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La situación del Medio Oriente en el 2013
Por Chris Marsden
16 Enero 2013
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el autor
Este análisis de perspectiva política apareció
en inglés el 12 de Enero de 2013
Los pueblos trabajadores y oprimidos del Medio Oriente confrontan
un futuro con sangrientas guerras sectarias, represión
y un descenso continuo a una pobreza agobiante. La solución
depende en el resurgimiento de los levantamientos revolucionario
del 2011, pero esta vez en base a un programa que exprese los
intereses políticos independientes de la clase trabajadora.
Las ingenua ilusión que acompaño la "Primavera
Árabe" ha sido despedazada: el creer que todas las
clases en el Oriente Medio compartían un deseo por la democracia,
deseo que contaba con el apoyo de las potencias imperialistas.
Ya comienza el 2013 con el envío de seis baterías
de misiles Patriot a la frontera que separa a Turquía de
Siria. Esta es la señal más clara de que el mundo
está al borde de una intervención militar por los
Estados Unidos y sus aliados de la OTÁN en una guerra civil
sectaria que han tramado deliberadamente .
Acompañan a los mísiles unas 1,200 tropas, que
complementan las decenas de miles que ya han sido estacionadas
en Bahrein, Katar, los EAU, Kuwait, Líbano, Jordania e
Israel, también las Fuerzas Especiales y operarios de inteligencia
que ya están en Siria. Diez y siete naves de guerra de
los EE.UU, Gran Bretaña y Francia se encuentran ahora en
las aguas de Siria. Las fuerzas militares occidentales tienen
la intención de apoyar la intervención de Turquía
y las monarquías del Golfo con las que conspira el gobierno
de Obama.
Incluso sin que hayan ocurrido abiertas agresiones militares,
las potencias occidentales han cometido el terrible crimen de
haber promovido una insurgencia suní que incluye a grupos
como la Hermandad Musulmana y movimientos tipo Al Qaeda como Jabhat
al-Nisra. Esta intriga imperialista viene pagándose con
la sangre de miles de muertos y heridos y con la destrucción
de la economía e infraestructura de Siria.
Las Naciones Unidas se ha sido vista obligada a reconocer la
realidad de que esta guerra civil sectaria menaza a comunidades
enteras con genocidios al estilo de Yugoslavia. Seguramente esta
admisión será tan sólo usada como pretexto
de intervención. Los principales medios funcionan nada
menos que como una caja de resonancia de la propaganda bélica,
ignorando la alianza entre EE.UU. y Al Qaeda y aceptando ese zigzagueo
de acusar primero al régimen de Assad de preparar armas
químicas y balísticas para después advertir
del peligro de que las fuerzas de oposición obtengan estas
mismas armas.
El derrocamiento del régimen Assad no traería
ningún alivio. Éste sería reemplazado por
un brutal gobierno que iniciaría una vendetta contra los
alauíes, los cristianos y otras minorías, situación
que podría acabar en la ruptura del Estado en cantones
étnicos. Tan solo basta fijarse en Libia: el primer ministro
Ali Zeidan esta semana amenazó con "usar la fuerza
para proteger el Estado" ante los conflictos entre camarillas
rivales por el control de vitales suministros de petróleos.
La caída de Assad es una elemento clave en los esfuerzos
desde hace tiempo de EE.UU. para asegurarse la hegemonía
en el Oriente Medio. Esa estrategia se ha acelerado como respuesta
al derrocamiento en el 2011 de dos de sus aliados claves: Ben
Ali en Tunisia y Hosni Mubarak en Egipto. La política estadounidense
combina una intervención militar agresiva -como la llevada
a cabo en Libia- con el forjamiento de alianzas con regímenes
árabes sunís y movimientos contra la teocracia chiíta
de Irán y sus aliados. El objetivo es lograr el cambio
de régimen en Damasco y Teherán, sembrar divisiones
a través de la región para prevenir una acción
conjunta de la clase trabajadora y hacer que la autoridad de los
islamistas es transforme en un bastión contra la revolución
social.
Con ese fin, Washington defiende las credenciales democráticas
de la oposición siria mientras que al mismo tiempo apoya
la supresión de la oposición en regimenes aliados
-en Bahrein, Yemen, Arabia Saudita, etc. Al mismo tiempo, la Casa
Blanca se asegura de la dependencia política y militar
de estos mismos regimenes -listos para actuar en bloque contra
las ambiciones regionales de Teherán, Moscú y Pekín.
También con ese fin el gobierno de Obama le está
enviando a Egipto 200 tanques de batalla M1A1 Abrams y 20 jets
de combate F-16 bajo un contrato que había sido acordado
con Mubarak. Este mes le dio al Líbano 200 transportes
blindados (TPB) M113, aumentando el total a 1,200 TPBs; todo esto
con el supuesto propósito de fortalecer la habilidad de
las fuerzas armadas de "proteger las fronteras y la estabilidad
interna".
Irán es actualmente el blanco de sanciones que están
ocasionando un impacto paralizante y desestabilizador; ha reducido
en un a 55 por ciento cruciales importaciones de petróleo
y causado el colapso del valor de su moneda. No obstante, Israel
sigue amenazando con atacar.
En todos los países del Oriente Medio regímenes
despóticos encaran una creciente oposición popular.
Sin embargo en ningún lugar ha sido capaz la clase trabajadora
de hacer valer su propia voluntad política. Ha sido atrapada
por facciones de la clase dirigente que pelean unas contra otras
-islamitas, nacionalistas y liberales. A menos que eso cambie,
la pesadilla sectaria que ha sido creada en Siria volverá
a levantan cabeza en Irak, Jordania, Libia, Líbano y Turquía.
En Egipto el proletariado dio el primer impulso que culminó
con el derrocamiento de Mubarak. El régimen se deshizo
de Mubarak en momentos en que millones de trabajadores se lanzaban
a la lucha para acabar con décadas de opresión social
y política. Sin embargo, hoy en día, casi el 25
por ciento de los 80 millones de egipcios sufren bajo una pobreza
apremiante; la inflación sube vertiginosamente; el Presidente
Morsi se alista para imponer feroces recortes fiscales bajo órdenes
del Fondo Monetario Internacional.
Nada de esto preocupa a la oposición liberal burguesa,
cuyo objetivo es asegurarse una posición en la nueva estructura
política y económica, junto con la Hermandad Musulmana
y el ejército. El mismo impulso motiva a toda la oposición
burguesa en el Oriente Medio: asegurarse el derecho de explotar
a los trabajadores y de establecer sus propias conexiones con
las potencias occidentales, la banca y corporaciones multinacionales.
La misión política esencial de obreros y jóvenes
de la región es forjar un movimiento socialista unido contra
los regímenes actuales, contra sus rivales burgueses y
contra los poderes imperialistas que sostienen a ambos bandos.
La meta de la clase obrera, movilizando consigo a los agricultores
pobres y a los estratos oprimidos de la clase media, necesita
ser la formación de los Estados Socialistas Unidos del
Oriente Medio. Para eso necesita construir un propio partido revolucionario
independiente que esté basado en la teoría de la
Revolución Permanente de Trotsky .
Los trabajadores en los Estados Unidos y Europa deben hacer
todo lo posible contra la estrategia predatoria de sus gobiernos
y de las élites gobernantes del Oriente Medio. Esto requiere
la creación de un nuevo movimiento contra la guerra, uno
que se oponga directamente a los varios partidos pequeño
burgueses seudoizquierdistas que están afiliados al Secretariado
Unificado y a los Socialistas Internacionales (International
Socialist Organization, en inglés, ISO) que son los
testaferros de los planes imperialistas de cambio de régimen,
planes que están a cargo de agentes de la CIA, de gente
que hasta hace poco eran parte del régimen, y de islamistas,
todos respaldados con las bombas de la OTÁN.
El antiimperialismo automático aparece ahora como una
obligación en estos circulos; por ejemplo, los oponentes
de la intervención militar han sido acusados por Pham Binh,
uno de los seudoizquierdista del Internet, de estar "en desacuerdo
con los intereses y las demandas explícitas primero de
los pueblos revolucionarios de Libia y ahora con los de Siria",
que, en las palabras de la Organización Socialista Internacional
de EE.UU. "aceptarán cualquier ayuda que puedan obtener".
Todas estas tendencias ya pertenecen en el campo de la reacción
imperialista. La responsabilidad de dirigir un movimiento antibélico
y dar voz a las luchas antiimperialistas y socialistas de la clase
trabajadora le cae al Comité Internacional de la Cuarta
Internacional.
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