WSWS
: Español
Las manifestaciones en Brasil y la crisis de dirección
revolucionaria
Por Bill Van Auken
24 Junio 2013
Utilice
esta versión para imprimir | Email
el autor
Este artículo de perspectiva política apareció
en inglés el 22 de junio 2013
La semana pasada hubo inmensas protestas en Brasil, las más
grandes desde la caída del la dictadura en 1985. Este estallido
de luchas de las masas ilumina, más que nada, la crisis
de dirección revolucionaria del proletariado.
La chispa inicial de estas movilizaciones fue un aumento en
tarifas de autobús. Ese aumento fue cancelado esta semana
a manera de disipar el descontento social. No tuvieron el efecto
esperado y el jueves 20 de junio, entre uno y dos millones marcharon
por las calles de Río de Janeiro, São Paulo y docenas
de ciudades, demandando más recursos para la educación
y la salud, en una explosión de furia popular contra los
miles de millones de dólares dedicados a los estadios de
la Copa Mundial de Fútbol, a costillas del pueblo.
No es posible explicar movilizaciones populares tan enormes
con simples referencias a las razones inmediatas que las motivaron
-en este caso, el aumento de 20 centavos en boletos de transporte,
en Brasil, o planes de construir sobre el Parque Gezil en Estambul.
Las razones esenciales están ligadas a profundas contradicciones
sociales. La crisis del capitalismo mundial las ha agravado.
Al igual que Turquía, Brasil es un supuesto ejemplo
de éxito económico. En verdad, el "milagro
brasileño" se encuentra empantanado.
Mientras han aparecido 50 kilomillonarios y 150,000 millonarios,
la economía no ha sido capaz de resolver la herencia de
opresión imperialista y el atraso económico que
se entrevé en retrasadas infraestructuras sociales básicas.
Programas de previsión social -por sí muy limitados-
aclamados como reductores de la tasa de pobreza extrema y por
crear una "nueva clase media," no han alterado por mucho
la posición de Brasil en la lista de los países
con mayor desigualdad social del mundo.
Hay soplos de crisis económica; la tasa anual de crecimiento
de la economía fue del 0.9 por ciento en 2012 y del 0.6
por ciento en el primer trimestre de este año. La producción
industrial ha caído 0.3 por ciento. Por lo tanto han ocurrido
despidos y no se está contratando. Los consumidores, muchísimos
llenos de deudas, cada vez gastan menos. La tasa oficial de inflación
es del 6.5 por ciento pero la canasta básica ha aumentado
mucho más.
La cantidad de jóvenes con títulos universitarios
es ahora el doble que lo que era hace diez años. Sin embargo
la mayoría de los que se gradúan de las universidades
no encuentra empleos adecuados a sus estudios o que paguen sueldos
decentes.
Esta masa de jóvenes universitarios, y de jóvenes
que se acaban de recibir, fue una porción importante de
los que protestaron en las ciudades de Brasil toda la semana.
Era la primera vez en su vida que la mayoría de estos participaba
en movilizaciones sociales.
Corrientes de la derecha extrema manipularon la inevitable
confusión política de ese movimiento espontáneo
de masas. Pandillas de matones atacaron a manifestantes de izquierda
y a los reducidos grupos de sindicalistas. Les quitaron y quemaron
sus carteles, los atacaron con aerosol de pimienta, granadas de
aturdimiento y barras de metal, logrando expulsarlos de las marchas.
Eso ocurrió en São Paulo, en Río de Janeiro
y en más ciudades, evidencia de una campaña organizada
y coordinada -sin duda- con la policía y quizás
con el ejército.
La derecha quiso cambiar el norte político de las manifestaciones
reemplazando la lucha por la igualdad social con estribillos de
rechazo hacia todos los partidos políticos y de oposición
a la corrupción política, a altos impuestos y al
crimen.
A pesar de que la mayoría de los que protestaban no
supieron de esos incidentes, tiene significado político
el que matones fascistas pudieran actuar así y con impunidad.
La mayoría de los manifestantes ha vivido toda su vida
adulta bajo gobiernos del Partido dos Trabalhadores, PT,
dirigidos en el plano nacional por el ex dirigente sindical Luiz
Inacio Lula da Silva y por su lugarteniente, la presidente actual,
Dilma Rousseff. El Partido dos Trabalhadores ha ostentado
las riendas del poder desde hace una década.
En 1980 -en la estela de las alborotadas huelgas populares
que aturdieron a la dictadura- se formaron el PT y la CUT (Central
Única dos Trabalhadores,) federación sindical
asociada con el PT. Desde su origen el PT tuvo la función
de descarrilar el movimiento militante del proletariado de Brasil
y someterlo al Estado burgués.
A medida que el PT ganaba elecciones estatales y municipales,
más derechista se hacía. Finalmente, Lula ganó
la elección presidencial del 2002 en base a una promesa
de continuar las medidas económicas de presidentes previos,
ordenadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los capitalistas
brasileños e internacionales se convencieron que el PT
era la mejor herramienta para proteger sus intereses, amortiguándolos
de rebeliones populares.
Algunos de los tropeles seudoizquierdistas fueron expulsados
del PT y otros no, y sus miembros ascendieron a posiciones de
liderazgo. Las dos cosas pasaron con el Secretariado Unificado
de la Cuarta Internacional - la corriente pablista.
Parte de su sección brasileña sí fue expulsada
y pasó a crear un partido nuevo similar al PT original,
el PSOL (Partido Socialismo e Libertade). Uno de los que
no fueron expulsados, Miguel Rossetto, se convirtió en
ministro de reforma agraria y pelele de los grandes terratenientes.
Otros que se habían autoproclamado trotskistas son Antonio
Palocci, que se convirtió en ministro de finanzas, y Luis
Gushiken, que fue director de la oficina de comunicación
social durante el gobierno de Lula. Esos dos han sido acusados
en los tribunales de estar involucrados en los escándalos
de compra de votos y corrupción del gobierno del PT.
La función política criminal de esos elementos
seudoizquierdistas -nacionalista todos- fue crear una ilusión
"socialista" en torno a un partido de derecha capitalista
abocado a subordinar toda lucha social a los intereses de los
grandes capitales y al Estado brasileño. Lo hicieron, parcialmente,
vivificando a los sindicatos -organizaciones que el pueblo desde
hacía tiempo no consideraba agencias de cambio social.
En las actuales luchas de protesta, los sindicatos no han participado.
Esa perspectiva le está abriendo paso a las derechas
brasileñas para promover la clase de reacción populista
que se ha visto en manifestaciones recientes, tomando ventaja
de la furia popular contra la máquina corrupta y pro capitalista
del PT. Cosa que representa un peligro innegable en un país
que por veinte años estuvo bajo dictadura militar, y donde
los culpables de ejecuciones, torturas, encarcelamientos ilegales,
y otros crímenes nunca han sido enjuiciados.
Igual que en Turquía y otros países, los límites
al movimiento espontáneo de las masas pronto se harán
sentir, no importa que tan grande sean las acciones. Lo que imponen
estos acontecimientos y la crisis capitalista mundial es una orientación
hacia la clase obrera, para construir en su seno una nueva dirección
revolucionaria que se base en el programa del socialismo y del
internacionalismo.
Esa misión requiere batallar, críticamente y
sin cuarteles, al PT y a los grupos de la seudoizquierda que giran
en su órbita. Es imprescindible rearmar al proletariado
brasileño con una perspectiva política revolucionaria
y hacer realidad su independencia política de todas las
secciones de la burguesía.
Regresar a la parte superior de la página
Copyright 1998-2012
World Socialist Web Site
All rights reserved |