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Cuba marca quincuagésimo aniversario de la revolución
bajo la sombra de la crisis mundial
Por Bill Van Auken
30 de enero de 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio en
su inglés original el 3 de Enero del 2009.
Con ceremonias tenues y relativamente pequeñas, los
dirigentes de Cuba celebraron el quincuagésimo aniversario
de la revolución que derrocó a la corrupta dictadura
de Fulgencio Batista - respaldada por los EE.UU. - y que llevó
a Fidel Castro al poder.
A los 82 años de edad, Fidel se encuentra enfermo. El
año pasado le cedió el poder a su hermano Raúl,
de 77 años de edad, y para esta ocasión emitió
una declaración de quince palabras agradeciendo al "pueblo
heróico" de Cuba.
Por su parte, Raúl pronunció un breve discurso
en la ciudad oriental de Santiago, la cuna de la revolución,
a un público de casi 1,000 funcionarios públicos
e invitados. Ya se le había instruido al pueblo cubano
que no se acercara.
El presidente venezolano, Hugo Chávez, y su contraparte
boliviana, Evo Morales, aparentemente en reacción a la
decisión de la dirigencia cubana, de festejar la celebración
del quincuagésimo aniversario con moderación, cancelaron
sus planes para visitar la isla.
Raúl Castro dedicó gran parte de su discurso
a la memoria de aquellos que murieron en la revolución
y a pintar la revolución de 1959 como una realización
de los ideales del líder nacionalista cubano José
Marti; realización frustrada por seis décadas de
dominio semicolonial estadounidense que siguió a la guerra
entre España y Estados Unidos en 1898. Hizo un repaso de
las experiencias creadas por el "odio enfermizo y vengativo
del poderoso vecino" luego de la revolución cubana,
desde la abortada invasión de la Bahía de los Cochinos
en 1961, hasta los incontables intentos para asesinar a Fidel
Castro y a otros líderes cubanos, y el terrorismo respaldado
por la CIA, así como también las cinco décadas
del bloqueo económico estadounidense.
La revolución, insistió, permanece "más
fuerte que nunca". Continuó con que "¿Significa
que han disminuido los peligros? No, no nos hagamos ilusiones.
Cuando conmemoramos este medio siglo de victorias, se impone la
reflexión sobre el futuro, sobre los próximos cincuenta
años que serán también de permanente lucha".
"Observando las actuales turbulencias del mundo contemporáneo,
no podemos pensar que serán más fáciles.
Lo digo no para asustar a nadie, es la pura realidad".
Procedió a citar un discurso pronunciado por Fidel en
noviembre de 2005, advirtiendo que, "Este país puede
autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede
destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros
sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra".
El tono sombrío del discurso fue sin lugar a dudas condicionado
por el presente impase económico al que se enfrenta el
régimen cubano, cuya preocupación creciente es que
una mayor deterioración de las condiciones sociales y un
crecimiento de la desigualdad social pueda llevar a la agitación
popular.
El mes pasado, el gobierno describió al creciente déficit
comercial como tema estratégico del cual depende le supervivencia
económica del país. El déficit aumentó
casi en 70% en el 2008, alcanzando aproximadamente $5 mil millones.
La economía se ve extrangulada por las crecientes importaciones
petrolíferas y alimenticias, y los ingresos provenientes
del níquel, la mayor exportación cubana, que van
disminuyendo. Los precios del níquel han caído en
picada a un quinto de lo que eran en el 2007.
Mientras tanto, la crisis financiera mundial ha hecho cada
vez más difícil que La Habana pueda obtener créditos
nuevos para continuar adquiriendo importaciones, que incluyen
el 60 por ciento de los comestibles cubanos, cuyos precios estan
por las nubes.
Los tres huracanes que azotaron a Cuba el otoño pasado
han empeorado la crisis; destruyeron 500,000 hogares e infligiendo
un daño calculado en $10 millones.
Con gran necesidad de dinero en efectivo,, el estado cubano
se encuentra forzado a renegociar su deuda y retrasar sus pagos
tanto a a acreedores estatales como a privados.
Como resultado, el gobierno aboga cada vez más por la
posibilidad de imponer la austeridad. En un discurso al parlamento
cubano el mes pasado, Raúl Castro advirtió que "nadie,
ni un individuo ni un país, puede darse el lujo de gastar
indefinidamente más de lo que recibe por la venta de sus
productos o por los servicios que presta".
Pidió que se eliminaran "las gratuidades indebidas
y los subsidios excesivos" y expresó la necesidad
de "presionar" a la clase trabajadora cubana para que
aumente la productividad.
El sueldo mensual promedio asciende a 20 dólares y la
econonomía basada en dos divisas ha abierto una brecha
social entre aquellos que - por trabajar en el gobierno o en la
industria turística o por medio de envíos de dinero
fuera de la isla - tienen acceso a pesos que se pueden canjear
y aquellos que no lo tienen. Entre los primeros ha surgido una
capa adinerada; por otra parte, muchos del segundo grupo han sido
condenados a un pobreza aplastante. Bajo estas condiciones, medidas
de austeridad contienen una amenaza de agitación social.
La economía cubana ha sido mantenida a flote a través
de petróleo barato suministrado por Venezuela como parte
de un trueque commercial, por medio del cual, Cuba ha enviado
miles de médicos y educadores para dirigir los programas
de asistencia social de Chávez. El reciente colapso de
los precios petrolíferos y la creciente presión
sobre la economía venezolana ponen en duda estabilidad
la de este acuerdo.
El efecto de una alteración a esta relación,
aunque no tan desastrosa como el colapso de la Unión Soviética
en 1991, sería severo. Más de la mitad de los ingresos
de la nación cubana en el 2007 provinieron de Venezuela.
El gobierno cubano está intentando formar lazos económicos
más amplios con la Unión Europea, China, Rusia y
otros países, efectivamente integrando más directamente
la economía cubana con el mercado mundial capitalista.
Gobiernos latinoamericanos también le han dado la bienvenida
por retornar a sus raíces burguesas, pues Cuba ha sido
admitida como integrante del Grupo de Río por primera vez
desde la revolución.
Otra posibilidad de cambio que se asoma por el horizonte es
que se eliminen algunas de las sanciones económicas impuestas
por Washington. El presidente electo Barack Obama prometió
durante la campaña electoral revocar restricciones impopulares
impuestas por el gobierno de Bush a visitas y remesas por cubano-estadounidenses
a sus familias en la isla. La Cámara Estadounidense de
Comercio y otros cabilderos empresariales ahora abogan por esta
primera disminución de las sanciones impuestas por Estados
Unidos contra Cuba, lo que puede convertirse en una cancelación
más amplia del bloqueo. Así el capital estadounidense
pueda regresar a explotar lo que considera un mercado muy beneficioso
para las ganancias privadas.
Tal normalización de las relaciones económicas
con los EE.UU. puede finalmente presentar una amenaza mucho más
peligrosa a la sobrevivencia del régimen de Castro que
al bloqueo mismo.
En un período anterior, una generación de nacionalistas
de izquierda en Latinoamérica y radicales pequeñoburgueses
europeos y en los Estados Unidos aclamaron a la revolución
nacionalista dirigida por Fidel Castro. Falsamente presentaron
a su régimen como un estado obrero y en todas partes promovieron
al castrismo como el nuevo camino a la revolución y al
socialismo.
La tendencia más perniciosa en este coro procastrista
fue la revisionista pablista dentro de la Cuarta Internacional,
que se aprovechó de la revolución cubana para presentar
el punto de vista que el movimiento y trotskista debía
liquidarse a sí mismo y renunciar a su misión histórica
fundamental.
Esta tendencia revisionista sostuvo que la victoria de Castro
significaba que la revolución socialista ya no requería
la participación activa y principal de la clase trabajadora
consciente de su misión histórica. En su lugar propusieron
un "atajo" con el cual el socialismo podía lograrse
por medio de pequeñas bandas de hombres armados llevando
a cabo una guerra de guerrillas y creando un nuevo estado, con
la clase trabajadora y el resto de las masas oprimidas reducidas
a nada más que testigos oculares pasivos.
El impacto de estos conceptos políticos probó
ser catastrófico en el resto de América Latina.
El fomento del guerrillismo sirvió para separar de la clase
trabajadora en general a los sectores más revolucionarios
de la joven generación y le abrió paso a derrotas
históricas y al levantamiento de salvajes dictaduras militares
a través del continente.
La evolución de Castro y la serie de nacionalizaciones
y reformas a la educación escolar y a la sanidad pública
que fueron producto de la revolución no convirtieron a
Cuba en estado socialista. No fue un estado creado por la clase
trabajadora después de haber tomado el poder, sino más
bien un estado impuesto desde arriba por el movimiento 26 de Julio
de Castro en alianza con el Partido Comunista estalinista. Es
un estado que nunca ha permitido órganos independientes
de poder obrero y despiadadamente ha reprimido toda resistencia
al dominio de la política por los hermanos Castro.
El castrismo no representó el socialismo; más
bien fue una de las variantes más radicales de los movimientos
nacionalistas burgueses que barrieron con el poder a través
de muchas regiones de África, Asia y el Oriente Medio durante
el levantamiento de las luchas anticoloniales de la década
de los 50 y 60. A fin de cuentas, ha probado ser tan incapaz como
sus contrapartes de forjar en otros sitios un sendero genuinamente
independiente del imperialismo.
Este es el significado principal de los comentarios de Raúl
Castro. El quincuagésimo aniversario de la revolución
cubana coincide con el desarrollo de una de las crisis de mayor
alcance del mundo capitalista en 70 años, la cual trae
consigo la posibilidad de una restauración de la lucha
de clases a nivel internacional y de la lucha por el socialismo
a través de Latino América y a nivel mundial.
No obstante, el esclerótico régimen cubano considera
que estos desarrollos son una amenaza mortal que potencialmente
puede volcar su frágil economía e interrumpir sus
intentos de cementar vínculos con las clases dirigentes
capitalistas latinoamericanas, europeas y finalmente con la estadounidense.
Pero los trabajadores cubanos y la joven generación
no serán inmunes a la radicalización política
mundial que la crisis económica desencadena. Junto con
el resto de los trabajadores en Latino América, el éxito
de sus luchas requiere una asimilación de las amargas lecciones
de la experiencia con el castrismo a mitad de siglo, y el establecimiento
de un nuevo movimiento revolucionario independiente de la clase
trabajadora basado en el programa del socialismo internacionalista.
El
autor también recomienda leer El castrismo y la política
del nacionalismo pequeño burgués.
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