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El crack del 2008 y las perspectivas para el 2009
Por Nick Beams
20 Febrero 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio en
su inglés original el 2 de enero del 2009.
Siempre que una reseña histórica es hecha, ciertos
años atraen atención debido a los decisivos eventos
con los que están asociados. Los años 1914, 1929,
1933, 1939 y en tiempos más recientes 1956 y 1989 son algunos
que me vienen a la mente. El año 2008 está destinado
a unirse a este grupo.
Ese fue el año cuando lo que se suponía imposible
ocurrió: El sistema mundial capitalista sufrió un
fallo financiero que ahora amenaza con repetir, o incluso eclipsar,
aquél que comenzó en 1929.
Las cifras hablan por sí mismas. El gobierno de los
EE.UU. por sí solo está comprometido en proveer
más de 8 trillones de dólares para apoyar al sistema
financiero. Las tasas de interés cobradas por bancos centrales
alrededor del mundo han sido rebajadas a cifras récord,
en el caso de los EE.UU. a casi cero, en un desesperado intento
para prevenir un colapso financiero.
El año ha acabado con las bolsas de valores alrededor
del mundo mostrando pérdidas no vistas desde los peores
años de la Gran Depresión. En los EE.UU., el índice
S&P ha caído 38,5% con mucho de la caída
en los últimos meses para registrar sus peor resultado
desde la caída de 47,1% en 1931.
En Japón, el índice Nikkei cerró el año
con una pérdida de 42,1%, excediendo el antiguo récord
de 38,7% en 1990, cuando la burbuja de acción y tierra
colapsó. En Corea, el índice Kospi cerró
el año con una pérdida de 40,7%. Ambos resultados
asiáticos son los peores desde que empezaron a registrarse
y alrededor de Europa ocurrieron descensos similares.
El colapso de los mercados financieros ahora está siendo
igualado por el declive de la economía real. El próximo
año la producción económica total de las
economías capitalistas avanzadas caerá por primera
vez desde la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo a Olivier Blanchard,
economista jefe del Fondo Monetario Internacional, la contracción
en la demanda "puede exceder cualquier cosa vista desde la
Gran Depresión de los años 30".
En noviembre, Japón, la segunda economía más
grande del mundo, registró un declive mensual de 8% en
la producción industrial, el más largo en la historia.
En Corea, una de las mayores economías industriales del
mundo, el declive en la producción industrial para noviembre
fue de 14,1% comparado con el año previo, la caída
más brusca que se haya registrado.
Y las perspectivas para los EE.UU., el corazón de la
economía global, se han convertido, en las palabras de
un reciente reporte del Levy Economics Institute, "en
únicamente terribles, sino aterradoras".
De acuerdo al reporte de Levy, en el 2010 el producto bruto
interno (PBI) caerá al alrededor de 12% por debajo de la
tendencia, con el desempleo llegando alrededor del 10%. El reporte
concluye que el "virtual colapso del gasto privado"
hará "imposible para las autoridades de los EE.UU.
aplicar un estímulo fiscal y monetario suficientemente
grande para volver a niveles tolerables de producción y
desempleo dentro de dos años".
Las masivas pérdidas financieras y la extensión
y velocidad de la subsiguiente depresión son lo suficientemente
grandes por sí mismas para establecer el significado histórico
del año 2008. Pero la importancia de los eventos económicos
de este año no es simplemente una cuestión cuantitativa.
Comenzando con la emergencia de la crisis de las hipotecas
subprime a mediados de 2007, los eventos del año
pasado y medio significaron el fallo del modo de acumulación
capitalista que ha prevalecido en las últimas tres décadas
y que emergió de la anterior crisis histórica de
la economía capitalista en los años 1970.
El edificio de crédito y finanza que ahora ha colapsado
no fue una excrecencia en un sistema económico sano. Fue
el componente clave en el mecanismo global de la acumulación
capitalista.
Por un periodo considerable pareció que los procesos
de la denominada "innovación financiera", en
el cual incluso esquemas más complejos fueron concebidos
para hacer dinero a través de la manipulación de
dinero, podían superar las leyes fundamentales de la economía
capitalista. Sin embargo, ninguna cantidad de manipulación
financiera puede alterar el hecho que, a final de cuentas, la
acumulación de capital depende de la extracción
de la plusvalía de la clase trabajadora en el proceso de
producción.
La erupción de la presente crisis significa que la financialización
de las últimas tres décadas ha alcanzado el punto
en el cual las demandas de las finanzas superan las masas de plusvalía
disponibles. Dos procesos han sido puestos en marcha como resultado.
Por un lado, el capital debe lanzar un asalto en gran escala contra
la clase trabajadora para aumentar la acumulación de plusvalía
y, por el otro, cada sección del capital debe buscar poner
a sus rivales contra la pared.
En otras palabras, todas las condiciones que caracterizaron
a los años 1930 están regresando: desempleo masivo
y un asalto cada vez más profundo contra la posición
social de la clase trabajadora, así como agudos conflictos
entre los grupos rivales de los poderes capitalistas.
Frente a esta crisis, los representantes políticos e
ideológicos de las clases dirigentes capitalistas están
tratando desesperadamente de promover la ilusión de que
tienen algún antídoto a la crisis.
Después de tres décadas dominadas por la denominada
"hipótesis de mercado eficiente" la alegación
de que los precios del mercado siempre están correctos
un nuevo mito está siendo apresuradamente manufacturado:
las medidas económicas keynesianas basadas en el aumento
del gasto gubernamental y el financiamiento de déficit
eventualmente restaurarán la salud de la economía
capitalista.
Los registros históricos demuestran lo contrario. En
los años 1930 las medidas promulgadas por Roosevelt en
el New Deal no trajeron una recuperación de la economía
estadounidense. Después de una breve mejora en la mitad
de la década, la economía de los EE.UU. experimentó
un mayor descenso en los años 1937-38 que fue tan brusco
como cualquier otro que haya sucedido. La reactivación
económica de los EE.UU. comenzó con el giro a la
producción de guerra, y la estabilidad global fue restablecida
sólo con la reconstrucción de la economía
mundial tras la destrucción masiva de la Segunda Guerra
Mundial.
A comienzos de los años 1970, las medidas keynesianas
fracasaron en prevenir el desarrollo de una recesión más
profunda desde la experimentada en los años 1930. De hecho,
promovieron estanflación alto desempleo con precios
crecientes y de ese modo contribuyeron a crear las condiciones
políticas para la implementación del programa de
"libre mercado" encabezado por Reagan y Thatcher.
Y en Japón, los continuos paquetes de estímulo
económico de los años 1990 fracasaron en traer una
recuperación de la economía siguiendo el colapso
de la burbuja de la bolsa de valores e inmobiliaria en 1990.
Mientras que las medidas keynesianas no proveyeron un antídoto
económico al fallo de la economía capitalista, sí
está rindiendo una importante función política
para las clases dirigentes. El New Deal de Roosevelt no hizo nada
para acabar la crisis de los 30, pero sí ayudó a
crear la ilusión de que una solución era posible
y de ese modo desempeñó un invaluable servicio en
bloquear el desarrollo de una perspectiva socialista en la clase
trabajadora.
Mientras el mundo capitalista entra a su crisis más
seria desde el colapso de los años 1930, y las clases dirigentes
hacen uso de sus propias experiencias, así también
la clase trabajadora debe asimilar las lecciones de la historia.
El único camino de prevenir una repetición de las
experiencias de la Gran Depresión, las cuales culminaron
en la muertes de millones en la Segunda Guerra Mundial y el uso
de armas nucleares, es el derrocamiento del históricamente
pasado de moda sistema de beneficio. El año 2008 marca
un hito en la desintegración del capitalismo mundial; 2009
debe convertirse en el punto de partida para una resurgencia de
la lucha por el socialismo internacional por la clase trabajadora
mundial.
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