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Como Obama se imagina que la economía se va recuperar
Por Jerry White
9 Mayo 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio el
6 de mayo, 2009, en su inglés original.
En una extraordinaria entrevista publicada en el suplemento
dominical del New York Times del 2 de mayo bajo el título
Después de la gran recesión, el Presidente
Obama presenta su visión acerca de la economía de
Estados Unidos. El columnista sobre la economía, David
Leonhardt, condujo la entrevista luego de Obama pronunciar un
importante discurso acerca de la manera en que la economía
del país se va a reformar. Obama presentó su discurso
en la Universidad de Georgetown el 14 de abril del presente.
En la entrevista, Obama deja bien claro que no va a haber ninguna
reforma estructural del sistema bancario. Todo cambio para ponerle
frenos a las enormes compras apalancadas con financiación
ajena y a los enormes riesgos que precipitaron el derrumbe
de la economía será con el fin de restaurar la
confianza en el sector de las finanzas, inclusive del mercado
de productos bursátiles.
Obama específicamente rechaza la restauración
de las barreras establecidas en 1933 por la Ley Glass-Steagall
para separar las inversiones bancarias de las comerciales. Esta
ley, que fuera la más importante reforma para la regulación
de la economía durante la Gran Depresión, cayó
víctima de la liberalización a los reglamentos que
regían a la economía durante los 1990. Esta acción
se llevó a cabo bajo la supervisión de Lawrence
Summers, en aquella época Ministro de la Tesorería
del país y ahora el asesor más importante de Obama
sobre la economía.
En la entrevista, Obama admite que todos sus asesores sobre
la economía son protegidos de Robert Rubin, importante
asesor sobre la economía bajo Clinton y ex co-presidente
del banco inversionista, Goldman Sachs. Entre éstos se
encuentran, además de Summers, el Ministro de la Tesorería
de hoy día, Timothy Geithner, y Peter Orszag, director
del presupuesto. Toda medida regulatoria que este grupo instituya
sólo servirá para conservar el sistema de especulación
y parasitismo que resultó en la inmensa acumulación
de fortunas en Wall Street y que detonó la peor crisis
económica desde los 1930.
En el discurso que pronunciara en la Universidad de Georgetown,
Obama bosquejó un programa reaccionario para la reestructura
del capitalismo estadounidense luego del desplomo económico.
Esto consistirá de la reducción permanente de los
niveles de vida y en el aumento de la explotación de la
clase obrera. También incluirá reducciones sin precedentes
de los programa sociales básicos, tales como Medicare [plan
federal de seguro médico para personas mayores de 65 años
de edad o mayor y que reciben ayuda económica del gobierno
durante 24 meses por incapacidad]; Medicaid [Programa administrado
de los estados que cubre gastos médicos para personas de
ingresos bajos o limitados]; y el Seguro Social. Tenemos
que echar las bases para un nuevo desarrollo y una nueva prosperidad
por medio de los cuales menos consumiremos menos dentro del país
y más exportaciones enviaremos al extranjero, le
dijo Obama al público en asistencia,
El presidente luego regresa a este tema en la entrevista y
deja claro que los días de salarios de a nivel de clase
media para los trabajadores no especializados en las industrias
manufactureras se han acabado para siempre. Se empeña con
insinuar que todos los ciudadanos estadounidenses necesitarán
una educación escolar más allá del bachillerato
[escuela normal; preparatoria] para poder capacitarse en campos
que exigen nuevas especializaciones. Sin eso, declara el presidente,
sería difícil imaginar un empleo que pague
un salario suficiente para vivir.
Según las reformas educacionales que propone,
las escuelas, desde nivel pre escolar hasta los estudios universitarios
post licenciatura, enfocarán sus esfuerzos en enseñar
aquellas habilidades que la empresarial de Estados Unidos requiere
para competir en una economía globalizada. Pero el mismo
Obama concede que ni siquiera un título universitario puede
garantizar la seguridad económica, y puntualiza la creciente
cantidad de empleos de clase media que ahora se exportan a otros
países.
Obama expresa sus esperanzas para una economía post
burbuja que logrará equilibrio mejor entre la
fábrica de mercancías y los servicios financieros.
Pero inmediatamente añade que no vamos a regresar
a una economía en que la manufactura representa una porción
tan grande de la economía como lo fue durante los 1940.
Pero el hecho es que, tal como lo muestra la nueva estructura
de General Motors y Chrysler, su gobierno ha emprendido en el
país una reducción de la base manufacturera de empleos
industriales con buenos salarios para reemplazarla con la creación
de fábricas más pequeñas y más explotadoras
que le ofrecerán a los bancos y a los grandes inversionistas
mayores fuentes de beneficios o ganancias.
Lo más revelador y escalofriante de los comentarios
de Obama son aquellos que tienen que ver con la reducción
marcada de los costos relacionados con la salud, los cuales forman
la piedra angular de su política de austeridad para el
pueblo de Estados Unidos. Muy lejos de ofrecer ni siquiera un
bosquejo de algún plan para cuidar la salud, el presidente
más bien habla de cómo racionar la atención
médica para el pueblo trabajador.
Obama hace notar que él mismo y su director del presupuesto
han estado conversando acerca de cómo usar estudios
que comparan los costos y la eficacia como manera de frenar los
gastos. Explica que bajo este plan el gobierno le instaría
a los pacientes médicos que usen medicinas y tratamientos
más baratos, aún cuando el médico ordene
una cura más cara.
Esto es sobretodo necesario, puntualiza él, en
cuanto se refiere a Medicare y Medicaid, cuyo financiamiento lo
pagan los contribuyentes a las rentas internas y nosotros tenemos
la obligación de mantener esos gastos bajo control.
Esto de un presidente que preside sobre un país en el
que el 1% más rico controla más del 40% de la riqueza
social; en el que los ejecutivos empresariales rutinariamente
se premian a sí mismos con decenas de millones de dólares
al año; en el que su propio gobierno le regala billones
y billones de dólares a Wall Street pagados por el pueblo
en forma de contribuciones a las rentas internas.
La entrevista sigue con un intercambio estrafalario acerca
de si es eficaz, desde el punto de vista de los gastos, ofrecer
tratamiento a ancianos en las últimas etapas de sus vidas.
El mismo entrevistador sugiere que la nación ahora mismo
se encuentra desperdiciando $20,000 por cada semana adicional
de vida.
Exactamente, dice Obama, quien entonces relata
la experiencia con su abuela, quien fue desahuciada a causa de
cáncer durante la campaña electoral y poco después
se fracturó la cadera.
Obama declara que el habría pagado de su propio bolsillo
para reemplazar la cadera, pero sugiere que el gobierno no debería
haber pagado la factura por semejante tratamiento. Considera que
no se sabe si la sociedad a cargo de semejante decisión
de ofrecerle a mi abuela, o todo abuelo o padre que envejece,
el reemplazo de una cadera cuando se está por morir
presenta un modelo a seguir. Es un dilema muy difícil.
Estos temas morales tan difíciles, se queja
el presidente, contribuyen enormemente a los gastos.
Afirma que aquellos que padecen de enfermedades crónicas
y los que están por morir potencialmente constituyen el
80% de los gastos totales de la atención médica
en el país.
Sería muy difícil hacer semejantes decisiones
a través de los conductos políticos oficiales
de costumbre, dice Obama. Añade que el Congreso Demócrata
actualmente debate el establecimiento de una agencia independiente
que le daría dirección a estas cuestiones.
Al igual que con otras cuestiones, el enfoque que el gobierno
de Obama le da a la atención médica subordina las
necesidades sociales a los poderosos intereses económicos,
que incluyen las compañías de seguros, los conglomerados
farmacéuticos y hospitalarios cuyas opiniones rigen la
política del gobierno no importa si éste es Demócrata
o Republicano.
En el mundo que Obama se imagina después de la recesión,
una aristocracia financiera continuará su monopolio de
la riqueza de la sociedad mientras los niveles de vida del pueblo
trabajador se reducen permanentemente. En toda la entrevista acerca
de Estados Unidos luego de la Gran Recesión, no hay
una sola alusión a la desigualdad social, tema que domina
todo aspecto de la vida en Estados Unidos.
La entrevista ha aparecido en medio de una recuperación
embriagante en Wall Street aún cuando el desempleo, los
sin techo y la pobreza aumentan a niveles casi iguales a los de
la Gran Depresión. Desenmascara de manera austera el carácter
derechista del gobierno de Obama y los intereses clasistas que
representa. Muestra por qué los banqueros y los especuladores
hoy celebran un gobierno que servilmente obedece sus intereses.
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