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Capitalism: A Love Story, de Michael Moore
Por Joanne Laurier y David Walsh
22 Octubre 2009
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el autor
En su ultimo documental, el veterano director de cine Michael
Moore se propone analizar el reciente colapso financiero. Su objetivo,
nos sugiere, es una crítica del actual entramado económico.
"Esta vez el culpable es mucho más grande que la
General Motors y el escenario del crimen excede con creces los
límites de Flint, en el estado de Michigan", señalan
las notas de producción de la película en referencia
al primero de los documentales de Moore, Roger & Me,
que dirigió hace veinte años.
El nuevo largometraje de Moore es el quinto de sus grandes
documentales, tres de los cuales, Bowling for Columbine,
Farenheit 9/11 y Sicko, se encuentran entre los filmes
de mayor éxito económico fuera del género
de ficción. Moore tiene una legión de seguidores
a causa del prejuicio favorable que ha demostrado siempre por
la clase trabajadora y sus dificultades. No cabe la menor duda
de que la respuesta popular a Capitalism: A Love Story será
inmejorable.
El hecho de que una película que critica el sistema
de la plusvalía se estrene en casi mil salas de cine estadounidense
es algo bastante raro y digno de mención. Existe una innegable
conexión entre este hecho y la cada vez mayor radicalización
popular bajo las actuales condiciones de devastación económica.
Pero ¿cuál es dicha conexión? El propio Moore
y sus más devotos admiradores están convencidos
de que él representa la vanguardia de algún tipo
de movimiento de oposición (cuyo carácter, sin embargo,
se pierde en la vaguedad). Pero ¿es esto real?
El cineasta mantiene una cierta independencia con respecto
a los medios de masas, en los que florece la mentira y la desinformación.
Ha demostrado su valentía en diversas ocasiones. De acuerdo
con las notas de prensa de la película, Capitalism:
A Love Story se ocupa nada menos que del "desastroso
impacto del dominio corporativo sobre las vidas diarias de los
estadounidenses (y, por defecto, del resto del mundo)". En
otras palabras, Moore se presenta ante su público como
un individuo político que tiene algo que decir, por lo
cual aquí vamos a juzgarlos, a él y a su película,
a la luz de dicha afirmación.
Buena parte de los elementos de la película son dignos
de elogio. En primer lugar, tal como hemos señalado más
arriba, su genuina simpatía por los que sufren.
Por ejemplo, el documental rechaza las afirmaciones de los
expertos de los medios y del gobierno de Obama, según los
cuales las víctimas de préstamos depredadores concedidos
por los bancos tienen parte de la culpa del colapso económico.
Muy al contrario, Moore demuestra de qué manera los salarios,
las pensiones y las prestaciones médicas de la clase trabajadora
se han visto diezmados durante el último cuarto de siglo,
conforme iba teniendo lugar una enorme transferencia de riqueza
desde éstos hacia los bolsillos de la elite financiera.
Capitalism: A Love Story empieza con una burlona comparación
de la Roma antigua con la Usamérica de nuestros días:
enormes desigualdades sociales, mano de obra esclava y un régimen
que utiliza la tortura (en ese momento aparece en la pantalla
una imagen del anterior vicepresidente Dick Cheney). El formato
general de la película resulta familiar, quizá demasiado.
Es Moore quien narra, entrevista a la gente y provoca. Mediante
el uso a veces perspicaz de la televisión y los videoclips,
establece sus argumentos y los de sus interlocutores.
Se centra en algunos de los crímenes del sistema. Al
principio de la película aparece una familia de Lexington
(Carolina del Norte), que está viendo en video su propio
desahucio por parte de un muy numeroso destacamento de policías.
La siguiente escena tiene lugar en Detroit. Un carpintero está
clausurando con tablones la puerta de la residencia de una consternada
e iracunda familia, que ha vivido allí durante los últimos
41 años. "Esto es el capitalismo, un sistema de toma
y daca, más bien de toma", dice Moore en off.
"En un país gobernado como si fuese una corporación",
la película resalta otros incidentes:
* La familia de un obrero del ferrocarril discapacitado de
Peoria (Illinois) pierde la casa que ha sido su hogar durante
los últimos 20 años. Como humillación adicional,
el banco contrata a la familia para que vacíe y limpie
la propiedad a cambio de 1000 dólares.
* En diciembre de 2008, los trabajadores de Republic Windows
and Doors se encierran en una fábrica de Chicago, en protesta
por los salarios que ésta les debe la tras la quiebra.
Terminan por obtener una media de 6000 dólares por persona.
* Los pilotos de líneas aéreas regionales cobran
salarios tan bajos que sus compañías han de advertirles
que no soliciten cartillas de racionamiento vestidos con el uniforme
de trabajo. El copiloto del vuelo 3407 de Continental Connection,
que se estrelló en febrero de 2009, había ganado
algo más de 16.000 dólares el año anterior.
* Los bancos y las corporaciones obtienen los beneficios en
metálico de las denominadas "pólizas de seguro
para muertos de hambre", previamente contratadas sobre las
vidas de sus empleados de bajo rango. Al morir éstos, el
dinero de la póliza va a la compañía, no
a la familia del difunto.
* Miles de jóvenes fueron injustamente encarcelados
en un centro de detención juvenil privado de Wilkes-Barre
(Pennsylvania), por orden de dos jueces que estaban recibiendo
millones de dólares en sobornos provenientes de los propietarios
de la prisión.
Las secuencias de estos acontecimientos y los conmovedores
comentarios de los protagonistas son, de lejos, los rasgos más
poderosos de Capitalism: A Love Story. Moore establece
de forma convincente que buena parte del país se parece
actualmente a la devastada Flint, en Michigan, que ya documentó
en Roger & Me.
Sin ser indebidamente duros con Moore, no nos queda más
remedio que decir que su película se sostiene en gran medida
a causa de las carencias ajenas: porque los medios de masas -y
también Hollywood- ocultan sistemática y vergonzosamente
las verdades elementales que él denuncia.
Pero ¿qué hace Moore con esos hechos tan básicos
de la vida estadounidense (y mundial)? En este punto es donde
aparecen sus graves limitaciones como pensador y como artista.
Por supuesto, él no tiene la culpa de la confusión
y el eclecticismo imperantes, pero, desde luego, si uno se basa
en su análisis no habrá manera de salir de la crisis
actual.
Las habituales payasadas de Moore añaden poco al conocimiento
de la situación actual: acota el cuartel general de la
compañía de seguros American International Group
con una cinta, como si fuese la escena de un crimen; conduce un
camión hasta el Citibank para exigir que devuelva el dinero
público que ha obtenido bajo el plan de rescate del gobierno
(Troubled Asset Relief Program, TARP, por sus siglas en
inglés); trata de entrar -una vez más- en el cuartel
general de la General Motors en Chicago. El ardid de perpetrar
un "arresto ciudadano" de un saqueador corporativo está
ya muy visto.
Algunos de los gags, tanto suyos como de otros, siguen siendo
graciosos. En una parodia de invitación musical a los turistas
para que visiten Cleveland, dice: "Vean cómo arde
el río... Está tan contaminado que los peces tienen
sida... Vean el sol casi tres veces al año... Cómprense
una casa por el precio de un aparato de video... ¡Y menos
mal que no estamos en Detroit!"
La película fluye deshilvanada y revuelta. Moore tiene
dificultades para separar lo esencial de lo que no lo es. Las
atrocidades sociales no son pocas en Estados Unidos. El cineasta
nos presenta con indignación a los "buitres de los
condominios" y a los "carroñeros" que, por
25 céntimos de dólar, se quedan con nuestras propiedades
desahuciadas. ¿Qué es lo que espera?
Hay aquí demasiada moralina, demasiada sentimentalidad
e incluso demasiada manipulación. Moore tiene la desagradable
tendencia a hacer que su cámara se entretenga en los rostros
afligidos de las víctimas sociales.
Sin embargo, la mayor debilidad de esta película es
el inquebrantable apoyo que ofrece al Partido Demócrata
de Obama y su incapacidad para ofrecer cualquier alternativa seria
al sistema capitalista.
El documental está dominado por una contradicción
interna entre los duros hechos sociales que presenta y la mezquindad
de la solución política que ofrece. Capitalism:
A Love Story propone de manera absurda la "eliminación"
del sistema de beneficios al mismo tiempo que alaba a uno de los
partidos sobre el que se sustenta y a la figura de su dirigente,
que preside dicho sistema.
Mientras que vilipendia a demócratas claramente corruptos
(Christopher Dodd, Richard Holbrooke), ofrece una plataforma a
otros de sus portavoces, en especial a los que se caracterizan
por sus posiciones "populistas". Por ejemplo, la congresista
Marcy Kaptur, de Ohio, goza de una amplia cobertura en la película.
Kapur, al igual que Dennis Kucinich, es capaz de cualquier demagogia
cuando se trata de Wall Street o Goldman Sachs, pero al mismo
tiempo es una acérrima promilitarista, una proteccionista,
una feroz anticomunista y se opone al aborto.
En cuanto a Obama, Moore se ve obligado a mencionar de pasada
que Goldman Sachs fue el principal contribuyente de su campaña
presidencial en 2008. Robert Rubin, Lawrence Summers y Timothy
Geither, el grupo de cerebros del "gobierno Goldman"
de Obama, reciben parte del fuego de artillería, pero sin
que se mencione al propio presidente. Capitalism: A Love Story
alude a acontecimientos ocurridos en la primavera de 2009,
un momento en el que el carácter derechista del gobierno
de Obama ya era obvio, tanto en los frentes del interior como
del extranjero, pero Moore silencia este detalle.
Moore suele invocar invariablemente a Franklin D. Roosevelt
como si fuese la quintaesencia del reformador. Roosevelt, un astuto
representante de la burguesía estadounidense, vivió
en otra época. Lo que aún persiste del legado reformista
social del Partido Demócrata, en particular bajo el aspecto
de una "reforma" de la asistencia sanitaria, sufre actualmente
el ataque de un presidente a quien Moore se refiere como un potencial
Roosevelt del siglo XXI...
El cineasta se autodefine como "socialista cristiano".
Ofrece varias secuencias a obispos y sacerdotes en áreas
desoladas de Detroit y Chicago, en las que la Iglesia juega con
la miseria y las ilusiones de los más pobres entre los
pobres para pontificar sobre los males sociales. El obispo de
Chicago aparece sermoneando y dando la comunión a los trabajadores
de Republic Windows and Doors durante su encierro.
El argumento, repetido varias veces, de que el capitalismo
es "maligno" es falso. Se trata de un sistema socioeconómico
surgido bajo ciertas condiciones objetivas, que fue rigurosamente
revolucionario y progresista en su momento. El carácter
parasitario del capitalismo contemporáneo está determinado
por su decadencia histórica y no, en primer lugar, por
la depravación moral de sus principales figuras.
En el momento culminante del documental, Moore exige que se
reemplace el capitalismo... por la "democracia". ¿Qué
significa eso? Más que cualquier otra cosa, significa que
al cineasta le falta coraje político para mencionar la
palabra socialismo.
Hasta tal punto se cree Moore las vaguedades eclécticas
y ahistóricas que presenta en Capitalism: A Love Story
que termina por engañarse a sí mismo. Hasta
tal punto trata de vendérselas a su numeroso público
que termina por engañar a los demás.
Traducido
por Manuel Talens de Rebelión
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