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Lecciones para la clase trabajadora sesenta años después
de la Revolución China
Por John Chan
6 Octubre 2009
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el autor
Este artículo apareció en nuestro sitio en
su inglés original el 1ro. de octubre, 2009.
El primero de octubre marcó 60 años desde que
el partido Comunista Chino (PCCh), bajo la dirección de
Mao Sedong, tomara el poder y proclamara la República Popular
China.
El levantamiento revolucionario en China fue parte de una nueva
ola mundial de luchas de la clase trabajadora y de las masas oprimidas
al acabar la Segunda Guerra Mundial. Igual como sucedió
en otras partes de Asia, Latinoamérica y África,
millones trabajadores y campesinos estaban determinados a zafarse
del yugo colonial. En la China de los 1930 éste se había
expresado por medio de la brutal ocupación militar japonesa.
No obstante, a pesar de esta lucha colosal, la revolución
de 1949 no fue ni socialista ni comunista. No llevó a la
clase obrera al poder, sino a los ejércitos campesinos
de Mao.
Hoy es obvio que China, a pesar de sus pretensiones comunistas,
se ha integrado totalmente a la economía capitalista mundial,
en la que juega el papel de abastecedora principal de la mano
de obra barata. ¿De qué otra manera se pueden explicar
las felicitaciones que dos presidentes estadounidenses conservadores
- Bush padre y Bush hijo - le han enviado a Beijing por motivo
del sexagésimo aniversario de la Revolución China?
¿Cómo se puede explicar la manera en que el edificio
Empire State ha sido decorado con lucecitas rojas y amarillas
colores revolucionarios de China para celebrar el
acontecimiento? No hay duda que Wall Street aprecia enormemente
la contribución que el estado policíaco chino le
ha hecho a sus cofres organizando a millones de obreros que trabajan
en las empresas internacionales y comprando enormes cantidades
de bonos estadounidenses.
Estas celebraciones no difieren en nada del maoísmo
y la Revolución China de 1949. Más bien son el resultado
lógico de los dos. Aunque el PCCh se estableció
en 1921 en reacción a la Revolución Rusa basada
en el marxismo, pronto sufrió el impacto del estalinismo
que surgía en la Unión Soviética. Bajo condiciones
en que el primer estado obrero se encontraba aislado, la pandilla
de Stalin, quien representaba los intereses de una maquinaria
estatal burocrática y conservadora, usurpó el poder
luego de la muerte de Lenín en 1924. Basó su programa
político en un repudio al internacionalismo socialista.
Stalin específicamente atacó la Teoría
de la Revolución Permanente promulgada por León
Trotsky, la cual sostenía que en los países con
un desarrollo capitalista atrasado, como en Rusia y China, sólo
la clase trabajadora era capaz de cumplir las tareas nacionales
democráticas. Luego de apoderarse del poder como líder
de las masas oprimidas, el proletariado se vería obligado
a poner en práctica medidas socialistas como parte de una
lucha más extensa por el socialismo a nivel internacional.
Para Stalin la revolución Permanente de Trotsky se convirtió
en una amenaza intolerable a los privilegios de la burocracia,
cuyos intereses encontraron su mayor expresión en la reaccionaria
teoría estalinista del socialismo en un solo país.
Para seguir cementando aún más su alianza oportunista
con el Kuomintang (KMT) nacionalista de China, Stalin obligó
al joven PCCh a integrarse a este partido burgués. Rechazó
las lecciones de la Revolución Rusa y declaró que
la Revolución China habría de llevarse a cabo en
dos etapas: primero la burguesía china cumpliría
las tareas democráticas nacionales, y luego, en un futuro
indeterminado, se establecería el socialismo. Sin embargo,
durante la trayectoria de la revolución de 1925-1927, la
clase capitalista china probó ser más mercenaria
y corrupta que su contraparte rusa. El levantamiento revolucionario
horrorizó al KMT, y éste bañó en sangre
al PCCh y a la clase trabajadora. Fue una derrota que indudablemente
fortaleció la mano de la burocracia en Moscú,
Luego del 1927, dos tendencias surgieron en el PCCh. Una se
viró hacia la Oposición de Izquierda, la cual había
advertido acerca del desastre que Stalin había preparado,
y adoptó la Revolución Permanente de Trotsky. La
otra, dirigida por Mao, concluyó que el problema no era
el estalinismo, sino la incapacidad orgánica de la clase
trabajadora en dirigir la revolución. El PCCh expulsó
a los trotskistas y, bajo la dirección de Mao, cortó
sus vínculos con la clase trabajadora urbana y se viró
hacia el campesinado y la guerra del guerrillas.
En artículo de gran perspicacia escrito en 1932, Trotsky
señaló que el Ejército Rojo de
Mao era un movimiento de pequeños propietarios hostiles
a la clase trabajadora. Su antagonismo se arraigaba en las diferencias
de perspectiva clasistas entre el proletariado y el campesinado.
El primero representaba la producción socializada a gran
escala; segundo al sector de las clases medias decadentes opuestas
a la industria y la cultura urbanas. Trotsky advirtió que
los ejércitos campesinos suprimirían todo movimiento
independiente de los trabajadores cuando entraran las ciudades,
con sectores del mando, según pasara el tiempo, convirtiéndose
en sector de la burguesía.
Este análisis fue revindicado en 1949. Igual que los
partidos estalinistas a nivel internacional después de
la Segunda Guerra Mundial, el PCCh inicialmente trató de
formar un gobierno de coalición con el KMT burgués,
pero fracasó en lograrlo. El líder del KMT, Chiang
Kai-shek
That analysis was vindicated in 1949. Like Stalinist parties
internationally after World War II, the CCP initially attempted
to form a coalition government with the bourgeois KMT, but failed.
Encouraged by the emerging Cold War against the Soviet Union,
KMT leader Chiang Kai-shek launched a desperate civil war against
the CCP. The outcome was determined not by Mao's much overrated
military capacities, but the profound economic and political weakness
of the KMT regime, which virtually imploded. As Trotsky had warned,
Mao's new communist government suppressed any independent
initiative by the working class and protected private property.
Nothing like the democratically-elected workers' councils or Soviets
of the Russian revolution were established. The regime's abiding
fear of the working class was expressed in its jailing of Chinese
Trotskyists in 1952.
El nuevo régimen no tenía la perspectiva de establecer
el socialismo, sino la nueva etapa democrática
promulgada por el mismo Mao. Esta visión consistía
en crear una coalición de partidos capitalistas y figuras
que no se habían fugado con Chang a Taiwán. Las
reformas que puso en práctica se limitaron a medidas burguesas:
la nacionalización de la tierra; la reforma agraria; varias
medidas para establecer el bienestar social más elemental;
y la prohibición de males sociales tales como la prostitución
y el abuso del opio. Igualmente, la ola de nacionalizaciones en
medio de la crisis económica engendrada por la Guerra de
Corea no fue socialista, sino más bien fueron
similares a la política basada en la regulación
de la economía nacional puesta en práctica en países
como la India. El PCCh simplemente llevó a cabo de manera
sistemática el programa de los líderes burgueses
del movimiento anticolonial. Nehru en la India es un ejemplo.
Divisiones internas bastante fuertes surgieron en el régimen
maoísta. El PPCh se vio obligado a depender de los ex capitalistas
y profesionales urbanos para hacer funcionar las industrias, pues
la mayoría de los cuadros campesinos no sabía nada
acerca de la producción moderna. Este hecho traía
consigo la semilla de futuros conflictos entre, por una parte,
el radicalismo de Mao, quien reflejaba el antagonismo del campesino
hacia todo lo urbano, incluso la industria, la cultura y, sobretodo,
la clase trabajadora, y, por otra, los que favorecían el
camino hacia el capitalismo. Éstos últimos concluyeron
que a la industria a gran escala y al mercado se les tenía
que soltar las riendas. Ambas facciones quedaron arraigadas en
la perspectiva nacionalista del socialismo en un solo país.
Eran orgánicamente hostiles a la alternativa socialista
para vencer el aislamiento de China, lo que exigía un enfoque
hacia la clase trabajadora internacional basado en el programa
de la revolución mundial socialista.
Los planes utópicos de Mao para establecer un socialismo
rural, comunas campesinas y una industria de patio trasero
produjeron un desastre tras otro. Todo esto culminó en
la Gran Revolución Cultural proletaria que él mismo
lanzara en 1966 contra sus rivales facciosos. Cuando los trabajadores
comenzaron a controlar la situación independientemente,
la burocracia se horrorizó y pronto resolvió las
diferencias internas. Usó al ejército para suprimir
a la clase trabajadora. Desde ese entonces en adelante, el PCCh
propagó el monstruoso culto a Mao para justificar sus medidas
represivas, pero no sin disolver el programa de radicalismo campesino.
Después de Mao fallecer en 1976, el régimen arrestó
a la llamada Pandilla de los cuatro y descartó
los lemas de la Revolución Cultural.
Mientras los radicales pequeño burgueses de los 1960
y 1970 glorificaban a la Revolución Cultural, los más
conscientes representantes del imperialismo estadounidense reconocieron
que la índole clasista de la China Roja y la Unión
Soviética no eran lo mismo. Este último todavía
era un estado obrero aunque degenerado. Durante el apogeo de la
Revolución Cultural en octubre, 1967, Richard Nixon escribió
en la revista, Foreign Affairs [Asuntos Extranjeros],
que su presidencia venidera un día traería
de nuevo a la China a la comunidad mundial, no como epicentro
de la revolución mundial, sino como un gran nación
en progreso.
En el mismo ejemplar de Foreign Affairs, otro analista
hizo notar que el régimen de Mao no era tan diferente de
los gobiernos burgueses que los movimientos anticoloniales habían
llevado al poder. La única diferencia era la eficacia
superior del comunismo chino en promover los objetivos históricamente
vinculados al modo capitalista de producción y el orden
social creado sobre él...La originalidad del maoísmo
se encuentra en los métodos de movilizar a las masas en
nombre del comunismo para lograr los objetivos de todo movimiento
revolucionario nacional: la industrialización de China
y la adquisición de los medios militares (incluso los nucleares)
adecuados para llevar a cabo la política de dominación
practicada por las grandes potencias.
Eso es exactamente lo que esencialmente ocurrió durante
los últimos 30 años. Nixon se encontró con
Mao en 1972 y echaron las bases para formar una alianza antisoviética
y abrir las puertas de China al capital extranjero. En 1978, Den
Xiaoping enormemente aceleró las inversiones extranjeras
y el reestablecimiento del mercado capitalista. Esta movida coincidió
con la virada del capitalismo a finales de los 1970 hacia la globalización
de la producción y el establecimiento de plataformas para
la venta de mano de obra barata. El flujo del capital extranjero
se convirtió en una inundación luego que la Masacre
de la Plaza de Tiananmen demostrara lo dispuesto que estaba el
régimen para usar los métodos más despiadados
y suprimir a la clase trabajadora.
¿Cuáles éxitos se celebran hoy? Las reformas
limitadas de la revolución de 1949 han desaparecido a medida
que el régimen del PCCh y la avariciosa burguesía
que éste representa presiden sobre un abismo cada vez más
profundo entre los ricos y los pobres. Pero al mismo tiempo que
los burócratas del PCCh se unen a los representantes del
capitalismo globalizado y alzan las manos para hacerle un brindis
a la República Popular China, echan un vistazo nervioso
sobre sus hombros y ven a una clase trabajadora china que se no
sólo se ha expandido enormemente, sino que también
se ha integrado íntimamente a los trabajadores de todo
el mundo.
Pero lo que más temen ante todo, en medio de la peor
crisis mundial del capitalismo desde los 1930, es que la clase
trabajadora comience a aprender las lecciones políticas
de la revolución de 1949, rechace el callejón sin
salida del estalinismo y el maoísmo, y regrese al camino
de la revolución mundial socialista. En China ello significa
la creación de una sección del Comité Internacional
de la Cuarta Internacional - es decir, del movimiento trotskista
internacional - para ofrecer la dirigencia revolucionaria necesaria.
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