliado al
status quo, pero no sólo durante el período
reciente. Según tengo entendido, Godardquien hiciera
varias películas extraordinarias durante los 1960 y casi
nada de valor consistente desde ese entonces(y muchos otros)
firmaron un contrato con Dios o con el diablo cuyos términos
fue lo siguiente: seremos izquierdistas extremos por
aproximadamente cinco años y luego, si las cosas no andan
bien, se nos permitirá rabietas con pucheros, nos tendremos
lástima sí mismos durante el resto de nuestra existencia
y le explicaremos a todo el mundo como todo y todos (la historia,
la clase obrera) nos ha defraudado. ¡No se puede hacer gran
cosa con gente de esta índole!
Nagisa Oshima, japonés veterano realizador de películas
( El imperio de los sentidos), también ha contribuido
una película dudosa. Tabú, historia sobre
el homoerotismo y la represión, presta atención
minuciosa al mundo samurai. No dudo que alguien me comente que
esta película es en realidad una crítica. No obstante,
cuando un artista muestra una actitud tan reverencial y obsesiva
hacia el ámbito fascista/militarista, uno tiene el derecho
a recurrir al escepticismo.
De ninguna manera quiero dar por entender que no existen tendencias
oposicionistas o de crítica social entre los escritores
y directores de cine. Me acabo de referrir a ciertas obras que
tienen cierto valor. Hubo otras: La fe del volcán,
de Argentina, quizás The State I'm In [ Tal como
estoy (?)], de Alemania y, sorprendentemente, Il prezzo,
de Italia.
Puesto que tienen objetivos más ambiciosos y tratan
de ampliar sus horizontes lo más posible, estas obras demuestran,
de la manera más gráfica, varios de los problemas
actuales.
Los mejores realizadores de películas son capaces de
recrear, con extraordinaria exactitud, ambientes específicos,
momentos históricos y males sociales. En sus obras se pueden
encontrar momentos específicos de belleza asombrosa y verdades
extraordinarias. Pero cuando éstas tratan el cuadro histórico
universaly ésta es la esfera donde la labor más
crítica tiene que realizarsehasta los mejores realizadores
contemporáneos se pierden. Esto perjudica sus esfuerzos
de manera notable.
La plataforma, por ejemplo, trata la transformación
de la China durante los 1980. Al principio predominan la retórica
maoista y una pobreza distribuida más o menos igual. Al
final, el proceso por medio del cual la propiedad colectiva se
convierte en privada, la formación de un nuevo sector de
empresarios pequeños (y otros no tan pequeños) ya
ha avanzado bastante. El director muestra varias consecuencias
de este proceso para sus cuatro personajes principales, dos hombres
y dos mujeres.
La película cuenta con escenasd extraordinarias, sobretodo
las del empobrecido minero del carbón, primohermano de
uno de los dos protagonistas masculinos. Tiene una escena que
retumba con la verdad: el minero va a la mina, donde el gerente
bestial le ladra y le advierte que tiene que firmar un documento
que exonera a la gerencia de toda responsabilidad por los accidentes
y que hace constar que su familia recibirá $500 si él
muere.
Hay que notar, sin embargo, que La plataforma por lo
general tiende a congelarse en composiciones admirables pero estáticas.
El hecho que han aparecido versiones diferentes de varios metrajes
indican cierta problématica: Jia Zhang-ke, el joven director,
trata muchos problemas y contradicciones sociales, pero tiene
dificultad en separar lo esencial de lo prescindible y en darle
a su obra coherencia general.
Durian Durian , de Fruit Chan, le sigue
a El pequeño Cheung, otra obra del director. Esta
última se desarrolla en Hong Kong; la primera toma lugar,
en su mayoría, en la China continental. La película,
cuyo título se refiere a una fruta de sabor amargo, trata
principalmente la crónica de una joven, estudiante graduada
de una escuela provincial china de baile clásico, que,
por tres meses, para poder ganar dinero en Hong Kong, se ve obligada
a convertirse en prostituta. Con el capital primitivo acumulado
puede abrir un pequeño negocio. Si el dinero no es suficiente,
tendrá que regresar a Hong Kong. La cinta es extraordinaria
de muchas maneras, pero se tiene la impresión que Chan,
hasta cierto punto, se está repitiendo a sí mismo.
No pongo en duda la sinceridad de los realizadores, pero hay
que preguntarse: ¿se consideran a sí mismos izquierdistas
estos directores? Y si el caso es así, ¿qué
significan por ello? ¿Qué piensan del régimen
chino? ¿Lo consideran comunista? Si creen que
sí, ¿desde cuál punto de vista se oponen
a él? Si no lo consideran [comunista], ¿acaso han
considerado una alternativa verdaderamente socialista?
En el sentido más concreto e inmediato, ¿cómo
pueden los directores chinos, taiwaneses y de Hong Kong que se
consideran, de alguna manera u otra, oposicionistas al status
quo, llegar más lejos sin comprender concretamente
la índole del estado chino; sin analizar el estalinismo
maoista y sus pretensiones; y sin hacerle una crítica a
la revolución China y a sus contradicciones, las cuales
se originaron, a lo más temprano, entre 1925 al 1927?
Las mismas preguntas generales también podríanse
dirigir a los realizadores iraníes: Kiarostami, Makhmalbaf
y otros, cuyo enfoque humanista también ha
llegado a sus límites. ¿Pueden proceder sin comprender
como el levantamiento de las masas en 1979 llevó a un régimen
absolutamente reaccionario al poder? ¿Por qué había
un vacío de fuerzas políticas progresistas en esa
época? ¿Cuál es la historia del Partido Tudeh
y del estalinismo en Irán? ¿Cuál fue el impacto
de la Revolución Rusa sobre los intelectuales y artistas
iraníes?
Esto no sólo se le aplica a películas que explícitamente
tratan temas históricos o sociales. ¿Cómo
es posible tramar con exactitud la psicología de cualquier
personaje sin enfrentarse al pasado? Supongamos, por ejemplo,
que un director de películas argentino emprende la realización
de una película acerca de un banquero de 55 años
de edad. Veinticinco años atrás, ¿había
sido éste izquierdista que luego se desilusionó
o se acobardó a causa de la reacción? ¿Fue
colaborador de la dictadura militar o alguien que guardó
silencio?
A la ficción no se le puede extirpar la historia. A
ser así, los resultados son evidentes: películas
triviales, superficiales. Dulce de menta, del koreano Lee
Chang-Dong, aunque quizás sufra de nitidez excesiva, es
de las pocas cintas que trata analizar la personalidad humana
desde el punto de vista histórico.
La crisis de perspectiva, la desorientación histórica
generalizada, contiene varios elementos. En algunos casos, el
factor de la corrupción material entra en cuenta. Hay aquellos
que intencionalmente permanecen ciegos a los aprietos de la humanidad
que sufre. A éstos los entregamos al destino. Lo que nos
concierne es la situación intelectual de los artistas que
son honestos y sienten compasión, aunque nunca podemos
decontar del todo las presiones que los intereses de clases y
castas causan.
A fin de cuentas, hasta los artistas contemporáneos
más serios carecen, cuando hay que luchar para mejorar
las cosas, de la confianza basada en la información política
y científica. Esto se debe principalmente a que no han
comprendido, a fuerza de trabajo, las grandes experiencias del
Siglo XX, sobre todo la Revolución Rusa de 1917, el surgimiento
del estalinismo y sus crímenes contra la clase obrera internacional
y la oposición socialista e internacionalista al estalinismo,
cuyo partidiario y teórico principal fue León Trotsky.
Siempre que a esas experiencias críticas no se les comprenda
de manera consciente, la versión oficial de los
acontecimientos, basada en la gran falsedad que el estalinismo
fue la verdadera expresión del marxismode hecho fue
todo lo contrariopredomina y conduce a las conclusiones
más pesimistas: que la revolución social es, como
mucho, una utopía sin esperanzas y, como menos, una receta
para el desastre social. Entonces se hace imposible examinar las
circunstancias sociales actuales de la manera más crítica
y genuina, es decir, desde el punto de vista de su índole
transitoria, como conjunto de condiciones que ha de cederle paso
a principios sociales de mayor categoría.
Según mi pensar, un verdadero renacimiento del cine
no ocurrirá hasta que una tendencia revolucionaria y pro
socialista fuerte comienze a manifestarse.
Hablando en términos generales, la unión
del arte y la burguesía durante el Siglo XIX, la
cual, como Trotsky observara, fue estable aunque no siempre
feliz, fue posible siempre que las clases gobernantes mantuvieran
regímenes política y moralmente democráticos'
. Aproximadamente durante el primer tercio del convulsivo
Siglo XX, el arte encontró gran parte de su sustento al
oponerse al orden burgués y a sus instituciones artísticas.
Las flaquezas del arte durante las últimas décadas
tienen su origen, en el sentido más amplio, en el hecho
que el estalinismo socavó el movimiento obrero socialista
y la cultura de oposición principista que éste alentaba.
A la misma vez, el deterioro de la sociedad capitalista hizo que
el renacimiento serio del arte y de la vida intelectual dependiera
de un punto de vista impuesto por la oposición y la lucha
anti capitalista. De estas circunstancias peculiares surgió
la peculiar idea que una vanguardia no tuviera una
orientación social avanzada, una vanguardia sencillamente
consagrada al estilo visual, como si ni el contenido
del tema para estudiarse visualmente, ni la actitud
del artista hacia esos temas, ya hubieran dejado de tener el menor
significado. Esta idea vacua del vanguardismo ha contribuido a
una atmósfera insular, cínica e indiferente hacia
los problemas sociales en muchas esferas artísticas.
La evolución del arte, que, a su vez, tiene tan gran
impacto sobre la sociedad, le exige a todo un sector de artistas
e intelectuales que se viren conscientemente hacia cuestiones
de la historia y la vida social. Esta no es una exigencia impuesta
o arbitraria. Es de las verdades más elementales y urgentes
de la vida contemporánea.
El arte es uno de los medios a nuestro alcance para comprender
la realidad. Entre el arte y la ciencia no existe ninguna barrera
absoluta. Si no le damos a nuestro conocimiento una comprensión
objetiva de como la sociedad ha llegado a su estado actual y,
por lo tanto, a un concepto de lo que hay que hacer para cambiar
y mejorar las cosas de manera fundamental, el arte no va a progresar.
El arte fundamentalmente trata los problemas humanos, inclusive
la cuestión principal de estar libre de la opresión
y de la explotación. ¡Qué absurdo y contraproducente
sería argüir que los artistas deberíano
que puedencontinuar andando a tientas, confiando en el azar
o en lo puramente intuitivo!
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