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Crítica de cine
¿Por qué ha provocado tanto interés en
Estados Unidos La Pasión del Cristo?
Por David Walsh
29 Marzo 2004
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el autor
Esta crítica de cine, escrita por David Walsh, apareció
en el WSWS en su inglés original el 5 de marzo, 2004.
La cinta ha sido dirigida por Mel Gibson, co escritor del
guión con Benedict Fitzgerald.
La Pasión del Cristo, dirigida por Mel Gibson,
es una película repugnante en lo extremo pero, aún
así, no deja de ser significativa. No ofrece ninguna revelación
nueva acerca de la vida de Jesús o de sus enseñanzas,
o acerca de la relación entre la religión y la vida
moderna (aún desde el punto de vista de los creyentes),
pero sí revela, hasta cierto punto, varias inquietudesy
cierta mentalidadcontemporáneas que dominan en Estados
Unidos. En este sentido, la cinta no es una obra teológica
y mucho menos de valor artístico. Más bien, es un
grito de corazón muy revelador, lo que por obligación
informa este análisis.
La cinta se estrenó en Estados Unidos la semana pasada
con mucha bulla y oficio. Atrajo grandes públicos, sobretodo
a los cristianos fundamentalistas. Por lo general, la prensa ha
tratado con gran respeto. El periódico "amarillo"
de Rupert Murdoch, el New York Post, le dedicó su primera
página. El New York Daily News hizo lo mismo. Casi todos
los periódicos principales del país la han puesto
en primera plana, y la televisión le ha prestado más
atención de la cuenta. Varios comentaristas, principalmente
judíos y de tendencia liberal, la han criticado.
El público ya conoce bastante bien los hechos esenciales
de la producción de La Pasión. Gibson, astro de
la pantalla en varias películas dramáticas y de
acción durante las dos últimas décadas, pertenece
a una secta tradicionalista Católica que, entre otras cosas,
rechaza las reformas del Segundo Consejo del Vaticano de 1962-1965.
Su padre, Hutton Gibson, niega el Holocausto y por décadas
ha criticado ferozmente a la jerarquía de la iglesia. Gibson
padre considera que ese Consejo, que, entre varias cosas, oficialmente
absolvió al pueblo judío de ser responsable de la
muerte de Cristo, es "un complot masónico respaldado
por los judíos".
El actor financió la cinta con fondos privados y la
filmó en Italia en latín y arameo. James Cazievel
(La línea roja), quien desempeña el papel de Jesús,
es otro Católico devoto. A finales de febrero anunció
en un programa evangélico de entrevistas (El club de
los 700), "Creo que nací para hacer este papel".
Gibson presentó la cinta por primera vez el año
pasado, cuando todavía no estaba terminada. El público
consistió de cristianos fundamentalistas y de otras figuras
políticas y de la prensa cuya política es derechista.
No se permitió que asistieran participantes potencialmente
negativos.
La película trata las últimas doce horas de la
vida de Jesús. Se basa en los cuatro Evangelios del Nuevo
Testamento y en otros adornos escritos siglos después,
sobretodo la versión de la Pasión de acuerdo a la
monja agustina alemana, Anne Catherine Emmerich (1774-1824), mística
y anti semita, cuya obra, La dolorosa pasión de nuestro
Señor Jesucristo, añade varios detalles sádicos
a los evangelios y hace muchas referencias a la "chusma judía",
a la cual pinta de "cruel", "perversa" y "despiadada".
La crueldad y violencia de la cinta de Gibson repugnan. Puede
que en este sentido se distinga de todas las películas
anteriores. El castigo de Jesús dura dos horas sin cesar.
Lo golpean, abofetean, escupen, azotan, flagelan, torturan y,
por último, lo clavan en la cruz. Todos estos sangrientos
y horripilantes detalles han sido filmados con placer. Las imágenes
y la trama de La Pasión del Cristo son profundamente
anti semitas. Y extrañamente, a pesar de toda su furia
y violencia, en ningún momento nos conmueve
El director afirma que se limitó a las últimas
doce horas de la existencia de Jesús para enfatizar la
"grandeza de su sacrificio". Pero parece que otros motivos
influyeron. Puesto que la trama es de visión tan limitada,
es casi imposible debatir el mensaje religioso y social de Jesús.
La película también le hace caso omiso a un hecho
muy importante: Jesús gozaba de gran popularidad entre
amplios sectores de la población judía de Jerusalén.
Según los Evangelios, las masas de la ciudad lo habían
recibido con gran regocijo pocos días antes de su crucifixión.
Es con esta entrada triunfal que la mayoría de los narrativos
acerca de la Pasión comienzan.
Pero la versión de Gibson comienza con el conflicto
psicológico de Jesús durante la víspera de
su crucifixión en el Jardín de Getsemaní.
Jesús está muy consciente de lo que le espera; le
pide a Dios un sucesor, pero termina diciéndole, "Hágase
tu voluntad". Un siniestro y andrógeno Satanás
lo tienta y se burla de él (él/ella aparece a través
de la película).
Judas, antiguo discípulo, lo traiciona. Jesús
es arrestado. ¿Por qué los soldados romanos, instigados
por los sumos sacerdotes judíos, arrestan a Jesús
de noche? Gibson nunca contesta esta pregunta, porque una respuesta
seria tendría que tomar en consideración el temor
de los romanos: que el encarcelamiento de un profeta carismático
despertara al pueblo judío y éste se lanzara a las
calles.
La extrema violencia comienza inmediatamente tras la captura
de Jesús. Gibson dramatiza una de las invenciones de Emmerich:
los soldados romanos cuelgan a Jesús, atado con cadenas,
por la baranda de un puente hasta que casi lo matan.
Lo llevan ante el sumo sacerdote judío, Caifáss.
Es condenado por hereje y blasfemo. Cuando las autoridades le
preguntan si todavía cree que es hijo de Dios, afirma que
lo es. Lo escupen y lo ultrajan de nuevo. Los ofendidos judíos
gritan, "¡ A la muerte!"
Con razón León Wiseltier ha escrito en la revista,
New Republic, lo siguiente: "El personaje de Caifás,
desempeñado con deleite repugnante por el actor Mattia
Sbragia, tienen sus orígenes en la obra teatral sobre la
Pasión en Oberammergau [Alemania], que muestra a los judíos
como asesinos del Cristo]. Igual que los otros sacerdotes compinches,
lleva una barba gris al estilo rabino. Viste una manta con rayas
del color del dinero. Se mueve con astucia, y se expresa con burla
y desprecio. Sus acciones son tan friolentas como el hielo. Lo
único que exige es la ejecución". Wieseltier
observa que todas estas imágenes son "clásicamente
anti semitas".
Poncio Pilato y otros funcionarios romanos vacilan y tratan
de evitar que Jesús sea condenado a muerte, pero los líderes
judíos son totalmente incapaces de la menor piedad. Su
ira aumenta y piden más sangre. Gibson capta el espíritu
delirante de Emmerich: "El sufrimiento de Jesús, en
vez de ocasionar la compasión en esos judíos fríos
e indiferentes, simplemente los llenó de repugnancia y
los hizo más soberbios. Sus crueles senos no conocían
la más mínima compasión".
Caifás y la "muchedumbre judía" exigen
la muerte de Jesús, pero Pilato promete sólo "castigarlo".
En una escena de media hora de duración, un grupo de soldados
romanos bestiales felizmente lo azotan, flagelan y golpean. Es
de los cuadros más repugnantes de toda la cinta. Primero
los salvajes soldados flagelan a Jesús con tubos de metal.
Luego lo azotan con un látigo de nueve ramales con punta
de metal que primero usan contra una mesa para averiguar si es
efectivo. Claro, las astillas saltan por todas partes. Cuando
lo usan para flagelar la espalda de Jesús, pedazos de piel
y carne saltan por el aire. La torture por fin terminatortura
que ningún ser humano podría sobreviviry el
cuerpo de Jesús queda como masa de carne estriada y sangrienta.
Le ponen la corona de espinas: otra excusa para más sufrimiento
y ríos de sangre.
Pero la muchedumbre judía no queda satisfecha con este
castigo y exige la muerte de Jesús, quien está casi
inconsciente; le cuelgan los pellejos. Pilato teme que ocurra
una rebelión popular y accede a las exigencias de la chusma.
Ordena que lo crucifiquen. Jesús marcha al Calvario con
una enorme cruz a cuestas. (En tres de los Evangelios, otra persona
que la carga. Según la historia, sólo los criminales
eran obligados a cargar la cruz.) Otra escena horripilante: cuando
clavan las manos y los pies del profeta mientras soldados romanos
borrachos le infligen dolores insoportables. Clavado en la cruz,
Jesús pide perdón por aquellos que lo han perseguido
y muere. Cuando uno de los centuriones clava una lanza en el costado,
brota la sangre como un manantial. En el epílogo, Jesús
se levanta entre los muertos y, excepto por las llagas en las
palmas de las manos, no lleva el más leve rasguño.
El programa de Gibson
¿Qué podemos descifrar de todo esto?
Gibson es artista de talento. Como actor es obviamente muy
capaz. Su Hamlet (dirigido por Franco Zefirelli) no fue brillante,
pero tuvo sus momentos y de vez en cuando nos conmovió.
Nació en Estados Unidos pero se crió en Australia.
Apareció en varias películas de acción violentalas
series Mad Max y Lethal Weaponpero no sin
antes participar en varias cintas de la "Nueva Ola"
australiana que ocurrió a principios de la década
del 70 con directores tales como Peter Weir y Gillian Armstrong
a la cabeza. Gibson dio actuaciones bastante directas en Tequila
Sunrise y The River. Su personalidad (y es posible
que parte de ella encuentre su expresión en esta cinta)
muestra, en partes iguales, una mezcla de afabilidad, confusión
e imprudencia que no le teme a la muerte.
Como director (The Man Without a Face y Braveheart)
ha tenido sus momentos. La manera en que muestra a Poncio Pilato
en La Pasión, quizás el único personaje
con la libertad de expresar las complejidades humanas, revela
cierta susceptibilidad. Gibson hace todo lo posible para comprender
al personaje, pero aparentemente la ideología que lo domina
no pudo evitar que tratara a los jefes judíos de la misma
manera.
En general los personajes son caricaturas. El espectador eventualmente
acepta el derrame de sangre con pasividad o, para no sufrir más,
se siente obligado a cerrar los ojos . El resultado es una película
tediosa, monótona, que carece valor artístico e
intelectual. Muestra varios milagros, pero no hace nada para explorar
los elementos sagrados, místicos y épicos de la
religión o de la fe religiosa. La trama es totalmente banal
y friolenta. Excepto por la extrema violencia, la película
fácilmente se olvida.
El espectador presencia la destrucción de un cuerpo
humano pasivo y casi inerte, lo cual es un espectáculo
horrible que no necesariamente causa la compasión profunda.
Para verdaderamente sentir el significado de la muerte de Jesús
hay que comprender el significado de su vida. No importa cuantas
veces Gibson haya hablado de lo profunda que es su fe, el Cristo
que muestra en la pantalla es un don nadie sin alma. Su madre,
María Magdalena y sus partidarios son reducidos a espectadores
horrorizados. Los únicos que muestran ánimo son
los torturadores y los opresores. Y esto es bastante curioso,
pues es difícil comprender como esta película puede
convencer al escéptico o al que duda la veracidad de las
doctrinas de Jesús.
Tenemos que insistir de nuevo: la manera en que Gibson trata
la persona de Jesús poco tiene que ver con la fe Católica
o Cristiana tradicional, o con la iconografía histórica
de sus diferentes ramas. La Pasión consiste de tres
o cuatro capítulos en cada Evangelio (En Mateo, 26-28;
En Marco, 14-16; en Lucas, 22-24; y en Juan, 18-21). Marco simplemente
dice, "Y era la tercera hora, y así lo crucificaron".
Los Evangelios le hacen hincapié a las enseñanzas
de Jesús, no a su muerte tan horrible.
Un sacerdote Católico canadiense, Gérald Caron,
ha escrito lo siguiente: "Hacer semejante espectáculo
de la Pasión y muerte de Jesús totalmente desvinculadas
del mensaje y de la misión de su vida es, desde el punto
de vista teológico, un error. No fue la sangre que derramó,
ni su sufrimiento, lo que nos redimió, sino su muerte,
que fue, como nos dice Marco en 10:45, "la apoteosis de una
vida de servicio". Fue el precio que tuvo que pagar, no a
Dios, sino para mantener su fe en la misión de su vida.
Fue su visión del reino de Dios que lo llevó a la
cruz, no al revés".
No se puede imaginar el arte occidental, desde Giotto hacia
finales del 1200 y a principios de 1300, hasta la magnífica
era de los grandes pintores seculares holandeses del Siglo XVII,
sin imágenes de Jesús y sobretodo de su Pasión.
Casi todos los pintores más destacados pertenecen a la
lista de artistas que rindieron el sufrimiento y muerte del Cristo:
Bellini, Mantegna, El Greco, Bosch, Dürer, Caravaggio, Van
Dyck, Piero della Francesca, Fra Angélico, Grünewald,
Ticiano, Correggio, Rembrandt, Leonardo (La última cena),
Miguel Ángel, Rafael, Tintoretto, Boticelli, Van Eyck,
Cranach, Rubens, Velásquez y muchos más.
Puede que mucha de la gente que asiste a museos contemporáneos
se sientan molestos con las imágenes religiosas, pero hay
que admitir que éstas tuvieron una gran significado colectivo
espiritual para los artistas y el público de ese entonces.
Como dijo Trotsky, "el libro de cuentas" del cristianismo
tenía "cifras dobles"; no hizo desaparecer los
males de la tierra, pero los resolvió ficticiamente. La
sociedad, a través de la Iglesia, le entregó a las
masas oprimidas un pagaré que podían canjear en
la otra vida. No obstante, la muerte y resurrección de
Jesús fueron una consolación a los artistas y espectadores,
pues era el Dios hecho carne; un ser de gran compasión
hacia los afligidos que había muerto para salvarlos, cuyo
retorno prometió el paraíso sobre la tierra.
La Pasión del Cristo de Mel Gibson es una obra
sin ningún amor o compasión por la humanidad. Todo
lo que tiene que ver con Jesucristo, en el mejor sentido
de la palabra, ha dejado de existir en la película.
Las películas épicas filmadas después
de la Segunda Guerra Mundial (Quo Vadis, La manta,
Demetrio y los gladiadores, Rey de reyes, Barrabás,
The Greatest Story Ever Told), a pesar de su torpeza y
tonterías ocasionales, por lo menos trataban ciertos temas:
la tolerancia, la redención, la oposición a la opresión
oficial, la crueldad. Fue sobretodo después del Holocausto
y la carnicería de dos guerras mundiales que los realizadores
de películas sintieron que el mensaje universal de la hermandad
y la resistencia atraería la atención del público.
Muchos recordamos la escena en Ben Hur (1959), del director
William Wyler, en que Jesús le da agua a un esclavo sediento.
La acción enoja a un soldado romano, quien amenaza a Jesús,
quien simplemente se detienela apoteosis de la compasióny
se queda mirando al soldado, quien retrocede lleno de admiración.
En cierto sentido, cada generación crea a Jesús
en su propia imagen. El Evangelio según San Mateo (1964),
del director italiano, Pier Paolo Pasolini, pertenece más
o menos a la era de radicalización que conocemos como la
"teología de la liberación". Esta película
de Pasolini, la cual no escapa nuestras sospechas que en parte
es producto del oportunismo político (hasta cierto punto
fue resultado del convenio entre el Partido Comunista Italiano
y la Iglesia Católica a principios de la década
del 60), a veces nos deja estupefactos. El Cristo de Pasolini
violentamente arroja a los prestamistas del templo, ordena a sus
discípulos a entregar sus bienes y a separarse de sus familias,
y expresa su compasión por los pobres y los débiles.
Pero Gibson tiene otra cosa en mente. Es posible que este actor/director
no abogue por un programa político específico, pero
tampoco es un inocente. Sus acciones revelan cierta orientación
general: el verano pasado presentó una versión incompleta
de la película ante gente como Peggy Noonan, del Wall
Street Journal; Kate O'Beirne, escritora cuyos artículos
se publican simultáneamente en varias publicaciones del
país; Linda Chávez, analista del canal de televisión,
Fox News Channel; y David Kuo, director asistente del programa
del gobierno de Bush cuyo objetivo es establecer una "iniciativa
basada en la fe". Todos son bribones derechistas.
La rama tradicionalista Católica siempre se ha vinculado
a la política de la derecha. Michael Cuneo, en su obra,
El humo de Satanás, escribe que "lo más
que le gustaría" a sus practicantes "es regresar
a la Francia de Louis XIV o a la España de Franco, donde
el Catolicismo reinó sin rivales sobre la vida cultural
y las otras religiones existían sólo para su beneficio".
En Veredicto sobre Vichy, Michael Curtis señala
que el arzobispo francés, Marcel Lefebvre, uno de los fundadores
del movimiento tradicionalista, y sus seguidores apoyaron una
ideología de extrema derecha muy anti semita. Por muchos
años le brindaron santuario a Paul Touveir, quien había
torturado y asesinado a judíos mientras servía de
policía en Vichy durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo es posible que Gibson, tan vinculado a
semejantes ideas y ámbitos, le pueda hacer justicia al
mensaje tan humanoy tan profundamente subversivode
Jesús en los Evangelios?
El filósofo alemán Hegel cita el sermón
de Jesús en el Monte: "Bienaventurados los de corazón
puro, pues de ellos será el reino de los cielos".
Según Hegel, es "un aforismo de la más simple
nobleza". Este "corazón puro", nos dice
Hegel citando de nuevo al sermón, expresa un gran amor
por los que "buscan la paz", por aquellos que son "perseguidos
sólo porque son rectos y buscan la justicia", por
aquellos que luchan por la "perfección, aún
cuando vuestro Padre de los cielos es perfecto". ¡Qué
sentimientos tan extraordinarios!
Inevitablemente, comenta Hegel, esta doctrina tan exigente
tiene que asumir una forma "polémica" (revolucionaria
y práctica), y sigue con que "todo lo que pueda perturbar
la pureza del alma ha de ser destruido". De nuevo cita a
Jesús: "Si han de alcanzar la perfección, vayan
y vendan todas sus posesiones y dádselas a los pobres,
y así encontrarán vuestro tesoro en la gloria. Venid.
Síganme". Hegel termina por añadir que si "obedeciéramos
este precepto, una revolución social habría de ocurrir;
los pobres se convertirían en los ricos".
Socialistas siempre se han notado el parecido que existe entre
el cristianismo de los primeros años y el movimiento socialista
de la clase obrera. Ambos comenzaron como movimientos de los oprimidos;
el cristianismo como movimiento de los esclavos y esclavos liberados,
de gente privada de todo derecho. Ambos movimientos abogan pory
predicenun futuro libre de la esclavitud y la miseria. El
Cristianismo cree que la salvación puede lograrse en el
más allá; el socialismo lucha por transformar las
condiciones aquí en la tierra. Ambos movimientos han sido
víctimas de crueles persecuciones, en ciertos momentos
de la historia declarados al margen de la ley y enemigos del orden
social en existencia.
Este contenido subversivo y socialista, que por lo menos encuentra
expresión, aunque a veces efímeras, en todas las
películas épicas del pasado, no asoma la cabeza
en la Pasión de Gibson. ¿Y cuál es
el verdadero contenido afirmativo que lo reemplaza?
Una personalidad marginada
Críticos como Wieseltier y otros pueden apuntarse varios
tantos a expensas de la película y hasta pueden mostrar
cierta indignación. Richard Cohen del Washington Post indica
el culto de la violencia en la obra de Gibson y la llama "medio
fascista". Pero ninguno de estos críticos liberaleso
liberales en otra épocani siquiera menciona que La
Pasión del Cristo nos puede enseñar algo acerca
de la vida contemporánea estadounidense y de sus malcontentos.
Es evidente que Gibson es cierto tipo de derechista, pero la
película simplemente no se puede reducir a esas dimensiones,
aunque se podría afirmar que sin duda se ha convertido
en elemento de la campaña de Bush y hasta en cierta sección
de la plataforma política Republicana.
La película es testamento a un proceso socio psicológico
mucho más general. Lo que muestra de la manera más
enfática es la amargura, el resentimiento y hasta la auto
compasión de ciertos capas sociales definidas.
En la representación tradicional de la Pasión,
los soldados romanos y los circunstantes judíos nos representan
a nosotros, es decir, a la humanidad, incluyendo al artista. La
muerte de Jesús saca de nosotros nuestra capacidad para
la maldad, la indiferencia, la nobleza. El objetivo es poner estas
cualidades en relieve para que podamos examinarnos a nosotros
mismos; para ver hasta que punto llega "la nobleza de nuestros
corazones". Pero a Gibson estas cosas no le interesan. Trata
estas consideraciones con indiferencia.
Más bien es el impulso semi autobiográfico lo
que informa la obra de Gibson. Esto no significa que nos estamos
refiriendo a su estado psicológico particular. El actor/director
muy bien puede considerarse a sí mismo como ser perseguido,
agraviado y (metafóricamente) azotado; y la verdad es que
puede que varios demonios personales influyan en este proceso,
pero la mezcla de agresión y pasividad en la mente de Gibson
es secundaria.
Aquí nos referimos a cierto tipo social amargado y trastornado.
La tendencia política (en el sentido más amplio)
que Gibson representa, la cual tiene raíces relativamente
profundas en Estados Unidos y se ha vuelto más pronunciada
durante los últimos años, por lo regular es asociada
con grandes resentimientos y paranoia.
Estos individuos y grupos de la derecha se han convencido totalmente
que los estadounidensesy los cristianos en particularson
una especie a punto de desaparecer y que se enfrenta a un mundo
universalmente hostil. Para esta gente, el planeta está
repleto de enemigos, y los eventos del 11 de septiembre confirmaron
este hecho. Es la capa social para la cual el llamado de Bush
para entablar la cruzada contra el "eje del mal" fue
una reivindicación y un grito de guerra. Recordemos que
el hijo apareció en una película titulada Conspiracy
Theory en la cual su personaje dice lo siguiente: "Alguien
tiene que levantar la postilla...la postilla supurante del Vaticano".
Claro, la película de Gibson atrae a los elementos más
paranoicos, y sobretodo a capas enteras de cristianos fundamentalistas.
¿No significa este crecimiento del cristianismo evangélico
(y su variante Católico) la expresión ideológica
concentrada de la creciente confusión y desorientación
de una gran cantidad de gente en Estados Unidos?
No es difícil comprender este fenómeno. Sólo
hay que considerar los enormes cambios que han ocurrido en la
sociedad estadounidense durante las últimas décadas.
En primer lugar se encuentran las transformaciones económicas:
la destrucción o la decadencia de industrias y regiones
enteras; los cambios causados por la globalización'
y la computarización; la desaparición casi total
no sólo de las regiones tradicionalmente agrícolas,
sino de los pueblos pequeños. Y también ha de tomarse
en cuenta los cambios demográficos en la estructura de
la familia, en las lealtades religiosas y en la militancia de
los sindicatos obreros. En general, todas las antiguas alianzas
se han relajado o dejado de existir.
El gobierno toma decisiones completamente a escondidas de la
población: irse en guerra o planear otras; eliminar los
programas del bienestar social; cancelar los servicios esenciales
o eliminar del todo los reglamentos que los rigen. Al mismo tiempo,
la sociedad oficial anula el consenso liberal, se va cojeando
hacia la derecha y promueve toda clase de ideas retrógrada,
inclusive la superstición y la intolerancia religiosa.
¡Nada de esto se discute ni se debate! Para las masas,
la vida política de Estados Unidos debe parecer un desierto:
distante, extraño, hostil. El sistema de sólo dos
partidos, que desde el punto de vista de la historia ya es un
cadáver, aplasta a los vivos con su peso tan enorme y aparentemente
inamovible.
¿Debería sorprendernos, pues, que grandes capas
de la población se siente impotente, marginada, apabullada
y hasta flagelada? Existen en Estados Unidos millones de almas
angustiadas y atormentadas que se sienten abandonadas, traicionadas,
a merced de sus perseguidores. Esta enorme desesperación,
debido a que no ha podido relacionarse a un gran movimiento social
progresista, actualmente encuentra su expresión en varias
formas, muchas de las cuales son poco atractivas y hasta anti
sociales. La diagnosis errónea de estos síntomas
o hacerse uno el ciego ante esta realidad significa menospreciar
lo profundo de la crisis que azota a Estados Unidos.
Tenemos la seguridad que La Pasión del Cristo
no va a causar la misma reacción en Europa Occidental,
y no porque el pueblo estadounidense sea intrínsecamente
vulnerable a la locura religiosa, aunque existen dificultades
ideológicas arraigadas en la historia de Estados Unidos.
En ningún otro país del mundo industrializado han
podido las clases dominantes lograr tanto éxito como en
Estados Unidos (con la asistencia indispensable de las burocracias
de los sindicatos obreros) para destruir los programas sociales,
reducir los niveles de vida a favor de las ganancias empresariales
y paralizar toda oposición y resistencia.
El multimillonario Gibson no se encuentra entre los oprimidos.
El "suspiro de los oprimidos", como Marx una vez se
refirió al impulso religioso, no existe en esta película.
Pero ese mismo suspiro, aunque sólo parcialmente, lo expresa
la reacción del pueblo a la cinta. La Pasión
del Cristo es una cinta reaccionaria, pero no se debe llegar
a la conclusión que la mayoría de los que la han
vistoprobable en su gran mayoría miembros de la clase
obrera y la clase media bajatambién es una capa reaccionaria.
Esta no es una película de mensaje social obvio. Si Gibson,
o aquellos con los que ahora él se asocia dentro y por
los alrededores del gobierno de Bush, presentara un mensaje político
derechista y misantrópico en su película, las masas
la ignorarían.
Trotsky una vez señaló que un dirigente político
"siempre es una relación entre seres humanos: el individuo
que satisface la necesidad colectiva". Gibson no es líder
político, pero se podría decir que todo fenómeno
cultural importante, aún el más retrógrada,
también significa "una relación entre seres
humanos": la reacción a las exigencias de la sociedad.
Pero esta exigencia, sin embargo, es muy difusa, confusa y compuesta
de elementos distintos.
Los que ven La Pasión se engañan a sí
mismos si creen ésta significa más de lo que muestra.
Su popularidad, en una situación en que reina la confusión
ideológica, se extiende a distintas capas sociales, aún
a aquellas que son adversarias. Como hemos puntualizado más
arriba, existen elementos ultra derechistas, para no decir medio
fascistas, a quienes les fascina la violencia, la amargura y la
paranoia de la película; quienes ven a Estados Unidos abatido
y perseguido por los árabes y otros "terroristas",
por los ingratos y vengativos alemanes y franceses, parecidos
a los fariseos. Fuerzas reaccionarias que desean que el pueblo
de Estados Unidos se acostumbre a hacer sus propios "sacrificios".
Pero la película también atrae a aquellos que
verdaderamente son oprimidos, que valiente e inútilmente
tratan en estos momentos de "abrazar la cruz" impuesta
por la vida cotidiana. El sufrimiento de Jesús los consuela
y los capacita a comprender el suyo. Este es un esfuerzo que no
carece de nobleza. No obstante, esta misma reacción tiene
otro efecto debilitante: expresa la doctrina de la pasividad y
resignación ante el destino. Esta gente todavía
no comprende, en gran parte, sus propios problemas y circunstancias.
La Pasión del Cristo es una película reprensible.
Los que la alaban o disminuyen su carácter reaccionario,
o que permanecen callados por temor a las represalias de la derecha
cristiana fundamentalista, a fin de cuentas sirven como conductores
de la reacción política.
Desde el punto de vista artístico e intelectual, la
película es insignificante, pero ha provocado una reacción
que va más allá de la película misma y de
su director. No importa el destino que le espera, la película
de Gibson pone en relieve, más que otra cosa, la creciente
inestabilidad social y moral de la sociedad capitalista de Estados
Unidos, la cual inexorablemente se dirige a su propia y curiosa
Pasión.
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