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El jefe del Estado Mayor estadounidense prevé que las
ocupaciones estadounidenses de Iraq y Afganistán continuarán
durante una década
Por Bill Van Auken
24 Junio 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio el
29 de mayo, 2009, en su inglés original.
El jefe del Estado Mayor del ejército estadounidense,
el general George Casey, afirmó esta semana que los militares
estadounidenses se están preparando para continuar sus
intervenciones en Iraq y Afganistán al menos durante otra
década. Associated Press informó de que en una entrevista
bajo invitación el pasado martes con una selección
periodistas y representantes de think tanks, Casey afirmó
que la prolongada ocupación de ambos países era
necesaria para cumplir un "constante compromiso de Estados
Unidos de luchar contra el terrorismo y el extremismo en Oriente
Medio".
Las afirmaciones de Casey llegan en medio de indicios cada
vez mayores de que se han frustrado los intentos estadounidenses
de pacificar Iraq en el mismo momento en que la administración
Obama está llevando a cabo nuevos despliegues de tropas
que duplicarán el número de soldados en Afganistán
hasta llegar a los 68.000 soldados.
Esta semana murieron otros dos militares estadounidenses, con
lo que el número de soldados muertos en mayo es el más
elevado desde el pasado mes de septiembre. El número total
de soldados estadounidenses muertos desde que la administración
Bush emprendió la invasión de Iraq en marzo de 2003
asciende a 4.302. Mientras tanto, para los iraquíes el
pasado mes ha sido el más sangriento en un año.
Ha habido más de 500 muertos en una serie de atentados
suicida y asesinatos sectarios.
El último atentado acabó con la vida de un soldado
estadounidense y de cuatro civiles el pasado miércoles
cuando una bomba en la carretera explotó al paso de un
convoy estadounidense por Abu Ghraib, el distrito oeste de Bagdad
donde estaba el centro de detención estadounidense en el
que los iraquíes fueron sometidos a torturas y maltratos
sistemáticos. Desde entonces se han devuelto las instalaciones
a las fuerzas de seguridad iraquíes para que éstas
las dirijan.
El Pentágono también hizo público el nombre
de otro miembro del ejército estadounidense muerto el jueves.
El capitán de fragata Duane Wolfe, de 54 años, jefe
de las operaciones del Cuerpo de Ingenieros del Ejército
en la provincia de Anbar en Iraq, murió con otras dos personas
cuando estalló una bomba bajo su vehículo en la
cercana ciudad de Faluya.
Mientras tanto cada vez hay más indicios de que uno
de los principales puntales de la llamada oleada [de tropas] lanzada
por la administración Bush en 2007 está empezando
a desmoronarse. El "Movimiento Despertar" o Sahwa, que
consistía en milicias mayoritariamente sunníes,
la mayoría de ellas ex-resistentes, fue empleada como una
fuerza de seguridad de barrio a cuyos miembros el ejército
estadounidense pagaba hasta 300 dólares al mes. El pasado
otoño Washington cedió la responsabilidad de las
milicias al gobierno iraquí predominantemente chií
que ha dejado de pagar a sus milicias y no ha cumplido su promesa
de emplear a aproximadamente el 20% de los miembros de la milicia
en las fuerzas de seguridad y otras agencias estatales. Además
se ha detenido a dirigentes del Movimiento Despertar y ha habido
enfrentamientos entre sus miembros y las fuerzas de seguridad
del gobierno iraquí. El pasado jueves el ejército
iraquí detuvo a otro dirigente de uno de los grupos de
la milicia en su casa de Baquba, al noreste de Bagdad.
"Los estadounidenses crearon las milicias Sahwa para luchar
contra al-Qaeda y luego las abandonaron", declaró
a USA Today otro dirigente de Despertar, el jeque Ali Hatem Sulaiman.
"Los jefes de Sahwa están empezando a pensar que hubiera
sido mejor permanecer con al-Qaeda".
Según AP, Casey insistió en que sus declaraciones
del martes acerca de que el ejército estadounidense siguiera
ocupando Iraq y Afganistán otros 10 años "no
pretendían discrepar con las políticas de la administración
Obama". Pero está claro que los preparativos que están
discutiendo los altos oficiales del ejército estadounidense
dejan en ridículo el denominado plan de retirada presentado
por la Casa Blanca. Según el calendario anunciado por el
presidente Obama en febrero, se supone que las "tropas de
combate" estadounidenses abandonarán Iraq en agosto
del año que viene y que todas las fuerzas militares estadounidense
abandonarán el país para finales de 2011.
Esto no es ninguna sorpresa. Durante meses altos mandos militares
han estado insinuando que puede que las condiciones sobre el terreno
en Iraq obliguen a descartar este calendario. Varios comandantes
estadounidenses ya han dejado claro que la supuesta fecha límite
del 30 de junio para la retirada de las tropas estadounidenses
de las ciudades iraquíes era más ilusoria que real.
Las unidades estadounidenses seguirán con las operaciones
de combate en la ciudad norteña de Mosul donde los conflictos
latentes entre árabes y kurdos amenazan con estallar en
una nueva fase de guerra civil.
Miles de soldados seguirán operando tanto en Bagdad
como en la provincia de Diyala al norte de la capital. En otras
zonas en las que las tropas se ha retirado a las bases seguirán
llevando a cabo incursiones en las ciudades iraquíes aunque
formalmente mantengan que esos ataques deben ser aprobados por
el régimen iraquí.
Por lo que se refiere a la segunda fase, la retirada de las
"tropas de combate" en agosto de 2010, los altos cargos
del Pentágono han indicado que simplemente reclasificarán
a tropas actualmente calificadas de tropas de combate y las llamarán
unidades de apoyo o de adiestramiento para mantener una importante
fuerza de ocupación en el país. Mientras tanto,
el almirante Michael Mullen, presidente del junta del Estado Mayor,
puso en cuestión la fecha límite de 2011 para la
retirada en una entrevista en el programa de ABC News "This
Week" el pasado domingo. "Tendremos que ver", afirmó
Mullen. "Los próximos 12 a 18 meses son verdaderamente
críticos en este sentido". Mullen continuó
enfatizando que Washington estaba forjando una "relación
a largo plazo" con Iraq y que "parte de ello es la posibilidad
de que las fuerzas permanezcan ahí más tiempo; eso
depende del pueblo iraquí y del gobierno iraquí".
Los plazos para la retirada están recogidos en el acuerdo
del estatuto de las fuerzas firmado entre Washington y Bagdad.
El primer ministro Nuri al-Maliki ha insistido repetidamente que
se cumplirán esas fecha. Se cree que esto se dice cara
a la opinión pública iraquí donde la inmensa
mayoría de la población se opone a la ocupación
estadounidense. Entre bastidores, los altos cargos estadounidense
e iraquíes están acordando anular ese calendario
y mantener a las fuerzas estadounidenses.
Jane Arraf de Christian Science Monitor informó la semana
pasada que como parte del intento de mantener la ficción
de que se respeta la fecha límite para la retirada de tropas
de las ciudades iraquíes, los comandantes de la ocupación
estadounidense y el régimen iraquí habían
acordado rediseñar el mapa de la Bagdad. Así, se
declaró que la Base Falcon en el distrito Rasheed de Bagdad
estaba fuera de los límites de la ciudad para que los 3.000
soldados estadounidenses desplegados en ella puedan seguir patrullando
la tensa parte sur de la ciudad.
Al tiempo que declaraba abiertamente que su "escenario
real" son "10 unidades del ejército y de los
marines" (más de 50.000 soldados) desplegados durante
una década en Iraq y Afganistán", expresó
su preocupación porque el ejército no fuera capaz
de "reducirse en Iraq al acercarnos del calendario que henos
establecido". "Sería muy difícil mantener
los actuales niveles de compromiso aquí durante mucho más
tiempo", afirmo el general refiriéndose a los 139.000
soldados y marines estadounidenses actualmente desplegados en
Iraq.
La presión sobre el ejército estadounidense nunca
ha sido tan grande con la administración Obama intensificando
la guerra en Afganistán (Casey advirtió que "va
a haber un gran combate en el sur") y extendiendo la intervención
a Pakistán. El jefe del ejército afirmó que
con la concentración [de tropas] en Afganistán,
el ejército tenía ahora 10.000 soldados más
desplegados en ambas guerras que los que había bajo la
administración Bush. Advirtió que un intento de
seguir con los despliegues en los actuales niveles, con despliegues
consecutivos de tropas, "llevaría al ejército
al borde del desastre".
Uno de los indicativos más duros de las muchas víctimas
que casi ocho años de guerra y ocupación en Afganistán
y más de seis en Iraq están causando al ejército
estadounidense es el índice de suicidios en el ejército
(más del doble de los que había en 2004) y la creciente
incidencia de los problemas mentales, con más de 13.000
casos de estrés post-traumático diagnosticados por
médicos militares en los últimos años.
En observaciones hechas a principios de este mes Casey señaló
el mismo estrés entre los militares e indicó que
había una "delgada línea roja" que si
se sobrepasaba, "rompería" el ejército.
"Esto se puede arreglar de dos maneras", afirmó,
"aumentando las fuerzas o disminuyendo la necesidad".
Es evidente que la necesidad de carne de cañón
no disminuirá ya que Washington intensifica sus intervenciones
militares. Aumentar las fuerzas de manera sustancial pone en cuestión
la viabilidad de los militares "voluntarios" y plantea
la posibilidad de restituir el servicio militar obligatorio.
Lo que quizá es más destacable de la declaración
de hecho realizada por Casey de que Estados Unidos emprenderá
una guerra colonial en Iraq y Afganistán durante al menos
otros diez años (y, como él señaló,
llevando a cabo además nuevas guerras en cualquier lugar
del planeta) es que no haya suscitado ninguna cobertura seria
por parte de los medios dominantes y, mucho menos, ningún
atisbo de protesta en la clase política.
Aunque en gran parte Barack Obama debe su elección como
presidente al profundo sentimiento en contra de la guerra de la
población estadounidense, la medida adoptada por su administración
de intensificar el militarismo estadounidense y aumentar el número
de soldados estadounidenses a los que se envía al combate
goza del apoyo de la clase dirigente estadounidense y de sus dos
partidos mayoritarios.
El consenso que hay detrás de la continuación
y escalada de las guerras estadounidenses de agresión encontró
una incuestionable expresión en el apoyo de una abrumadora
mayoría de 86 votos contra 3 en el Senado estadounidense
a favor de un presupuesto de más de 91.000 millones de
dólares para seguir dotando de fondos a ambas guerras hasta
septiembre. La ausencia de oposición plantea la cuestión
obvia de por qué hubo al menos una apariencia de disensión
con la política de guerra de la administración Bush
dentro del Partido Demócrata. A todas luces no se trataba
de una oposición a las guerras de agresión o a una
política exterior imperialista. Los demócratas no
menos que los republicanos siguen comprometidos con lograr los
objetivos originales de ambas guerras: contrarrestar el declive
económico estadounidense por medios militares para imponer
la hegemonía estadounidense en regiones del planeta estratégicamente
vitales y ricas en petróleo. Las diferencias que hubiera
era en gran parte cuestión de tácticas, no de estrategia;
de estilo, no esenciales.
Mientras que la clase dirigente utiliza a la administración
Obama para crear una apariencia de consenso político acerca
del militarismo estadounidense dentro del Washington oficial,
la hostilidad hacia estas guerras no hace sino aumentar entre
amplias masas de trabajadores. Cada vez más su oposición
se unirá a luchas contra los cada vez mayores ataques al
empleo y al nivel de vida, con lo que se crearán las condiciones
para explosiones políticas y sociales en el propio Estados
Unidos.
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz
Morales Bastos
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